
EL CAMBIO AVANZA
- Manuel Beltran
- 3 dic 2023
- 5 Min. de lectura
Solemos asociar el pensamiento crítico a la derrota; como si la única forma de alcanzar una racionalidad reflexiva fuera mediante el fracaso. Las victorias y logros suelen verse como triunfalismos, alejados de la realidad. De hecho, es una deformación del pensamiento moderno. La diferencia entre el Quijote y Orlando Furioso es que el primero sí podía fracasar, el otro era un personaje de leyenda. Sin embargo, el Quijote no solo mordió el polvo, también pudo deshacer ciertos entuertos y salir victorioso en algunas aventuras. No es verdad que solo se pueda ser crítico en el fracaso. Este credo es propio de una izquierda acostumbrada a estar en la oposición eterna; esa que ve en el derrotismo la verdadera honestidad intelectual. No es raro que los personajes que comulgan con esta fe masoquista estén de acuerdo con la extrema derecha al decir que en Colombia no ha cambiado nada. Buscan, a diestra y siniestra, algunas ínfimas razones (la mayoría de veces inventadas bajo los patrones de sus dogmas) para declarar el fin del proceso de cambio y anunciar un nuevo sometimiento del pueblo ante la oligarquía. En el fondo quieren que el pueblo fracase y regodearse con la expresión "se los dijimos". Sin embargo, el pueblo no es el mismo inocente que creía que se estaban "metiendo en los conjuntos", como pasó en el paro de hace cuatro años. Desde las movilizaciones de 2019, cuando empezaron los estallidos sociales, el pueblo ha acumulado experiencia y sabiduría. Hoy en día, el pueblo sabe que el cambio es un camino largo y espinoso, en el que se avanza y se retrocede; donde hay que aprender del fracaso y de la victoria por igual. En el triunfo es importante valorar los avances para defenderlos, al tiempo que es necesario evitar la ceguera que puede traer la soberbia. En la derrota es vital reponerse, levantar la cabeza, no entregar las banderas y avanzar hacia el futuro con la experiencia alcanzada. En la presente columna intentaremos dar algunos ejemplos de avances del proceso de transformación nacional y una reflexión crítica de los mismos. Insistimos: si el pueblo no reconoce sus conquistas, jamás podrá protegerlas.
El avance más evidente es el de la reforma a la salud, que al fin pudo romper el cerco que le habían puesto en la Cámara de Representantes, donde está a punto de ser aprobada en su totalidad. Esta reforma se ha convertido en la iniciativa más importante del gobierno popular hasta ahora; no solo por ser la que más polémica ha suscitado en la opinión pública, sino también porque simboliza todo el proceso popular por abolir el modelo neoliberal. Es como si el pueblo hubieses llegado a la conclusión inconsciente de que si se consigue que la salud ya no sea un negocio monopólico a costa de dineros públicos, esto podrá replicarse en otros sectores (educación, transporte, infraestructura, etc.). A estas alturas, el trámite legislativo en esta reforma a la salud ya va en la mitad, lo cual es un logro tremendo para el pueblo y el primer gobierno de izquierda del país. Hace cuatro años, cuando el pueblo salió a las calles contra la primera reforma tributaria de Duque, nadie imaginaba el escenario actual de la reforma a la salud del gobierno de Petro. Sin embargo, viene la parte más dura de la batalla: el senado de la República. Allí el debate será más difícil, especialmente en la plenaria. El gobierno deberá jugar muy bien sus cartas, aún queda por delante la mitad de la partida. Por su parte, el pueblo tendrá que salir a las calles a exigir que se cumpla con el mandato de cambio.
El aval de la ley de Paz Total, por parte de la Corte Constitucional, constituye otro avance, especialmente, porque controvierte la idea de que esta fallará siempre en contra del gobierno y de sus reformas. Aunque modificó algunas cuestiones, la Corte Constitucional demuestra en esta ocasión que no está jugada por impedir los cambios. Los sectores contrarios al proceso de renovación han intentado por todos los medios instalar la idea de que la Corte tumbará todo lo que huela a reforma. Sin embargo, esta ilusión parece esfumarse ante los últimos acontecimientos. Esto es importante porque no permite que el país caiga en el derrotismo y deje de pelear por las reformas. Si el pueblo considera que puede vencer, luchará con mayor ahínco. Veámoslo en el caso de la reforma a la salud. Los opositores a esta iniciativa han repetido hasta el cansancio que la Corte la tumbará, de pasar en el Congreso. Hoy ya no pueden estar tan seguros de eso. Sin embargo, no todo es color de rosa. El dictamen de la Corte abre el camino para una nueva persecusión contra los presos políticos de la Primera Línea. Lastimosamente, la Corte le abre la puerta a la paz, pero deja abierta la rendija para que una fiscalía en manos del fascismo persiga a la juventud.
En cuanto a la economía, el país se encuentra por buen camino. Las cosas marchan sobre ruedas; la inflación se dirige a un solo dígito, el desempleo se encuentra cercano a descender del 9%, la inversión extranjera y el turismo aumentan, al tiempo que la moneda colombiana sigue siendo una de las más fuertes en este 2023; además del buen momento de Ecopetrol. Estos son logros en materia económica, de parte del gobierno popular, que deben ser mostrados y defendidos en medio del debate público. Los sectores contrarios al cambio, que lanzaron tantas profecías funestas por ser la primera vez que gobierna la izquierda, hoy deben guardar silencio ante los buenos indicadores. Sin embargo, el cielo despejado se ve bajo amenaza por unas nubes turbias, creadas de forma artificial por los enemigos del cambio. La tal desaceleración económica, que tanto pregonan los medios, tiene su origen en la tasa desbordada del Banco de la República, que día a día va estrangulando el crecimiento del país. Lo que buscan es una profecía autocumplida, generar una crisis y culpar al gobierno popular. Es un ataque estructural, por lo que debe ser tomado con toda la seriedad del caso. Para el pueblo y su gobierno la reducción de la tasa de interés debe ser una prioridad.
En materia de política internacional, los avances también son notables. Colombia ha pasado de ser un país servil a los intereses imperiales, que despertaba la desconfianza de los demás pueblos, a convertirse en la vanguardia de esa humanidad que no pertenece a la élite mundial ni a los países más poderosos de la tierra. En materia climática, en resolución de conflictos, en la denuncia frente a la barbarie contra Palestina o la doble moral en Ucrania por parte de Occidente, Colombia se ha convertido en vocero de esos pueblos que se conocen como los del Sur, es decir, los que siempre han estado bajo el yugo imperial. El gobierno del cambio también ha sabido priorizar los intereses económicos del país, lo que se ve en acuerdos energéticos con PDVSA y Petrobras o en mantener las buena relaciones con Ecuador en materia eléctrica, pese al nuevo gobierno de ese país. Por supuesto, aún estamos sometidos a ese imperialismo que controla nuestros pasos, pero hay que resaltar que Colombia ha empezado el camino para una política soberana. Colombia merece una mejor posición que la de un simple segundón de EEUU o Israel. Eso es lo que buscan los títeres fascistas que llegaron a la presidencia de Argentina. Colombia, en la actualidad, representa la alternativa soberana para Latinoamérica.
Manuel Beltrán.
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