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GOLPE EN SANTA MARTA

  • Foto del escritor: Manuel Beltran
    Manuel Beltran
  • 26 nov 2023
  • 5 Min. de lectura

El golpe a la voluntad popular en la elección a la alcaldía de Santa Marta le recuerda al país que el cambio es una construcción, y en Colombia está lejos de haberse concretado por completo. La reflexión es que haber ganado la presidencia no es la meta, sino el inicio de la carrera; en 2022 el pueblo ganó el derecho a correr, pero no había vencido en la competencia. Las élites de la derecha política, el establecimiento de toda la vida, le recuerdan a los colombianos que aún ejercen el poder en la sombras y son dueñas de la gran mayoría de las instituciones a plena luz del día. Al mismo tiempo que las altas cortes elegían como Registrador de la República a un tipejo perteneciente a la politiquería tradicional, en Santa Marta se cometía uno de los fraudes electorales más burdos y descarados de la historia colombiana, por medio de una comisión escrutadora nombrada por la corrupta registraduría en ejercicio. Pero no es la única situación donde el antiguo régimen demuestra abiertamente su vigencia. El sabotaje a las reformas en el congreso ya es pan de cada día; la tasa de interés del Banco de la República no tiene otro propósito que torpedear al gobierno y estrangular la economía. Más grave aún, el país es testigo de unas cortes politizadas, que están tomando partido en contra del gobierno, por no hablar de los entes de control. Ya se anuncia desde los pasquines de la extrema derecha, por ejemplo, que no habrá nueva fiscal, sino que seguirán los mismos en la Fiscalía General. Bueno, es que eligen los mismos, la Corte Suprema. Todo está bien amarrado para que nada cambie, la presidencia solo es un poder contra un gavilla sin escrúpulos. Esa gavilla está dispuesta a cualquier cosa para retomar la sitiada jefatura del Estado, ya queda claro con los bochornosos hechos en Santa Marta.


La razón por la que Santa Marta se convirtió en el epicentro de la política nacional se debe a la manera tan burda en que se llevó a cabo el robo electoral. Con un ensañamiento brutal contra Fuerza Ciudadana, las élites locales y nacionales cometieron todo tipo de irregularidades para desconocer la decisión del pueblo en las urnas. Primero, inhabilitaron a la candidata de Fuerza Ciudadana que lideraba de lejos en todas las encuestas. Lo hicieron a pocos días de las elecciones para que no hubiera tiempo de reacción. Sin embargo, Fuerza Ciudadana respondió; Carlos Caicedo renunció a la gobernación y se dedicó a la campaña. Se presenta un nuevo candidato, Jorge Agudelo, al que tampoco querían dejar participar. Una tutela garantiza que se pueda inscribir y gana los comicios. Sin embargo, desde el primer momento, empieza una operación para no dejarlo llegar al cargo. El recuento de los votos se detiene y no se le entrega la credencial. Día a día, se lanzan argucias para no terminar el conteo. Mientras tanto, una decisión del Tribunal del Magdalena pretende anular la tutela que ya había tenido efecto con los más de 85 mil votos que eligieron al candidato de Fuerza Ciudadana. Entonces, la comisión escrutadora se toma atribuciones que no le corresponden y anula los votos del ganador, para darle la credencial de alcalde electo al perdedor. La comisión golpista usurpa funciones de la Corte Constitucional al decidir sobre la tutela; del CNE, al determinar acerca de candidaturas; de juez electoral, al anular los votos. Se cumple el viejo refrán colombiano, forjado a partir de innumerables fraudes: "El que escruta, elige".


Sobra decir que esta historia no empieza hace unas cuantas jornadas. De hecho, empieza en el 2011, cuando Carlos Caicedo vence a los clanes mafiosos de Santa Marta y empieza un periodo de transformaciones para la capital del Magdalena. El respaldo popular aumenta y el movimiento hace lo mismo. Se consigue en elecciones posteriores mantener la alcaldía y ganar la gobernación del departamento. El Magdalena había estado dominado por clanes de la parapolítica y sufrió como pocos la barbarie paramilitar. Carlos Caicedo y Fuerza Ciudadana constituyen una proeza en Colombia, de cómo una región pasa de ser bastión del fascismo a convertirse en ejemplo de cambio y renovación. En 2018, Carlos Caicedo participa como candidato presidencial en la consulta de izquierda, junto a Gustavo Petro. Este acto contribuye a poner a Petro en la segunda vuelta y como oposición y alternativa para 2022. En 2019, Fuerza Ciudadana vuelve a ganar en Santa Marta y Magdalena, pero allí empieza el golpe, encabezado por el mismo Duque. Desde la presidencia, este no hace más que bloquear y atacar a las administraciones departamental y municipal. Llega al punto de intervenir el sector sanitario y el sistema de salud, quitando del control de las autoridades locales el manejo de hospitales públicos. Duque también interviene la ESSMAR, la empresa pública de la región, y se la quita a las autoridades electas por Fuerza Ciudadana. Obviamente, todos estos ataques generan sufrimiento a la población, incluso una crisis de basuras; aún así, la derecha tiene que apelar al fraude para volver al poder en la capital samaria. El manual del golpe blando puesto en ejecución.


No cabe duda de que este es el primer gran episodio de cara a las elecciones del 2026. No es casualidad semejante conspiración para tomarse simplemente una ciudad como Santa Marta. Más allá del reparto burocrático y de la corrupción a costa de los recursos municipales, queda constatado que Fuerza Ciudadana está llamada a ser protagonista en los años por venir. Tal vez, algo que no calcularon los artífices intelectuales de este robo electoral es que le han dado la visibilidad a nivel nacional que le hacía falta a Carlos Caicedo. Esto recuerda mucho a la injusta destitución de Petro en la alcaldía de Bogotá, que terminó empujándolo a convertirse en el jefe de la oposición y alternativa de cambio. Carlos Caicedo no solo encarna la continuación y profundización del proceso popular, sino que también la posibilidad de renovación sin traición a lo alcanzado. Tiene su propia trayectoria por lo que no sería simplemente el que diga Petro. Y así no logre la victoria, será determinante para unir fuerzas con otros sectores que optan por el cambio. De allí la obsesión de la derecha. Quieren presentarlo como perdedor, pero lo han catapultado al selecto grupo de presidenciables. Así, el pueblo tiene una opción para seguir avanzando y no quedar marginado una vez pase la presidencia de Gustavo Petro.


Algunos culpan erróneamente al presidente de la República por lo sucedido en Santa Marta. No han comprendido que el presidente no es una especie de ser todo poderoso y que, aunque sea el jefe de Estado, depende y está rodeado por otros poderes públicos y fácticos. La República está compuesta por varios poderes y se necesitan varios gobiernos progresistas para cambiar el equilibrio de las fuerzas; 200 años no se cambian en 2. Por otro lado, al ejecutivo le es muy difícil y perjudicial intervenir en asuntos electorales. Lo mismo sucede con las decisiones arbitrarias de las altas cortes; por ejemplo, la Corte Constitucional tumbó incluso un decreto que buscaba combatir la desnutrición infantil en la Guajira. Por haber ganado una elección, no se borran dos siglos de historia. El pueblo es el que debe avanzar y no esperar a que el presidente resuelva cada asunto, como si no tuviera bastante con los de sus funciones. El pueblo es el que se debe movilizar para condenar el fraude y evitarlo. Se debe dar el debate y actuar. No se puede cuestionar y criticar a los que promueven el mito del fin de la historia, si nosotros mismos nos creemos el cuento de que solo bastaba votar por Petro para descansar. Si nos quedamos dormidos, esto seguirá siendo lo mismo de siempre y los avances se habrán perdido. Este ha sido también un golpe de realismo; Colombia aún no es una democracia.


Manuel Beltrán.

 
 
 

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