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GLOBALISTAS, CONSERVADORES E INTERNACIONALISTAS EN EL SIGLO XXI.

  • Foto del escritor: Manuel Beltran
    Manuel Beltran
  • 12 nov 2022
  • 4 Min. de lectura

Durante el final del siglo XX, el neoliberalismo consiguió la unidad entre liberales y conservadores en la fe ciega al dios mercado, al mismo tiempo que se decretaba la muerte del socialismo o de cualquier otro proyecto de izquierda. En esa época se veía a un Reagan perfectamente alineado con un Felipe González y hasta con un Gorbachov, todos listos para afirmar que habíamos llegado al "final de la historia" y que el capitalismo era el estadio superior de la humanidad. Atrás habían quedado las diferencias de corte religioso y moral entre liberales y conservadores. Ambos bandos abrazaban la globalización, mientras los líderes del Pacto de Varsovia renegaban del internacionalismo y abrazaban posturas nacionalistas. La URSS cayó. Luego, Yugoslavia fue destruida. Desde entonces, se impuso un mundo unipolar, dirigido por EEUU, mayor promotor de aquella religión neoliberal, aunque siguiera usando el proteccionismo en su propio beneficio. En aquellos años, a Latinoamérica se le impuso este modelo, en el marco del Consenso de Washington.


Sin embargo, aquello fue una distopía en la que se repitieron -una y otra vez- las guerras y las crisis económicas (como la de 2008), al punto que, en un par de décadas, aquel modelo entró en crisis y fue puesto en duda alrededor del planeta. En este nuevo escenario, han resurgido diferencias entre los sectores liberales y conservadores, con nuevas características. Lo primero que hay que decir es que la globalización ya no es un valor común entre ambos grupos. Para los liberales será el centro de su proyecto y ahora se les denomina mejor como globalistas. Los conservadores, en cambio, han renegado de la globalización y retomaron posturas más nacionalistas. Poco a poco vuelven a tomar distancia en temas de libertad individual, como la mujer y el aborto. Por su parte, las corrientes de izquierda latinoamericana han planteado una alternativa internacionalista (donde se respata la soberanía nacional, a la vez que se promueve la solidaridad entre los pueblos), en vista de las crisis sitémica que atraviesa el mundo. Se suponía que estas ideas estaban sepultadas, pero se han actualizado de una forma muy importante.


En consecuencia, la disputa de poder en la actualidad (principalmente en el continente americano) es protagonizada por tres corrientes: globalistas, conservadores e internacionalistas, que en algunos casos se enfrentan todas entre sí y, en otros, se crean alianzas sorprendentes y contradictorias. Por ejemplo, los conservadores, al renegar de la globalización, coinciden en algunos puntos con los internacionalistas en los planteamientos sobre un mundo diferente al actual, aunque hay diferencia en el papel de los pueblos. Para los conservadores, debe seguir el modelos capitalista y la hegemonía occidental. Para los internacionalistas, debe haber un modelo económico alternativo e igualdad entre naciones. En otros casos, como derechos de la mujer o libertades individuales (como el aborto), los globalistas e internacionalistas se encuentran más cercannos y alejados de posturas conservadoras.


Este contexto es el que explica la división entre las diferentes vertientes de la derecha y la izquierda. Veámoslo en algunos casos en concreto. Esto es lo que representa el trumpismo en EEUU. Es una extrema derecha, nacionalista, que reniega de la globalización, la ONU y quiere volver a la vieja gloria del imperio aislacionista. A su vez, es profundamente contraria al internacionalismo, pues lo que promueve es la hegemonía absoluta del llamado "EEUU primero". Otro caso es la diferencia entre la izquierda europea y la izquierda latinoamericana. La de Europa es una "izquierda" globalista, defensora de la OTAN y las multinacionales. En cambio, la izquierda latinoamericana es nacionalista, pero cree a la vez en la integración de los pueblos y en la multiporalidad como el camino para acabar la hegemonía imperialista.


Para Latinoamérica y la izquierda latinoamericana es un escenario lleno de oportunidades en la actualidad. La derecha se ha dividido profundamente entre globalistas y conservadores. El caso más emblemático es el de Bukele en El Salvador, que representa a los sectores conservadores. Mientras tanto, la derecha liberal, los globalistas, lo tachan de dictador y lo igualan a Maduro. A su vez, se ha consolidado un nuevo ciclo progresista, que defiende la independencia de los pueblos, al tiempo que aboga por su integración en la unidad latinoamericana, en el marco de un mundo multipolar. En este sentido, se puede afirmar que en la región la situación ha cambiado diametralmente, respecto al final del siglo pasado. Por ejemplo, los golpes de Estado promovidos en Perú y Brasil han fracasado porque no cuentan con la actual administración globalista de Washington, que no apoya a sectores neo-nacionalistas, simpatizantes de Trump.


Para Colombia también significa una oportunidad de oro. Al interior del país las fuerzas de la derecha también están divididas entre globalistas y conservadores. La única diferencia es que aquí les decimos tibios y uribistas. Como sea, el anti petrismo que profesan no les alcanza para consolidar una oposición cohesionada frente al gobierno. Los divide múltiples temas, como el aborto, la comunidad LGBTI, etc. Esto le permitirá al gobierno ser más fuerte y tener menos obstáculos para llevar a cabo sus reformas. Por otro lado, es la oportunidad para que Colombia no se limite a ser un un eslabón más dentro del orden mundial, sino que contribuya, de forma decidida, a la integración latinoamericana y a la consolidación de un mundo multipolar. Del mismo modo, el país deberá velar por sus intereses nacionales, sin aislarse del mundo.


Manuel Beltrán

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