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OPOSICIÓN CAMUFLADA

  • Foto del escritor: Manuel Beltran
    Manuel Beltran
  • 17 dic 2022
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 18 dic 2022

El historiador de origen belga, Ludor Martens, en su libro La URSS y la revolución de terciopelo, ofrece una teoría alternativa sobre la caída de dicha potencia. Desde una mirada marxista, concluye que este proceso se dio principalmente por motivos internos y no por fuerzas extranjeras como las de Occidente. Tampoco se habría tratado de un colapso del sistema económico. Lo que Martens propone es que la URSS cayó porque internamente se dio un proceso encaminado a desmontar el socialismo e imponer el liberalismo. Fue un proceso de 35 años, donde los objetivos del país fueron invertidos. En el seno de la misma revolución, se había gestado una burguesía que nunca había tenido fuerza en Rusia ni en ninguna otra parte de la unión, debido a los lastres medievales aún presentes a inicios del siglo XX. Normalmente, a esto se le llama burocracia, que se fue adueñando de los medios de producción y luego del partido y del Estado. Esta facción se hizo con el poder a mediados de los cincuenta y nunca más soltó el poder. De allí viene Putin. Cambió el objetivo. Ya no era la construcción del socialismo, sino la adopción de las formas de la democracia capitalista. Se hizo una revisión de los primeros años de la revolución y de la lucha en la Segunda Guerra Mundial. Se llegó a la conclusión de que todo era perverso. Todo aquel que se opuso a esta desviación fue tachado de estalinista y purgado. El partido y el Estado ya no estaba conformado por comunistas. Ahora estaba en manos de simpatizantes del capitalismo, disfrazados de socialistas. Destruyeron a la URSS desde adentro. Su caída, al mismo tiempo, era la concreción del régimen capitalista, liberal y nacionalista. De estos hechos no se habla porque no encajan con el mito del fin de la historia, que asegura que la URSS cayó por ser inviable. La verdad es que fue desde adentro, de una forma planificada.

Mas allá de cuestiones ideológicas, lo interesante de este tema es analizar cómo una revolución o proceso de cambio puede albergar en sí mismo su destrucción o debe enfrentar formas de oposición que no son tan directas, pero pueden ser mucho más efectivas que otras más evidentes. El momento de transformación que vive Colombia en la actualidad es un buen ejemplo. Este no solo se enfrenta a una oposición abierta y declarada de la extrema derecha. Hay otras formas de oposición más sutiles, que pueden llegar a ser más dañinas. Es una contradicción soterrada, camuflada, que -incluso- se presenta como simpatizante del gobierno popular. El Pacto Histórico ya ha enfrentado muchas veces este tipo de jugadas. Se puede hablar primero de la actuación de los conocidos “manguitos”, personas que se hacen elegir con los ideales del Pacto y solo son infiltrados de la derecha. Son sujetos que se venden como representantes del cambio, pero solo quieren defender al antiguo régimen, pues ninguna reforma popular les gusta. Además, intentan imponer valores y luchas que no son los del movimiento del cambio, sino los del neoliberalismo. Por ejemplo, esto es lo que pasa con el cuento de la austeridad del Estado, que solo se traduce en abandono estatal. Pero pretenden venderlo como una obligación del gobierno de izquierda.

Esta oposición camuflada no se refiere al ciudadano del común que no está de acuerdo con alguna medida del gobierno. Es algo que va más allá y que constituye una de las estrategias más elaboradas de las élites para recuperar el control del país. Una de ellas consiste en la campaña sistemática de los medios, influenciadores y algunos políticos para manipular la indignación de la gente y ponerla en contra del presidente Petro. Todas las reformas que ha presentado el gobierno han pasado por el mismo proceso de desinformación en procura de hundirlas en el congreso. Con el tiempo se ha hecho evidente que las mentiras de la extrema derecha no calan porque son muy burdas y evidentes. Pero las noticias falsas de medios, influenciadores y políticos asumidos como “alternativos” hacen más ruido. Por lo general, son artimañas que intentan presentar a Petro como un traidor, que se vendió a la política tradicional y no está implementando el cambio, sino que hace lo mismo que todos los demás que han gobernado. Lo mismo se hace en contra de su bancada en el congreso. Una jugada que se tiene bien aprendida es la de presentar algunos aspectos de las reformas como micos y así poner a la opinión pública en contra para hundirlos. Esto fue lo que se empleó para intentar impedir la liberación de los presos políticos en la Ley de Paz Total. Ahora hacen lo mismo en contra de la reforma política. Manipular la indignación de los ciudadanos equivale a dirigir sus emociones, a coartar su razón y convertirlos en peleles.

Otra de las estrategias que se emplean es la de los falsos arrepentidos, personas que siempre se opusieron a que Petro fuera presidente; que se subieron al bus de la victoria al final de las elecciones y hoy dicen estar desilusionados del gobierno. Los medios andan graduando de cercanos al gobierno a los más grandes antipetristas de todos. Luego, los presentan como los seres más defraudados. Todos repiten el mismo guión: “así no es el cambio”. Buscan que el colombiano de a pie caiga en la trampa y piense lo mismo, sin darse cuenta de que todo es un teatro. Esto hace parte del intento por cambiarle los objetivos y las prioridades al pueblo. Lo hemos visto todo el tiempo. Los medios vendían que la reforma tributaria de 20 billones no era lo importante, sino los sueldos de los congresistas. Al final, lo que busca este tipo de estrategias es que el pueblo asuma la agenda de sus opresores y abandone la propia. Otros de los falsos arrepentidos son los despechados que no recibieron puestos o no han cumplido sus ambiciones personales con la llegada del primer gobierno de izquierda. Como no recibieron lo que pensaban, se convierten en los mayores enemigos del presidente. En cuanto lanzan sus diatribas, reciben todo el apoyo de los medios y lo aceptan con gusto. Si el cambio no les conviene para sus ambiciones egoístas, no es el cambio. Lo único que hacen con esto es comprobar que no merecen estar en gobierno popular.

Este ambiente sistemático de desinformación causa que muchos terminen haciéndole oposición a lo que ellos mismos apoyan y eligieron. Es el caso de los que basan su pensamiento y actividad política en discursos de panfleto y lugares comunes. A muchos de estos personajes les remuerde el hecho que el presidente Petro tenga que llegar a acuerdos con los partidos tradicionales para sacar las reformas adelante en el congreso. Parece que algunos quisieran verlo como a Pedro Castillo en Perú, arrinconado y sin ningún margen de acción o maniobra. El cambio no se hace de tajo; la revolución no se implementa por decreto. Se necesita una estrategia, como la que llevó a Petro a la presidencia. Algunos también se quejan de que no se haya expulsado a toda la derecha del gobierno y de las instituciones del Estado. No ven que el gobierno debe ir paso a paso al respecto. En medio del retiro de uribistas, no puede quedarse sin capacidad de cumplir sus funciones como gobierno. Además, no deja de ser curioso que algunos vivan tan atentos a los cargos, cuando hay cosas más importantes en juego, como las reformas estructurales o la soberanía del país (si tenemos en cuenta el golpe de Estado en Perú y la masacre de los golpistas en ese país, con la participación clara de EEUU). Quedarse en el panfleto y en los lugares comunes, sin ver los atenuantes históricos o tácticos, es una forma de hacer oposición camuflada.

En definitiva, está forma de oponerse soterradamente es lo mismo que negar el cambio para acabarlo. Si el país se cree que Petro no representa un cambio real, le será más fácil a sus opositores arrinconarlo y hasta tumbarlo. Si no hay cambio, no hay apoyo popular. Por eso la insistencia de mostrar al presidente Petro como alguien que abandonó sus ideas y promesas de campaña. De esta manera, cuando venga el golpe de la extrema derecha, nadie saldrá a defender al mandatario. Sin embargo, las medidas y reformas han sido tan aceleradas y dinámicas, que los planes y cálculos de la oposición han venido fallando. La mejor forma de combatir la oposición abierta o camuflada consiste en implementar los cambios y una estrategia exitosa para sostenerlos. Además, se debe dar la batalla comunicacional por las reformas. No basta con aprobarlas. Hay que impedir que los enemigos del cambio las ensucien con mentiras. Aunque los cambios se den, no se tendrá al pueblo de su lado, si permitimos que la desinformación los muestre como retrocesos en lugar de avances. Las reformas deben serlo y parecerlo.


Posdata: La oposición de los tibios también tiene que ver con las elecciones que se vienen. Intentan conseguir votos de derecha por medio de ataques a Petro, mientras engañan a la izquierda diciendo que, a pesar de todas las diferencias, están con el gobierno de cambio.

Manuel Beltrán.



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