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CONTRAGOLPE

  • Foto del escritor: Manuel Beltran
    Manuel Beltran
  • 27 oct 2024
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 28 oct 2024

Es más fácil hallar en la historia recuerdos sobre golpes de Estado, que anécdotas sobre contragolpes de Estado. Primero que todo habría que definir las cosas. ¿Qué vendría siendo un contragolpe de Estado? Es la acción por la cual un pueblo es capaz de revertir un golpe de Estado, sea blando o militar, y avanzar en un proceso de evolución social. En otras palabras, es un acto revolucionario, por el que una población puede impedir el retroceso y consigue avanzar en su desarrollo social. Podemos verlo como una síntesis que favorece a las fuerzas que buscan una nueva realidad frente a los reaccionarios del pasado. Es decir, la revolución no sucumbe ante la arremetida de los enemigos del cambio, sino que la aprovecha para confirmar la nueva verdad, la nueva versión de la realidad que al fin se ha gestado. El contragolpe es la confirmación de que el nuevo mundo es necesario y tiene toda la validez para existir y resistir. Se confirma que el viejo orden debe quedar atrás.


Veamos ejemplos en concreto (sobre otros países y lo que sucede hoy en día en Colombia).


Admitamos que los golpes del siglo XX en Latinoamérica tiene un referente claro en el golpe franquista de 1936. En cuanto al tema que nos atañe, veremos qué la República fue incapaz de preveer con efectividad el golpe y se negó a tomar las medidas pertinentes para evitarlo, pese a los antecedentes (como el golpe de Sanjurjo, meses antes). Fue el pueblo el que siempre buscó el mecanismo para evitar el triunfo de los fascistas. Lamentablemente, al anticiparse con una revolución que solo prosperó con fuerza en Asturias, en 1934, quedaron como enemigos de la misma República y los golpistas verdaderos, parásitos en las FFMM, los pudieron masacrar. Lo más grave, los franquistas pudieron mostrarse como defensores de la República en medio de esta brutal represión; de hecho, en el golpe del 36 se van a mostrar como defensores de la legalidad republicana, cuando solo buscaban destruirla. ¿Qué hubiera pasado si esa revolución no se hubiese anticipado, sino que hubiera estallado después? ¿Cuántos de los mejores cuadros revolucionarios se perdieron con la represión del 34? Siempre se ha dicho que el error del bando republicano fue priorizar la revolución y no la victoria militar. Lo cierto es que había un divorcio entre lo que buscaba esa República burguesa y la revolución socialista que luchaba desde su interior. Para nuestro tema, lo importante es que el contragolpe necesita de una organización, preparación y una denuncia constante, alerta máxima. También es cuestión de tiempo. El contra golpe de darse en el momento preciso.


Ahora veremos que cada caso es distinto, con características particulares.


La victoria más grande del chavismo no fue la victoria electoral ni la nueva Constitución. Su mayor triunfo fue el contragolpe de 2002. En ese momento, la historia llegó a un quiebre que abrió un nuevo ciclo. Durante los golpes del siglo XX en Latinoamérica, nunca se había visto que el pueblo pudiera revertir la situación. El chavismo aprendió que debía denunciar el golpe que se venía y que lo haría movilizado en la calle. Sin embargo, esto fue aprovechado por los golpistas. El choque de las dos marchas en Caracas, una oficialista y otra opositora, fue el teatro perfecto para desatar la violencia necesaria que justificara el derrocamiento de Chávez. A esto se sumó el pronunciamiento militar que pedía la salida del presidente, seguido de una toma de fuerza por parte de sectores de la extrema derecha, que disolvieron todos los poderes públicos. Pero el pueblo no se quedó quieto. La movilización fue tan inmensa, que sobrepasó a los golpistas. A esto se sumaron militares leales al gobierno que rescataron al presidente. Desde entonces, Venezuela nunca fue la misma. El contragolpe fue certero porque se dió en el momento justo. La clave fue la organización, capaz de adaptarse a los rápidos y maleables acontecimientos. Este es un prototipo del contragolpe, inmediato, veloz, contundente.


No obstante, existen otros contragolpes que tienen una duración más extendida en el tiempo.


Los bolivianos, en 2019, no pudieron revertir el golpe contra Evo Morales de forma inmediata. Les costó meses de lucha para derrotar de forma aplastante a los golpistas en las elecciones presidenciales, ganadas a pulso por la incansable movilización del pueblo indígena y trabajador. Para la Colombia de hoy este caso es particularmente especial. Desde hace un tiempo, la derecha viene promoviendo la idea engañosa que, supuestamente, el primer gobierno de izquierda se robará las elecciones en 2026. Como se ha visto no solo en el caso boliviano, también en Brasil y hasta EEUU, esta parece una estrategia alterna en caso que la derecha pierda en las urnas. Si no gana con votos, se viene un golpe en el que se deslegitima el resultado, para dar paso a la violencia y la sedición. Así empezó el golpe en Bolivia, con el desconocimiento a la reelección de Evo Morales (quizá esta sea una de las razones por las que Petro no busca la reelección). Después se desató la violencia organizada, el pronunciamiento militar, el intento de magnicidio y la heróica intervención del México de AMLO para salvar la vida de muchos. Colombia no puede pasar por esta situación; el pueblo colombiano fue solidario y denunció con la wiphala en la mano. No deja de ser curioso que la derecha denuncie fraude para el 2026, cuando es la misma derecha la que sostiene a un registrador inhabilitado para ejercer el cargo por haber renunciado tarde como magistrado del CNE. Debió hacerlo un año antes, como indica la ley, y no lo hizo así. El Consejo de Estado, el mismo que defiende a los que rompieron la Constitución desde el CNE (con una investigación supuesta y espuria al presidente), también mantiene a Penagos en su cargo.


Hay contragolpes que fracasan a corto, mediano y largo plazo. Ese parece ser el triste caso de Perú.


Han pasado tres años desde el derrocamiento de Pedro Castillo y la dictadura golpista se mantiene en el Perú. Más importante aún, el régimen de toda la vida ha triunfado y no se vislumbra en el horizonte ninguna alternativa que pueda arrebatarle el poder, como pasó de forma insospechada con aquel maestro de escuela, que aún está preso en un calabozo, junto a la voluntad popular de los peruanos. El congreso oligárquico y golpista sigue haciendo de las suyas, Lima continúa concentrado el poder y el progreso, una dictadura odiada por todos, pero sostenida por el poder fáctico; más los Fujimori, que controlan el país desde las sombras. Todo, claro está, con el apoyo de EEUU, que aún no consigue, empero, que China deje de ser el principal socio comercial del Perú. El pueblo sigue luchando en la calle, no ha dejado de hacerlo, pese a la barbarie de una represión inhumana, que cometió varias masacres como respuesta a la valiente lucha de los que buscaban defender el triunfo del pueblo en las urnas. Sin embargo, el pueblo no estuvo bien preparado, los golpistas tomaron la ventaja ante un ejecutivo aislado que respondió tarde. El pueblo se movilizó, como era su deber; pero, ante unas FFMM entregadas a los golpistas, solo encontró represión y abandono. Por más que se hable de golpe blando o golpe a secas, el papel de los militares siempre será definitivo.


En Colombia el contragolpe tiene nombre propio: Pegasus.


Desde el momento en que la oligarquía quiso bloquear al país para desatar el juicio político al presidente, este denunció el caso de la compra ilegal de aquel virus para espionaje. Al principio, muchos lo tomaron como una simple cortina de humo, como una pantomima para desviar la atención. Sin embargo, el hecho resultó una bola nieve que no ha hecho otra cosa que crecer. A estas alturas, no hay duda de que la compra ilegal se hizo por más de 11 millones de dólares, en tiempos del Estallido Social y de la campaña que condujo al triunfo popular de 2022. Tal ha sido el impacto de las revelaciones, que el proceso del CNE pasó a segundo plano, sin que deje de ser una amenaza, por supuesto. Pero es obvio que los golpistas perdieron la iniciativa y que el gobierno la ha retomado. Las reformas volvieron a avanzar y hasta la imagen favorable del presidente ha subido en encuestadoras opositoras. En la calle, la derecha está desarticulada y solo se ve al pueblo en vigía, sin caer en las provocaciones o excesos que pudieran servir a los reaccionarios para desatar el caos. El gobierno ha denunciado incansablemente el golpe y ha ordenado a las FFMM estar del lado del pueblo. Los planes no marchan bien para los golpistas. No es para menos, la gravedad del caso Pegasus es de dimensiones históricas. Que la dictadura de Duque haya espiado a los ciudadanos inconformes y a la campaña electoral del cambio es la mayor muestra de que la transformación del país debe continuar. Tal vez ese sea el temor de la derecha por las elecciones del 26.


Manuel Beltrán.

 
 
 

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