
EL ESCUDO DE LA DEGENERACIÓN
- Manuel Beltran
- 20 oct 2024
- 5 Min. de lectura
La caricatura de Alfredo Greñas sobre el escudo que impuso la Regeneración, en 1886, está más presente que nunca en la actualidad. El buitre que ocupa el trono de la muerte, sobre las cadenas de la opresión; mientras una serpiente devora a Panamá, representa a los reaccionarios de antaño y a los de ahora. Ni libertad ni orden se lee en la parte superior; al tiempo que unas garras en la zona inferior dejan claro que toda esa decadencia se llama Regeneración. Regeneración o perdición, solía pregonar Rafael Nuñez para justificar que una sociedad tomara lo más vetusto y lo impusiera como el presente y el porvenir. La Regeneración puede entenderse como un ciclo ultra conservador, que hizo que el país retrocediera en muchos aspectos, al tiempo que fue capaz de proyectarse más de 100 años en el futuro. De hecho, hoy en día, los herederos de esa Regeneración buscan hundir al país en el pasado. No fue casualidad que los opositores al proceso de cambio de hoy hayan utilizado ese escudo, el original, como símbolo de su animadversión por la idea y la concreción de un país distinto.
Se ha repetido una y otra vez que la Regeneración mantuvo la unidad nacional y del Estado, al acabar con la excesiva autonomía y los innumerables conflictos entre los 9 Estados que conformaban los Estados Unidos de Colombia, según lo establecido por la Constitución de 1863. Aquella Constitución, utópica y creada por una oligarquía liberal alejada del pueblo colombiano, respondía más a ideas y circunstancias de potencias occidentales que a las propias. Sin embargo, es demasiado cándido decir que la Regeneración trajo una modernización del Estado colombiano al respecto, porque, si somos claros, ni siquiera había República en la práctica. Durante este periodo, el país volvió a la colonia: censura total, pena de muerte, un Estado confesional, destierros, latifundio y un poder absoluto. Es decir, los que prometían salvar al país, en realidad, lo llevaron a una de sus peores debacles morales e históricas. Lo mismo pasaría con los que hoy se presentan como los nuevos salvadores.
La Regeneración fue un episodio tan retrógrado, que tuvo como principal referente la Restauración Borbónica, a mediados de 1870, y que acabó con la Primera República Española. De allí que durante mucho tiempo en Colombia se celebrara el mal llamado Día de la raza, que no hacía más que festejar la brutalidad del imperialismo español sobre nuestras tierras. La Regeneración en verdad se trata de un proceso degenerativo, por el cual el país perdió más de un siglo de progreso. El fascismo no nació mágicamente a principios del siglo XX. Es inherente al desarrollo capitalista, es su versión más agresiva. Eso sí, por más colonial que pudiera ser el régimen de Núñez y Caro, a nivel de comercio exterior fue totalmente abierto al dominio económico occidental, especialmente, a EEUU. Fue Núñez el que permitió que los gringos tuvieran tropas armadas hasta los dientes en Panamá. No es casual, entonces, que los enemigos del progreso de hoy también envíen cartas a sus amos imperiales, para quejarse sobre lo que hace el gobierno de izquierda.
Existen otros aspectos que demuestran los ecos de este pasado que resuenan en nuestros días. Tal vez así el país pueda impedir que se repita la historia y sea capaz de escribir una nueva. En especial, se analizarán otros cuatro aspectos que señalan la demencial idea de una parte de la oligarquía por hundir a Colombia en el pasado y dejarla allí, en medio de un purgatorio perenne. Este es el trasfondo del golpe de Estado iniciado por el CNE. Lo único que cambia claramente es que ya no son centralistas, ahora buscan el separatismo para sabotear el gobierno central que ya no tienen.
Los "independientes".
Núñez no llega al poder por medio del Partido Conservador, sino que lo hizo desde adentro del mismo liberalismo. Se bajó del Olimpo Radical y lideró el bloque de los "independientes" o supuestos liberales moderados. Luego, entabló una coalición con los conservadores, que habían sido derrotados en la guerra civil anterior y no tenían posibilidades por su propia cuenta. Así nació el tal Partido Nacional. Núñez dirigió los destinos de Colombia por más de veinte años, de manera directa o a través de títeres. Muchos de los liberales radicales fueron incapaces de hacerle oposición y pactaron con él. Esto no es muy diferente a lo que hacen hoy esos sectores que se presentan como moderados y de centro; esos que el pueblo llama tibios, pero salieron a validar el golpe en curso y a exigirle al presidente que no se defienda.
El partido "nacional" o "republicano".
Hoy en día, la oligarquía también habla de una coalición más allá de los partidos y las supuestas diferencias que puedan tener sus miembros. Para el 2026 hablan de un bloque "republicano" para sacar a la izquierda de la presidencia. Hace unas semanas, durante el paro oligárquico, también intentaron presentar un proyecto que no distinga entre izquierda y derecha, sino que se una por el solo antipetrismo. No es nada nuevo bajo el sol. La oligarquía siempre se ha unido para recuperar el control político del país. Lo han hecho de todas las formas y en todos los escenarios, en guerra o en elecciones. El propósito siempre será manipular al pueblo para ponerlo al servicio de los intereses de la élite y no de los propios. Es el opuesto al gobierno popular; el término nacional se usa como un relleno ideológico, al igual que la religión, para aglutinar al pobre al servicio del poderoso.
Los medios pagados, ya no censurados.
El antiguo régimen hoy no necesita censurar a la mayoría de la prensa como sucedía en aquella época pasada. Ahora tiene a la mayoría de los medios a su disposición a través del financiamiento, es decir, del dinero. Los medios en Colombia son el poder económico, sus altavoces. Por eso algunos reaccionarios piden todos los días que los medios públicos, que ahora han venido haciendo un contra peso, ya lo hagan más. Según su doble moral, los medios públicos son artilugios de propaganda, mientras que los medios de la oligarquía son imparciales y veraces. Pero todo el país sabe que los medios son la punta de lanza de los golpistas, que pretenden normalizar una violación a la Constitución, como violentar el fuero presidencial. Los verdaderos comunicadores muchas veces son anónimos, como Greñas, a través de medios comunitarios y perfiles de redes sociales incógnitos, no muy famosos, que buscan decir la verdad.
La justicia politizada.
Últimamente, los medios de comunicación o, mejor dicho, de oposición, han convertido a los jueces de las altas cortes en políticos militantes, en franca disputa contra el gobierno. Hace unos días, llegaron al punto de entrevistar al vicepresidente de la Corte Suprema para que dijera que los jueces podían hacer más por el medio ambiente que la rama ejecutiva, es decir, la presidencia electa por el pueblo. En el pasado, durante la Regeneración, el antiguo régimen impuso que los jueces fueran designados por la presidencia. En ambos casos, pese a las contradicciones evidentes, la oligarquía los ha presentado como procesos democráticos. Ayer nombraban jueces a dedo, hoy también. Ayer ayudaron a hundir al país en la premodernidad, hoy también. No les gusta la idea de que los jueces sean elegidos por el voto popular, pero no dicen nada de que estos se vuelvan simples politiqueros de oposición. Quieren seguir nombrando a sus compinches como los altos magistrados, para que descabecen la decisión electoral de 2022 y desaten una persecución implacable contra el pueblo para que no vuelva a rebelarse.
Manuel Beltrán.
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