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LOS ESTERTORES DE LA MAFIA

  • Foto del escritor: Manuel Beltran
    Manuel Beltran
  • 4 feb 2024
  • 5 Min. de lectura

Las artimañas para impedir el cambio constitucional en la Fiscalía General y las conspiraciones golpistas para derrocar al primer gobierno popular me hicieron recordar un relato literario que aborda la corrupción humana que significa impedir y destruir un proceso de transformación social. El elixir de la larga vida es un cuento del escritor francés Honoré Balzac. En este narra la historia de un heredero hacendado y burgués, en la Florencia italiana, cuna del capitalismo. Su nombre es Juan Belvídero, un buenavida que solo espera la muerte de su padre para darle rienda suelta a todas sus ambiciones y excesos. Pero su padre, un hombre honorable, que ha sido especialmente bondadoso con él, tenía otros planes: un elixir que lo volvería a la vida y a la juventud. Solo tenía un defecto, necesitaba ser aplicado en los instantes posteriores a la muerte, obviamente, por alguien confiable. Bartolomé Belvídero, el padre, confió en su hijo corrompido. Este, como cabe esperar, lo traicionó. Solo revivió un ojo, que volvió a la vida y a su plena juventud; luego, lo explotó con sus propias manos, mientras reflexionaba sobre los parricidas. Al fin, Juan Belvídero se conviertió en el gran señor que siempre quiso ser, sin ningún límite salvo el de la muerte. Para burlar esta última barrera, conservó el elixir y crió a su propio hijo con mano de hierro para que este no lo traicionara. Lo obligó a la mayor castidad y pureza, sin embargo, el resultado es que Felipe Belvídero falló a la hora de aplicar el elixir y dejó caer el recipiente, debido al susto que le ocasionó la escena de resurrección. Juan Belvídero solo pudo revivir su cabeza y uno de sus brazos poderosos. Con este, estranguló a su hijo por aquella ineptitud. Al final, el intento por burlar el devenir de la vida y sus cambios terminó en una aberración: un parricida monstruoso, que llegó al punto de devorar a su propio hijo para conservar el poder. Por supuesto, es imposible no pensar en la historia de Cronos y el cuadro de Goya. Pero también se vislumbra la oligarquía colombiana, parricida del proceso independentista y que ha devorado a cualquier hijo del pueblo que ha luchado por una nueva época.


El cuento permite que enfoquemos la atención en ese imposible que significa pretender detener el cambio histórico. El primero fue traicionado por la ambición de su hijo y el segundo no pudo revivir por completo y se convirtió en una cabeza horrenda, que devoraba todo a su paso, incluso a la misma institución clerical. Así le pasa a la oligarquía; aunque pudiera destruir al gobierno popular, el país jamás será el mismo. El antiguo régimen, en su afán por derrocar al presidente Petro, se ha llevado por delante todo el andamiaje institucional, que esa misma derecha había construido y ejercido. No solo la fiscalía está en la palestra. La oposición ciega al cambio, los intentos por sabotear al gobierno e impedirle actuar, más las conspiraciones golpistas, han puesto en discusión el rol de otras instituciones del Estado. El papel de las Cortes ha sido más que cuestionable; puede decirse que nefasto. El Consejo de Estado se ha dedicado a emitir sentencias exclusivamente en contra del gobierno o del Pacto Histórico, mientras absuelve en todos los casos a la oposición. La Corte Constitucional saboteó el desarrollo social que se impulsaba para la Guajira y le regaló billones a la multinacionales de hidrocarburos permitiendo la exención de las regalías. El colmo es el de la Corte Suprema de Justicia, que, al tiempo que dejaba libre a varios corruptos, dilataba sin razones lógicas la elección de la nueva fiscal. Mientras tanto, la fiscalia pretende enjuiciar al presidente, cosa que no puede hacer por orden de la Constitución, para provocar el derrocamiento del gobierno. Lo peor es el la leguleyada que utilizan: convertir los testigos electorales de Colombia Humana, financiados por Fecode, como gasto de campaña, cuando los testigos actúan después de las elecciones y no en la campaña. El golpe es evidente, así como el doble rasero. Se dejó impune a Duque con el narco Ñeñe Hernández, pero se persigue a los profesores por una donación legal al partido Colombia Humana y no a la campaña del presidente.


Es evidente que las instituciones y entes del Estado no funcionan como un contrapeso al ejecutivo. Lo que hacen es impedir el proceso de cambio y mantener intacto el antiguo régimen. Por eso sabotean las reformas, se tumban los decretos, se tergiversa las iniciativas presidenciales y se persigue sin reparo a los funcionarios del gobierno. El caso más emblemático es el de la Procuraduría, una institución que no le aporta nada al país y que ha desatado un enfrentamiento con el ejecutivo ante la posibilidad de una reforma a la justicia, en la que ese ente inservible y corrupto desaparezca. Por primera vez se suspende a un Canciller de su cargo. Lo realmente grave es que se hace por haber impedido una licitación amañada en los pasaportes, que estaba hecha a la medida de un solo oferente. Pero esa Procuraduría nunca dijo nada ni se dio por enterada de los gravísimos hechos de latrocinio al presupuesto nacional en el anterior gobierno. Por ejemplo, nunca dijo nada de los congresistas que conformaban el Clan de las Marionetas; todos de derecha. Tampoco se pronunció sobre el prófugo de la justicia que dirigía el Departamento de Prosperidad Social en el anterior periodo y que el mismo Duque condecoró. Por su parte, la fiscalía también ha emprendido una persecución contra funcionarios del gobierno. El caso más importante sería el del presidente de Ecopetrol, que fuera el gerente de la campaña. Para esto utilizan la criminalización que han hecho de Fecode de forma mediática. Legalmente no tienen nada. Como se dijo, el aporte de Fecode no fue a la campaña.


Lo que se ve es que esa oligarquía es como ese Juan Belvídero, que quiere estrangular al gobierno popular o tumbarlo por partes, hasta que se venga abajo. Es igual, no posee escrúpulos, pero si una sed infinita de poder. Pero el pueblo y el gobierno popular no pueden ser como Felipe Belvídero, el hijo sumiso y servicial. No pueden someterse mansamente a los planes de los tiranos de toda la vida. No deben seguir encadenados por la moral de una mafia que da sus últimos estertores. Es hora de sopesar si aquella excesiva corrección no es una suerte de complicidad por omisión o, peor aún, por estupidez y cobardía. El presidente vuelve a llamar a la movilización popular para impedir el golpe. Tiene razón en hacerlo, esto fue lo que impidió que las conspiraciones golpistas no prosperaran en el 2023. Pero, hay que decirlo, las movilizaciones aún son flojas. El pueblo sigue aburguesado por haber ganado simplemente una elección presidencial. De quedarse quieto, aquella oligarquía mafiosa será capaz de estrangular el proceso de cambio, aunque esté moribunda. Es la hora de salirse de su lógica, de romper las reglas amañadas de su juego sucio. La misma mafia es la que ha ocasionado la ruptura institucional. Se acabó el tiempo de rogar al congreso por las reformas o de implorar a las cortes que hagan los correcto. Por enésima vez hay que decir que llegó la hora de que el pueblo tome su destino en sus manos y esto no es más que la movilización activa y constante hasta que el antiguo régimen quede definitivamente en el pasado.



Manuel Beltrán.

 
 
 

1 Comment


hackerfiscalia
Feb 12, 2024

Manuel, excelente su escrito. Le recomiendo que habra una cuenta gratis en substack.com para que haga sus publicaciones allá donde no censuran a nadie y en donde va estar rodeado de más escritores de varios paises. Es gratis. Lo esperamos y bienvenido!

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