
El hombre sin memoria
- Manuel Beltran
- 4 nov 2024
- 2 Min. de lectura
El Hombre Sin Memoria recibió el más cruel de los encargos: escribir un cuento corto.
Pensó en el inicio de aquella trama, una aventura nunca vista por la humanidad. Pero, al poco tiempo, comprendió que aquella historia era de otro, pues no recordaba el lugar ni la fecha de los acontecimientos. Mejor hubiese sido relatar una historia de lo más común.
Supuso que se trataba de una guerra o una conquista amorosa, que al fin y al cabo el hombre siempre muere por aquellas tonterías. Sin embargo, dudaba mucho al respecto. Le era imposible retener la imagen de los personajes que componían aquella ficción. Quizá se llamaban como él y su familia. Daba igual, su mente no alcanzaba a percibir las diferencias entre unos y otros. ¿Quiénes eran las víctimas y cuáles los victimarios?
Alguien le dijo alguna vez que un tal Cortázar cifraba su mayor esperanza en la capacidad del cuento para noquear al lector. Le preocupaba no recordar con claridad la idea que aquel sabio solía repetir en sus conferencias en Cuba u otra isla caribeña. Eso sí, le hacía mucha gracia esa comparación del cuento con el boxeo. Muchos boxeadores perdían la memoria como él, que escribía un cuento corto a lo Cortázar y se distraía más que un Quijote en una novela.
A lo mejor, le habían mentido solo con el propósito de dañarle el día. Si lo pensaba con detenimiento, podía ver con claridad que no recordaba quién le había encargado aquella empresa tan odiosa como la de escribir un cuento corto; mejor hubiese sido un decálogo.
Es más, a partir de este punto, empezó a dudar de su propia existencia, pues había llegado a uno de esos finales inesperados (a modo de guillotina) que suelen tener los cuentos cortos. Tal coincidencia no podía ser otra cosa que la prueba reina que confirmaba su no existencia. Su vida había sido una farsa, un cuento breve, que pronto se olvidará.
Manuel Beltrán.
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