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HITLER EN LA ONU

  • Foto del escritor: Manuel Beltran
    Manuel Beltran
  • 6 oct 2024
  • 4 Min. de lectura

¿Cómo es posible que la historia del fascismo se haya repetido un siglo después, aun con mayor cinismo? ¿Acaso faltó que aquella historia fuera contada para que no se repitiera? Por supuesto que se contó, una y otra vez, pero de forma amañada. Se igualó a los que derrotaron al fascismo con los mismos nazis. Se convirtió en credo que el antifascimo era lo mismo que el nazismo. En muchos documentales se presentaba al Ejército Rojo o a los partisanos como seres peores que la extrema derecha. Esa lógica de Guerra Fría deformó la historia a tal punto que, en cambio, ocultó los indultos e incorporaciones a la fuerzas armadas de las potencias occidentales de muchos subordinados de Hitler. Estos pasaron a dirigir los destinos de Occidente en plena inquisición contra cualquier idea que pareciera socialismo. No es raro entonces que el Hitler actual se pare en el recinto de la Asamblea de las Naciones Unidas a pregonar que seguirá con la matazón y con su expansionismo imperialista, mientras pisotea el derecho internacional. Sabe que tiene la bendición de Occidente y del imperio que le permite asolar el Medio Oriente y declarar al secretario de la ONU como persona non grata en Israel.


Todos aquellos pensadores e intelectuales que vislumbraron la vuelta del fascismo con ropajes democráticos acertaron en la mayoría de aspectos, especialmente en lo grotesco y enfermizo de la situación. Al igual que hace un siglo con la invasión de Checoslovaquia, los nazis no pararon con la destrucción y exterminio cometido en Gaza y extendieron la barbarie al Líbano, donde bombardearon sin piedad barrios enteros de la capital, Beirut, a cambio de pírricos triunfos militares. La enorme y sádica cifra de civiles masacrados contrastó, de manera brutal, con el papel de los grandes medios de propaganda y desinformación occidentales. No hubo una condena tajante y expresa a esta sevicia, más allá de posturas equidistantes. De hecho, hubo un ensalzamiento de las actuaciones militares de Israel, aunque fueran terrorismo puro y duro. Al final de cuentas, por más cruel que pueda sonar, fue el mismo imperialismo occidental presumiendo sobre sus armas y su falta de escrúpulos. Mientras tanto, otra nación, Líbano, fue puesta en el paredón, amenazada con desaparecer bajo el yugo colonialista. Muchos medios de propaganda occidental comenzaron una campaña para justificar "el fin de un Estado fallido".


La invasión al Líbano confirmó una vez más que nada de esto es espontáneo y que no fue el resultado de un hecho aislado contra Palestina. Sobre Líbano se tendió un cerco que pulverizó su moneda y hundió al país en una grave y prolongada crisis política. Los invasores creyeron que era el momento justo para golpear y que la nueva víctima no pudiese responder. Una campaña de estrangulamiento financiero dirigida por el FMI, el sabotaje interno que acabó con la gran explosión de hace unos años y que devastó al país, más la excusa de combatir el "terrorismo", fueron los ingredientes de la receta para destruir y devorar otro país. Ese fue el método elegido por este imperialismo para someter naciones enteras o desaparecerlas. No se trató solamente de Palestina o Líbano; la Argentina, tan sometida ahora al sionismo, también fue desangrada de a poco antes de caer de rodillas. Por supuesto, lo que en otras partes del mundo se expresó como guerra imperialista abierta, en nuestra región configuró una nueva Guerra Fría entre dos polos que ya hemos mencionado anteriormente: Eje Trumpista vs los gobiernos de izquierda regional.


No fue fortuito que estas dos visiones antagónicas chocaran en la asamblea de la ONU. Por un lado, el presidente Petro expuso la voz de los pueblos y la urgencia de frenar a la oligarquía global como una necesidad imperativa para la salvación de la humanidad, amenazada por la guerra y la debacle climática. El presidente de los colombianos señaló con nombre propio a Netanyahu y denunció sus crímenes contra la humanidad. Por el otro lado, el presidente de Argentina se encargó de justificar la barbarie actual y hasta llegó al colmo de ofrecer a su país como carne de cañón a favor de los sionistas. Tal entreguismo nunca se había visto o, por lo menos, no con tanto descaro. Los fascistas de hoy no solo se presentaron como falsos defensores de la democracia, también como peleles disfrazados de jefes de Estado; la verdad es que deben el alma a intereses foráneos y despiadados. El planeta pareció dividirse entre los que buscaban un mundo donde respeten a todas la naciones, sin importar credo o color, frente a otra visión que deseaba someterlo todo a la voluntad de esas élites globales.


Desde el primer momento fue claro que esta campaña de bombardeos y agresiones a países vecinos no se podría llevar a cabo sin el apoyo militar, económico, mediático y logístico de las potencias occidentales, especialmente Estados Unidos. La presencia de los portaviones estadounidenses no buscan la tranquilidad regional, sino cubrir la espalda a los sionistas. Ninguno de los otros países grandes de Occidente fue capaz de contener a Israel y, al contrario, justificaron los desmanes contra la humanidad del Hitler contemporáneo. Más niños y ancianos pagaron con su vida los deseos de Occidente por someter nuevamente a la región a través de un colonialismo proxy. La existencia de Israel no se trató simplemente de "un Estado para los judíos". Los frentes alrededor del ente sionista demostraron un proyecto expansionista, que pretende devorarlo todo, como un agujero negro. Los crímenes del sionismo fueron gracias a Occidente y su ambición.


Manuel Beltrán.

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