
UNA DOSIS DE SU PROPIA MEDICINA
- Manuel Beltran
- 3 dic 2022
- 4 Min. de lectura
Las EPS en Colombia atraviesan una suerte de paseo de la muerte, en el que no hallarán otro resultado que su final. La diferencia con sus pacientes consiste en que estos no son responsables de su situación, sino que se convierten en víctimas de un sistema de salud que, aunque presenten como "el mejor del mundo", tiene graves fallas estructurales. En cambio, el final de las EPS no es responsabilidad de nadie más que de ellas mismas. Pero estas y sus defensores se niegan a reconocer su inminente implosión. Me hacen recordar la novela corta de León Tolstoi: La Muerte de Iván Ilich, en la que un burócrata exitoso empieza a enfermar de forma inevitable, hasta su muerte, sin que él pueda comprender cuál es la causa concreta de su declive y sin recibir la atención necesaria. Así transcurre la agonía del modelo de salud que se originó con la Ley 100, en una cama abandonado, sin esperanzas de redención. Así que la derecha culpa a la ministra Carolina Corcho, que busca una solución a esta crisis, por medio de un nuevo modelo. Como ella misma lo ha señalado, su misión no es acabar con las EPS, pues estas ya se están acabando por su propia cuenta. Lo que representa la ministra del gobierno de cambio es la posibilidad de una esperanza; que la salud no muera postrada en una cama, en medio de la indiferencia inhumana, como Iván Ilich; que exista un nuevo amanecer y muchos puedan salvarse.
El sistema de salud en Colombia está muy lejos de ser el mejor del mundo. La verdad es que se está desintegrando ante nuestros ojos, por lo que la reforma a la salud es imprescindible para el bienestar de los colombianos. La Superintendencia de Salud ha señalado de forma clara que sólo 7 de 25 EPS tienen capacidad financiera para operar y garantizar el derecho humano a la salud. Las otras 18 están endeudadas hasta el tuétano y ya no tienen ninguna capacidad para prestar los servicios más básicos a sus pacientes. Este es el resultado de la privatización y mercantilización de un derecho fundamental. Otro fracaso que alcanza el modelo neoliberal en Colombia. Eso sí, la solución no puede ser la que propone la derecha. El Estado no puede seguir subsidiando un modelo inviable, que pasa por encima de los ciudadanos. Se debe crear un nuevo modelo de salud. Esa es la salida responsable, de acuerdo con la realidad de las cifras. Si el gobierno no hace nada al respecto, cada vez menos compatriotas tendrán atención médica, en medio de la muerte lenta, pero segura, de las EPS.
La enfermedad es el sistema. La Superintendencia también reveló que, en lo que va del año, las quejas de los pacientes contra las EPS ya superan el millón de denuncias. Claro, esta cifra es menor a la real, pues muchas personas no se manifiestan. Se trata de un sistema que ha convertido a la vida en un vulgar negocio, donde las pérdidas las asumen los más débiles. A las EPS no les interesa el bienestar de sus pacientes, sino reducir costos para obtener la mayor ganancia posible. Por esto existen las deudas astronómicas con los hospitales, que nunca se cancelan. A su vez, esta es la causa de que no paguen sus salarios a los médicos o estos no reciban los insumos necesarios para desempeñar su labor. En consecuencia, el sistema de salud vigente se devora a sí mismo. Es víctima de su propio invento y recibe una dosis de su propia medicina. Al tiempo que los dueños de las EPS dejan sin atención a personas enfermas, para que acaben de morir en pasillos de hospitales quebrados, estos mercaderes de la sanidad son más difíciles de sostener. Cada día que pasa, las EPS son más obsoletas. De allí que sea casi imposible defenderlas.
La mentira más grande de todas es decir que este es el mejor sistema del mundo. En realidad es una burla contra todas las víctimas de un sistema inhumano. Así ha sido la defensa de la oposición. Los derechistas han intentado imponer como real la ficción que Colombia fue uno de los mejores países para afrontar la pandemia. Nada más lejano de la realidad. La mejor muestra de lo mal librado que salió el sistema de salud vigente es que se dio un estallido popular en medio de la pandemia, algo que no sucedió en otros países. Cuando esta deformación de la realidad no es suficiente, recurren a la calumnia y a la difamación, especialmente contra la ministra de salud, la persona encargada de resolver este grave asunto. Han llegado al colmo de culparla hasta por las mismas fallas estructurales del sistema. De hecho la acusan de ser la generadora de la desfinanciación, pues el ministerio aseguró, con toda la razón, que no seguirá entregando dinero a las EPS por pacientes fantasmas, que nunca fueron atendidos. Sin embargo, el respaldo popular a la ministra ha sido sólido. El pueblo sabe que este es uno de sus graves padecimientos y no puede perder la oportunidad para cambiarlo.
Otro de los graves males que aquejan al sistema de salud en Colombia es la corrupción. Mientras las personas sufren y mueren en pasillos y camillas de hospitales, los ladrones de cuello blanco roban a manos llenas. A esto se suma, la participación de políticos en dichas empresas que fungen como intermediarias entre los pacientes y la prestación real de los servicios. Esto indica, claramente, que la reforma a la salud no será fácil de aprobar en el Congreso de la República. Ya se anuncia en las campañas de desinformación que los medios han lanzado en contra de la iniciativa, sin que se haya redactado. El gobierno popular deberá jugar muy bien sus cartas y la bancada debe estar completamente comprometida. Además, el pueblo tiene que respaldar esta importante transformación social y desmentir las campañas de manipulación de los que quieren preservar un sistema inviable. Los sectores que están en contra de la reforma son muy poderosos, por lo que se requiere de un esfuerzo mayúsculo para sacarla adelante. Tarde o temprano, esta problemática nos afectará directamente a cada uno de nosotros. La salud no es para siempre. Si no queremos acabar como el Iván Ilich de Tolstoi, sin ninguna atención, condenados a ser declarados desahuciados en cada oportunidad, hay que dar la pelea.
MANUEL BELTRÁN
Deje de hablar tanta mentira zurdo asqueroso.