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NO MÁS ELEFANTES BLANCOS

  • Foto del escritor: Manuel Beltran
    Manuel Beltran
  • 26 nov 2022
  • 4 Min. de lectura

Los elefantes blancos son los entramados de corrupción alrededor de un proyecto de infraestructura, que terminan volviendo obsoleto e inútil lo que debería ser un avance para la sociedad. Los elefantes blancos también hacen parte del legado nefasto de la derecha, una muestra del atraso en el que mantuvo al país. Aquí hablaremos de dos elefantes blancos monumentales y que algunos pretenden mantener a toda costa. Me refiero al metro elevado de Peñalosa en Bogotá y a Hidroituango en Antioquia. Ambos son dos símbolos de toda la corrupción, desprecio por la vida y carácter retrógrado del antiguo régimen neoliberal. Parte del verdadero cambio consiste en detener este tipo de prácticas y mega proyectos. Pero varios son los que desean que el nuevo gobierno se amolde a esta forma fracasada de desarrollo, se quede cruzado de brazos y permita que todo siga igual. Un gobierno de cambio, de origen popular, no puede quedarse administrando la crisis del neoliberalismo, sino que debe emprender un nuevo modelo.


El metro elevado es un entrampamiento que maquinaron perversamente contra la capital. La política tradicional, más exactamente el santismo, le dio un cheque chimbo a los capitalinos. Luego, impuso a Peñalosa en la alcaldía y este desechó el proyecto de metro subterráneo, que ya tenía todos los estudios listos para ser implementado. El ex alcalde se saca de la manga un metro elevado. Claro, es que dejar a una ciudad como Bogotá sin metro es impresentable. Entonces, idearon un alimentador aéreo para Transmilenio, con poca capacidad y una afectación urbanística enorme. Al final Bogotá se queda sin metro; dos administraciones neoliberales han pasado y no se ha puesto la primera columna. Lo único que se ha hecho es construir y licitar más troncales de Transmilenio. Hoy en día, el metro cuesta más del doble. Un detrimento patrimonial descomunal por el que nadie responde.


Hay que decir que en esta conspiración contra los capitalinos participan sectores que se han presentado durante mucho tiempo como "alternativos". La alcaldesa actual demandó el proyecto de metro elevado como un acto de campaña. Una vez en el cargo, se dedicó a implementar todo lo que dejó amarrado Peñalosa. La alcaldía, que se presenta como "cuidadora", no ha hecho más que velar por Transmilenio. Durante la pandemia, le giró miles de millones de pesos sacados de los impuestos para que no terminara de quebrar, ya que es un negocio inviable e inhumano. La alcaldesa también ha empezado la construcción de las troncales de la Avenida 68 y la Séptima, pese a que en la campaña aseguró que nunca las haría. Ya casi empieza el último año de administración y la ciudad sigue sin metro. Solo se ven argucias para mantener manipulados a los bogotanos.


La ciudad y el país han quedado aterrados al ver que la alcaldesa Claudia López ordena traer un vagón de metro, cuando el entramado aéreo ni siquiera tiene los estudios completos. Los capitalinos tampoco comprenden cómo es posible que tengan un potrero a las afueras de la ciudad y lo presenten como el taller de máquinas. ¿Qué pueden elaborar allí si el proyecto está a medias? En realidad, son tácticas para engañar a los bogotanos, para que sientan que el metro elevado ya está en marcha y no se puede detener. Por eso expropiaron varias viviendas y llevan años con la 72 rota, en una obra que no avanza; para crear la sensación de progreso, cuando la realidad es todo lo contrario. La verdad del desdichado metro en el aire es que se trata de un entramado de corrupción. Al no conocerse el valor del proyecto, se puede caer en cualquier sobrecosto y más cuando están gastando a manos llenas e innecesariamente, solo para manipular a la opinión pública. Por suerte el gobierno nacional ha intervenido. Ha hablado con el consorcio chino en busca de una alternativa que evite el peor elefante blanco en la historia de Colombia. Ya se comprobó que es inviable el tramo de la Caracas por falta de espacio; un avance.


Ahora, hablemos de Hidroituango. Este es un elefante blanco que ha dañado al país a nivel ambiental, económico y social. A nivel ambiental porque acabaron con el Río Cauca y amenazan con arrasar todo a su paso por los problemas estructurales de la obra. A nivel económico el daño es enorme. La corrupción es de billones en torno al proyecto y ha lacerado la buena imagen de EPM. Y a nivel social ha generado daños porque se ha pasado por encima de las comunidades río abajo, además de haberse escondido las fosas comunes de varias masacres paramilitares. Siempre nos han dicho que la sostenibilidad energética del país depende de este elefante blanco, que lleva años sin poder funcionar por la corrupción con que fue diseñado y la inestabilidad de la montaña. También se ha venido a pique ese manejo neoliberal que en Antioquia se le dio a las empresas públicas y que fue puesto como ejemplo al resto del país. Las sanciones de la Contraloría así lo demuestran. Hidroituango es el producto del asalto privatizador sobre las Empresas Públicas de Medellín para entregárselas al GEA.


Nuevamente el tema ha tomado importancia, debido a la posible entrada en funcionamiento de la hidroeléctrica, que pone en riesgo a las poblaciones cercanas. El gobierno nacional ha señalado la amenaza de que el macizo rocoso de la montaña no resista y se dé una tragedia descomunal. Por ello, ha exigido una evacuación de varias comunidades, antes de que se enciendan las turbinas. Lo que ha llamado la atención al respecto es la insistencia del alcalde Quintero en poner en marcha Hidroituango, aunque no se haya dado la evacuación. Se supone que como alternativo que dice ser, debería priorizar la vida y no el mega proyecto. Lo más extraño es que, como bien lo señala el mismo alcalde, él fue el que denunció la corrupción en la represa, por lo que no es entendible que ahora sacrifique ese capital político sólo por prender las turbinas. Lo más importante aquí es que el gobierno nacional de cambio ponga freno a este tipo de elefantes blancos, que no sólo atentan contra las finanzas del país, sino que también amenaza la vida de sus ciudadanos. Es necesario, para darle la oportunidad a un desarrollo sostenible y racional, que le permita a nuestra patria salir adelante. Para cerrar, estos dos casos también nos demuestran la importancia de las próximas elecciones locales. El gobierno nacional necesita la existencia de gobiernos regionales que realmente representen al nuevo país y que busquen implementar los cambios necesarios.


Manuel Beltrán.

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