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EL CISMA DEL SUR

  • Foto del escritor: Manuel Beltran
    Manuel Beltran
  • 21 ene 2024
  • 5 Min. de lectura

La Iglesia, como heredera del Imperio Romano, no pudo evitar los grandes cismas que acabaron dividiendo el poder imperial. De hecho, la misma Iglesia se convirtió en una de las causas de tales divisiones, justificadas siempre por motivos dogmáticos y cuestiones de fe. Asimismo, el actual Occidente, heredero de los imperios coloniales de la era industrial, tampoco podrá impedir la completa liberación de los pueblos del Sur. Occidente, entendido como la alianza de las potencias del norte entorno al poder imperial de Estados Unidos, que aún subyuga a sus antiguas colonias, está provocando una nueva rebelión de los pueblos del Sur, que aspiran a su independencia total y a vivir en un mundo más democrático. El cisma del Sur se constituye, entonces, en el parto del mundo multipolar, en el que los países históricamente oprimidos aspiran a tener unas relaciones más justas entre pares iguales. El Gran Cisma, que se refiere a la separación de la Iglesia Ortodoxa de la Iglesia Romana, configura una antítesis entre Oriente y Occidente; división que aún pervive en nuestro tiempo con gran intensidad. Pues bien, la rebelión de los pueblos del Sur, el cisma que los libere completamente del yugo, se convierte en una suerte de síntesis; en ese escenario, Latinoamérica es protagonista. No es de extrañar la importancia que tuvo la región en el Foro de Davos, donde se trató el tema que abordamos. Allí se pudo contemplar con toda nitidez las dos vertientes que han emergido en esta palestra: por un lado, la soberana, representada por el presidente de Colombia; y otra, la entreguista, dictada por las fuerzas imperiales de Occidente, recitada por el mandatario actual de Argentina.


La crisis del modelo neoliberal y del capitalismo, sumada al ascenso de Oriente y a la guerra imperialista, han generado una clara contradicción en los objetivos del Norte y el Sur en Occidente. Bien lo señaló el presidente en sus intervenciones en Davos, de cara a los dueños del poder occidental: no hay ninguna coincidencia entre los hijos del sur y los imperios del norte frente a la guerra en Ucrania; mucho menos sobre el exterminio contra Palestina, que es un ejemplo de lo que le puede pasar a cualquier nación del sur que se convierta en objetivo. La pandemia demostró que para los amos del Norte, la vida de los del Sur vale menos, las vacunas fueron el mejor ejemplo. El Sur rechaza el bloqueo contra Rusia porque ha sido víctima de las mismas estrategias, al igual que la guerra económica contra China. En el caso del cambio climático, el Norte contamina y el Sur, se desplaza para encontrar la xenofobia brutal de los culpables y no su arrepentimiento. La solidaridad no existe para la clase obrera migrante que proviene del Sur y busca oportunidades en el Norte; solo se levantan muros y campos de concentración. El presidente colombiano, en nombre del proceso latinoamericano de cambio que representa, denunció todo estos temas y también aportó soluciones necesarias, aunque seguramente los dueños de Occidente hagan oídos sordos, como pasó con su intervención en la ONU antes de la invasión a Gaza. Según el jefe de Estado de los colombianos, debe haber una reforma real y profunda de la geopolítica occidental, basada en la transformación del sistema económico hacia las energías limpias y una mirada más equitativa de la sociedad, en la que los poderosos asuman sus compromisos con la vida y los vulnerables. También señaló la importancia de respetar la soberanía y la independencia de los países del Sur, una relación justa y entre iguales con los del Norte. Por supuesto, tiene toda la razón, pero es obvio que a los más poderosos nunca les ha interesado estos cambios de forma honesta. En realidad usan estas buenas intenciones como fachadas para encubrir sus verdaderas ambiciones sin límites. Sin embargo, lo más importante es que el presidente Petro ha lanzado la advertencia en sus caras: de no hacerse estos cambios, la rebelión y el cisma estarán garantizados.


Mientras el presidente colombiano habló en nombre de los pueblos del Sur, el de Argentina habló en nombre de sus amos del Norte. En un discurso repetido, que ya había dado en una conferencia (hecho comprobado por los medios argentinos), Milei habló de una amenaza contra el supremacismo de Occidente y su derecho divino a gobernador La Tierra por los siglos de los siglos. Lo curioso es que Argentina es un país del Sur, saqueado por el poder occidental a través del FMI. Pero el presidente de Argentina no solo obvió esta realidad, sino que siguió con otros planteamientos que esclarecen muy bien la postura de la extrema derecha occidental que ve amenazada su hegemonía. Milei ensalzó al capitalismo en momentos muy precisos de la historia, que en el fondo revelan su ideología política y explican su servilismo con las potencias del Norte. Los momentos cumbres del capitalismo para Milei resultan una confesión: la invasión y saqueo de América, que permitió la Revolución Industrial; el siglo XIX, es decir, el siglo del colonialismo de las potencias capitalistas del Norte, que permitió la creación de los imperios modernos que llevaron al mundo a las guerras mundiales; la posguerra en la que EEUU consolida su poder, como cabeza indiscutible de Occidente, y la etapa alrededor del final de la Guerra Fría y los delirios del Fin de la historia. Cualquiera diría, que Milei habla en nombre de un gobierno anglosajón o sionista. Lamentablemente, no es así. En nuestra región, así como existe la alternativa para nuestra soberanía, está instalada la reacción a esta posibilidad. Lo peor de todo es que esta postura entreguista, que se opone a la liberación de nuestros pueblos, instrumentaliza el concepto de libertad para mantener la sujeción.


Ahora bien, ¿a qué se debe esa obsesión del extremista Milei con el socialismo? Aunque puso a su país de ejemplo, Argentina está lejos de ser un país socialista; nunca lo ha sido. La respuesta habrá que buscarla en las palabras de Beltot Brecht: "¿De qué sirve la verdad sobre el fascismo que se condena, si no se de dice nada sobre el capitalismo que lo origina". El discurso de Milei representa eso, el fascismo irracional desatado por la defensa ciega de la barbarie que genera el régimen mundial, ni siquiera el mínimo esfuerzo para reformarse; al contrario, quiere sumergirse en la barbarie de lo más abyecto del pasado. Se pretende imponer como moral la versión más salvaje de un sistema que de por sí es salvaje. Como un pontífice del fracasado modelo neoliberal, Milei le vende al mundo que ese fiasco es la alternativa para el futuro. Por su parte, la propuesta del presidente Petro será reconocida con el tiempo como una verdad histórica, como una premonición ; como un profeta que no será escuchado por la soberbia de un sistema imposible de reformar y una élite arrogante. Por supuesto que debería haber una alianza y entendimiento entre el Norte y el Sur, pero por ahora es una fantasía; los imperialistas seguirán construyendo muros y desatando guerras en el Sur. La respuesta a la propuestas de paz ha quedado clara con la negativa a un cese al fuego en Gaza o en Ucrania, con los bombardeos a Yemen, con las provocaciones de Occidente en Taiwán, con la crisis de África y bloqueo a los países que se rebelaron, con los intentos por destruir el segundo ciclo progresista en Latinoamérica e instaurar un eje fascista con Argentina, Ecuador, El Salvador y los golpistas de Perú. Tal vez no haya más alternativa que ese cisma del Sur para que exista el futuro.


Manuel Beltrán.

 
 
 

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