
LA AVENTURA DE LA RAZÓN
- Manuel Beltran
- 17 dic 2023
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 23 dic 2023
En una de las tantas cartas que Simón Bolívar le envió a Francisco de Paula Santander, el Libertador le comenta que su mentor Simón Rodríguez suele enseñar mediante el juego con los niños, un método diametralmente opuesto al mecanismo rígido de la colonia. Parece un hecho meramente anecdótico hoy en día, pero el asunto es más profundo y nos afecta en la actualidad. Simón Rodríguez no solo se oponía al sistema educativo de la colonia por su rigidez, también estaba en contra del sistema de castas que reproducía; el sistema era un mecanismo para mantener la segregación, por tanto, el esclavismo, la servidumbre y el absolutismo. Simón Rodríguez planteó la necesidad de una educación que no solo prometiera la igualdad como una quimera, sino que la llevara a la práctica; en la que se incluyeran a todos los seres humanos por igual. Esto le generó la persecución de la corona, que lo acusó de estar vinculado con un movimiento pre-independentista. Él era un revolucionario en la teoría y en la práctica; además, pionero de la educación pública y republicana. Y aunque haya pasado dos siglos de supuesta República, es evidente que el sistema sigue reproduciendo la desigualdad actual y solo habla de igualdad como una utopía, no una práctica empírica. Es evidente que no todos los colombianos tienen el mismo acceso a la educación y a la cultura. Lo peor de todo es que esta injusticia empieza en la más temprana edad. Por eso las palabras del presidente sobre la desigualdad entre los que tienen acceso a una mejor educación preescolar (que se expresa en el aprender jugando) me ha recordado la carta de Bolívar sobre Simón Rodríguez. Es otra fase de la independencia inconclusa, que nos recuerda que no hay revolución sin un cambio educativo, que abra camino a un nuevo orden, más allá del modelo neoliberal.
La reforma a la educación se puede resumir en una palabra: equidad; que el pueblo humilde pueda acceder a los mismos derechos que los privilegiados. Sin embargo, esto no parece nada nuevo a simple vista; durante décadas estas ideas han sido expuestas por la Constitución, sentencias de la Corte Constitucional y toda la propaganda del antiguo régimen. No obstante, en la práctica esto siempre ha sido una quimera. La reforma pretende resolver esos casos concretos que ayudan a reproducir el orden de absoluta desigualdad neoliberal. Por ejemplo, si retomamos el tema del juego y los niños, vemos que la iniciativa plantea un fuerte enfasis en ampliar la educación preescolar, hacerla realmente pública y universal, además de extender su duración. También buscará que los cursos de décimo y once sean universales para que no se rompa el puente que lleva del colegio a la universidad, donde el acceso tiene que ser total. Para esto se necesita una inversión real en la educación pública, que rompa con el modelo neoliberal de un vulgar negocio. El país debe priorizar el saber; si quiere generar un progreso real, que transforme la vida de todos los ciudadanos, debe apostar por este derecho sin la miopía de la ambición privada. Aquí es donde aparecen los opositores de la propuesta, pues son muchos los privados que se han enriquecido a costa de lo público, lo cual hace sistemática la desigualdad: solo accede el que pueda pagar.
Por ahora, la reforma no encontró mayor oposición en el congreso de la República, donde fue aprobada en primer debate de la comisión primera de la Cámara de Representantes. Sin embargo, al ser una ley estaturia, faltan otros siete debates en los que puede pasar cualquier cosa. Esta reforma, al igual que todas las de corte social, supone un paso más para seguir desmontando el viejo orden neoliberal, donde se subsidiaban instituciones educativas privadas con dineros públicos, mientras una enorme capa de la sociedad no puede acceder a una educación pública ni privada por falta de recursos y abandono del Estado. Pero esta también es una ocasión que nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre el carácter de este proceso de cambio. En otras palabras: si queremos desmontar el modelo neoliberal, ¿hacia dónde vamos? Por ahora, vamos a un modelo mixto (público y privado), en casi todos los aspectos: salud, educación, pensiones, etc. Otro capítulo que comprueba que estamos en un proceso híbrido. Por un lado, es revolucionario, en la medida que sus reformas son reales y necesarias para la sociedad; por otro, es reformista porque su revolución es consensuada, siempre con objetivos bastante delimitados. Sin embargo, es inocente creer que esta reforma ya está asegurada. Al igual que las otras, necesita del respaldo popular. Si queremos educación para ciudadanos iguales, el pueblo debe empezar actuar como un ciudadano que ejerce su ciudadanía y defiende lo suyo (poner en práctica a Simón Rodríguez, que, ante la persecución de la corona, viajó por el mundo mientras compartía y ponía en práctica sus teorías).
Vale la pena preguntarse hasta dónde la educación puede modificar una sociedad, si esta mantiene las mismas relaciones de poder en la práctica. De qué vale cursar todos los estudios, si no se pueden poner en la práctica en la vida real, porque el campo laboral es limitado en una economía raquítica. ¿Vamos a seguir viendo la fuga de cerebros a países con mayor desarrollo? ¿No será necesario que la sociedad también sufra una transformación a nivel económico que dé viabilidad a ese desarrollo educativo ? Ambas cosas van de la mano; es la teoría y su práctica. Colombia necesita desarrollarse económicamente para potenciar su nivel educativo y científico, a la par que necesita un sistema educativo pujante, para impulsar dicho desarrollo. Por otro lado, será una prueba de fuego para poner en práctica la concreción de un nuevo Estado, que sí está en las regiones de todo el territorio del país. Al igual que pasa con la reforma a la salud, las regiones esperan más porque han recibido menos. El gobierno del cambio tendrá que demostrar la capacidad de ejecutar lo que promete la reforma. Ahí salta otro interrogante, en medio de esta conclusión: ¿alcanzará el gobierno popular a sacar adelante la reforma y su implementación con una institucionalidad diseñada para que nada cambie? Sin duda, será otro buen reto para ver si este es un gobierno de transformación o de grandes ideas. Quizá sea tiempo de reconocer que el juego está amañado para que los cambios no se den o puedan ser revertidos o truncados en el próximo gobierno. Quizá sea hora de reconocer que los cambios deben ser más profundos y estructurales. Eso solo lo dirá el pueblo con el tiempo. Esta reforma a la educación será otro escenario para el movimiento popular, esta vez de estudiantes y maestros. Si el pueblo quiere una educación de mayor calidad, que sea un derecho universal y real, deberá aprender a luchar por esta. Allí reside el cambio cultural; pasar de ver a la educación como un elemento que justifica la exclusión y alimenta la irracionalidad neoliberal, a un componente esencial de la verdadera libertad entre los hombres libres que constituyen un pueblo solidario, como profesaba Rodríguez.
Manuel Beltrán.
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