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LA UNIDAD LATINOAMERICANA

  • Foto del escritor: Manuel Beltran
    Manuel Beltran
  • 17 nov 2024
  • 7 Min. de lectura

A los gobiernos de izquierda en la región no les queda otra opción que la unidad, si no quieren caer como fichas de dominó y ser reemplazados, electoralmente o mediante golpes, por regímenes de extrema derecha. Por más que los medios hegemónicos repitan sin parar que a Trump no le interesa Latinoamérica, con el fin de que nuestros pueblos bajen la guardia, la arremetida no tendrá miramientos. Entre otras, porque lleva muchos años preparándose; el Eje Trumpista no se formó de la noche a la mañana. Desde el fracaso del Grupo de Lima viene gestándose otra estrategia, aún más agresiva, en la que se normaliza al fascismo y se habla de invasiones de forma abierta y sin ningún recato. Atrás queda la zanahoria con la que la administración Biden dividió a los gobiernos de izquierda entre buenos y malos, entre socialdemócratas y socialistas. Ahora, todos son rojos que deben caer en esta nueva operación cóndor. La mayor ventaja del imperio, no obstante, reside en que la Unidad Latinoameicana es tan necesaria como difícil de alcanzar. La Unidad Latinoameicana no solo es un destino, también se torna en utópica por lo inmenso de tal gesta y el cruce de tantos intereses internos y externos. Aquí, se intentará hacer un recuento somero de esa complejidad que mantiene a nuestros pueblos divididos y débiles. En especial, se buscará presentar una alternativa que no caiga en la fantasía, sino que vislumbre una posibilidad más realista y, por tanto, hable con más fuerza. Al Eje Trumpista se le enfrenta con la Unidad Latinoamericana.


El sueño de Miranda sobre un solo Estado que, luego de su independencia, mantuviera la cohesión de todos los territorios que estuvieron bajo el yugo de España parece una quimera hoy en día. A la altura del denominado segundo ciclo progresista en la región durante el siglo XXI, los intereses de los diferentes componentes de esa unidad hoy buscan intereses contrarios. Ni los países del Cono Sur ni Brasil parecen buscar lo mismo que los países bolivarianos o el mismo México. Estos bloques demuestran que en la actualidad no se puede hablar de una región homogénea. Lo único que los une a todos es la amenaza que ahora se cierne desde el norte, la vuelta de la doctrina Monroe en su expresión más radical. ¿De quién es América? Según los gringos es su propiedad privada, con unos siervos al sur que suelen ser revoltosos, pero a los cuales es fácil doblegar uno por uno o por bloques. En 200 años el imperio no ha cambiado, sigue usando el mismo método. Lo mismo pasa con la resistencia. Así como la utopía de Miranda, aún monárquico, tuvo que ser reemplazada por la siempre combativa y científica visión de Bolívar, que entendió la necesidad de pasar a una República, más la liberación de los esclavos y los siervos para la gesta libertadora. Ese Bolívar que se concentró en la independencia de Colombia y Venezuela y, luego, aseguró la gesta con la expulsión de los españoles de Ecuador, Bolivia y Perú. Sin embargo, Bolívar también cayó en la fantasía de una unidad más amplia, en vez de concentrar las fuerzas en una gesta que ya era lo suficientemente grande. Al primer ciclo progresista le pasó lo mismo. Por más beneficios que países como Brasil o Argentina recibieron de ese primer ciclo, hoy en día han demostrado que no les interesa esa unidad. Brasil se concentra en cimentar una hegemonía regional, delegada por los mismos estadounidenses. Argentina está entregada de pies y manos a los gringos. Por su parte, Chile, aunque tenga gobierno de "izquierda", también está sometido. México ha intentado retomar su legado latinoamericano y alejarse de esa visión norteamericana que le fue impuesta. Centro América está dividida en pequeñas naciones. En cuanto al CARICOM, ha sido un ejemplo de unidad, pero carece de la fuerza suficiente. Son los países bolivarianos lo que siguen luchando: por eso las tensiones políticas tan fuertes en Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela; por eso la amenaza de invasión imperial recae allí. Es en los países libertados por Bolívar donde debe concentrarse la fuerza de esa Unidad Latinoamericana. Ya no lo llamaría la Gran Colombia sino la República de Latinoamérica.


El dominio estadounidense sobre Latinoamérica se ha implementado, entre otras formas, mediante el uso de un capataz que actúe como aquel que ayuda a dividir y a mantener a nuestros pueblos bajo una mirada conservadora, leal al capitalismo promulgado por los gringos. España ha desempeñado ese papel a lo largo de la historia, sin embargo, a la fecha este rol está bastante desgastado, aunque no deja de ser influyente. Por ejemplo, el trabajo desempeñado por agentes españoles en el golpe de Estado en Perú fue notorio; la injerencia en México ni se diga, y los medios españoles en Colombia hacen y deshacen, como pasó con Canal 1. Pero España ya no es lo que era para nuestros pueblos. El cuentazo de la madre patria va quedando en el olvido y el idioma no es suficiente para aceitar tal dominio delegado. Eso no significa que no se intente renovar y se puede ver en la palabrita "Iberoamérica", un dejo de despecho que no asume la pérdida de influencia de la península en nuestro continente. Nosotros nos reconocemos como latinoamericanos, no como iberoamericanos. Es muy difícil sentir pertenencia por un territorio tan lejano, al que la gran mayoría de nosotros jamás llegaremos a conocer. Somos latinoamericanos porque da cuenta de una herencia aún más diversa proveniente de Europa, África, Asia y nuestros antepasados indígenas; que no se limita a la corona española. Somos latinoamericanos para denotar y connotar que somos diferentes a los estadounidenses y, por tanto, tenemos derecho a ser libres y dueños de nuestro propio destino. No queremos esa herencia de la España franquista, tan visible en esos latinoamericanos que piden invasiones para su propio continente; así como los franquistas ganaron gracias a los nazis alemanes, a los fascistas italianos y a la dictadura de Salazar en Portugal. Somos latinoamericanos y no queremos la tortura del toreo; la cultura verdadera son los versos de Federico García Lorca. Las pinturas sobre el encuentro de San Martín con Simón Bolívar, cuando este asume continuar la lucha por la independencia del Perú y Bolivia, después de la traición de la oligarquía bonaerense al procer argentino, me parecen más vivas que nunca.


El dominio por delegación que ejerce España sobre Latinoamérica no solo se ve amenazado por la distancia cultural e histórica que van separando a los dos lados del Atlántico, también se ve por la fuerte competencia que le ha venido a ejercer Brasil, el cual tiene todas las de ganar en este pulso, tanto económicamente como de manera presencial; su debilidad: el aislamiento cultural, principalmente el idioma. La cumbre de los BRICS y el veto de Brasil a Venezuela y Nicaragua puso de manifiesto esta realidad que ya venia emergiendo a través de otras cuestiones, pero que ya se ha hecho perfectamente clara: el deseo de Brasil de convertirse en el hegemón del Sur, que suele estar de acuerdo con los anglosajones que, a cambio, lo dejan tratar con China y Rusia. Ejemplos: el reconocimiento de Brasil al gobierno golpista de Perú; la insistencia de Lula en repetir el relato de la oposición venezolana; la no visita de Putin a la cumbre del G20 en Brasil. Esa amistad tan cercana entre Brasil y los anglosajones tiene profundas raíces que llegan hasta Portugal. Hay que recordar que el surgimiento de Brasil como Estado nación es muy diferente al de sus vecinos. El rey de Portugal trasladó su trono a Sudamérica, a diferencia de los Borbones; la independencia de Brasil se dio conservando la monarquía y se proclamó un Imperio, que encabezó la Triple Alianza (con Argentina y Uruguay) que cometió un genocidio contra Paraguay. Por otro lado, el dominio de Reino Unido sobre Portugal viene desde antes de las guerra napoleónicas y ha sido heredado por EEUU y Brasil. Brasil encabezó la Operación Cóndor y fue el modelo de dictadura militar. También fue modelo para el golpe blando, mediante juicios políticos en parlamentos de mayoría derechista, a principio de este siglo. El veto a Venezuela no fue casual, fue una política bien definida para mantener el estatus quo regional: EEUU, Brasil y los demás. Claro, ahora Lula parece cambiar de opinión frente a Venezuela tras el triunfo de Trump y una amenazante vuelta de Bolsonaro. Pero estas son cuestiones partidistas, la política de Estado, estructural, es la descrita anteriormente. Los países bolivarianos, unidos, serían una competencia muy poderosa.


La conclusión, no solo de este texto, se traduce en la realidad en luchas de opuestos y en continuas síntesis que marcan el devenir histórico de Latinoamérica por su segunda independencia. Los primeros gobiernos progresistas, que contradijeron al neoliberalismo imperante, llevaron al primer ciclo progresista y soberanista. La respuesta de las oligarquías condujo al Grupo de Lima y a la amenaza de invasión. Pero esto obtuvo como respuesta la aparición de varios estallidos sociales en la región ( Chile, Perú, Ecuador, Colombia) que dieron origen a una respuesta antifascista que generó, a su vez, el segundo ciclo progresista. Ahora, la respuesta del imperio se ha concretado, la zanahoria de Biden, produjo la división de la izquierda entre amigos y enemigos de EEUU, lo que llevó al arribo del Eje Trumpista. En definitiva, la resistencia a este bloque de corte supremacista reside en una síntesis primera entre la izquierda, entre lo que se ha denominado la izquierda de color rosa y la de rojo; se debe restituir un nuevo bloque antifascista, ante la caída de los socialdemócratas en Argentina y, muy posiblemente, en Chile el próximo año. El bloque de la Unidad Latinoamericana, encabezado por los países del Libertador, con apoyo de un México prometedor y un Brasil menos complaciente, es capaz de llevar a la región a un tercer ciclo en procura de la liberación. Derrotar la arremetida supremacista del trumpismo significará un paso difinitivo para la emancipación. Eso sí, las dificultades sobran y las posibilidades de fracaso son altas. Sea como sea, la historia nos ha llevado a este punto. Ya veremos el veredicto de este episodio. Tarde o temprano llegará el ciclo en que surja un bloque lo suficientemente poderoso para hacerle frente a la hegemonía estadounidense.


Manuel Beltrán.



 
 
 

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