
GOBIERNO EN DISPUTA
- Manuel Beltran
- 11 nov 2024
- 5 Min. de lectura
El caso Pegasus no solo ha puesto contra las cuerdas al antiguo régimen. También ha revelado su naturaleza: la dominación imperial de EEUU sobre Colombia, mediante el acto de sostener en el poder económico y político a una oligarquía sin escrúpulos y apátrida. Al verse desbordados por la situación, los representantes de ese vetusto régimen no han tenido vergüenza en ponerse detrás de sus amos del norte para que estos los defiendan. Ahora amenazan al mismo presidente de Colombia con represalias de los emperadores Biden y Trump, mientras pregonan por sus medios (los mismos que publicaban las "filtraciones" de Pegasus) que lo que digan los gringos es palabra de Dios y no se puede poner en tela de juicio. Con tal de garantizar su impunidad, no se preocupan por presumir su absoluto servilismo a Estados Unidos y su desprecio por el pueblo colombiano. No les increpa que la soberanía e independencia de Colombia hayan sido mancilladas de la forma más brutal, ante los ojos de todo el planeta. Lo más grave aún es que han terminado confesando una afrenta mayor a la soberanía popular y nacional: no solo habrían espiado la campaña de Petro, tambien habrían espiado su gobierno, pues Pegasus siguió operando en 2023, sin que los gringos lo hubiesen comunicado al ejecutivo elegido democráticamente por la mayoría de los colombianos en las urnas.
En realidad, lo que sorprende no es el hecho, sino el profundo descaro que han asumido los jefes de la derecha. En las columnas de El Latinoamericano se ha abordado en varias oportunidades los intentos y disputas por infiltrar al gobierno de todas las formas y controlar sus pasos para evitar una transformación profunda en el país. También hemos planteado que el primer gobierno de izquierda en la historia del país no tenía más opción, sino quería ser liquidado prontamente en vez de avanzar paso a paso. El primer gabinete, con varios saboteadores del antiguo régimen, así lo demostró. Esa primera coalición, con casi todos los partidos políticos, era tan inútil como grande, pues su propósito era bloquear el paso del cambio o llevarlo a simples modificaciones cosméticas. No sería raro que, una vez espiada la campaña, tuvieran la tentación de vigilar de forma ilegal al gobierno elegido en 2022. Tal hecho no tendría parangón con ningún caso de la historia: una derecha que, en el gobierno, se ha aliado con una potencia extranjera para espiar al pueblo y a la campaña presidencial de la oposición de entonces y, más grave aún, lo ha seguido haciendo contra el gobierno por el que votó el pueblo.
Ahora se confirma que la teoría de la explosión controlada viene de la misma metrópoli y no es una gran estrategia de la oligarquía criolla. Si vemos los hechos, ha sido así desde el inicio del gobierno de Petro. Los estadounidenses no han buscado enfrentarse directamente al gobierno de cambio, sino que se han presentado como amigos incondicionales, más allá de cualquier matiz ideológico. La jefe del Comando Sur ha sentido una honda preocupación por el Amazonas y no ha dudado en prestar helicópteros a este país bananero. Al fin y al cabo, es poca la inversión a cambio de tener controlada la entrada a Sudamérica y la cabeza de playa para vigilar el Atlántico, el Pacífico y el sur del Caribe. Con el mayor de los realismos, hay que decirlo: el primer gobierno popular no tenía la capacidad para enfrentarse directamente al mayor socio comercial de Colombia y el que maneja prácticamente la cuestión militar en el país. El gobierno ha luchado para asentarse, pese a traidores e infiltrados. Y se le debe reconocer que no ha desviado su curso pese a la embestida de quienes conocían previamente todos sus pasos, mediante un espionaje transnacional. De hecho, es preciso valorar que se haya descubierto todo este entramado, que cada vez se torna más sórdido y amenazante contra la soberanía y la democracia de esta tierra.
No es casualidad que el nexo de EEUU con el caso Pegasus se haya revelado una vez pasaron los comicios electorales en dicho país. Es una forma en que los responsables por este caso gigantesco de espionaje pretenden intimidar al pueblo colombiano y al gobierno que ha elegido. A sabiendas de la dependencia histórica que somete a Colombia a los Estados Unidos (dependencia que la misma oligarquía ha creado a través de los siglos) buscan ponerle un arma en la cabeza a la justicia para que no actúe. "Si siguen adelante en las investigaciones, a Colombia le costará problemas directos con su verdugo de toda la vida", dicen sus amenazas respecto a las represalias que pudieran tomar los gringos. Se amparan en la guerra fría que ha desatado el imperio y el ascenso de lo que hemos denominado como el Eje Trumpista. Sueñan con que Trump arremeta contra Colombia, así como pasa contra Venezuela. No sería raro que en sus mentes resida la malsana idea de que los gringos invadan los dos países. Lo cierto es que esto ha envalentonado a las fuerzas enemigas del cambio, que ahora pretenden normalizar semejante crimen y piden más Pegasus para el futuro. El pueblo colombiano no puede doblegarse, si quiere ser libre que, hoy en día, es lo mismo que seguir avanzando en la transformación.
Queda confirmada la tesis: el pueblo alcanzó el gobierno en 2022, pero no el poder (y el gobierno sin el poder es una paradoja). Que los estadounidenses se hayan reunido y hayan llegado a acuerdos con entes de control como la Procuraduría (clara opositora al gobierno), sin comunicar nada al presidente, demuestra que la voluntad de los ciudadanos colombianos en las urnas no tiene más que un valor formal. En la práctica, las instituciones colombianas actúan como apéndices del poder que ejercen los gringos sobre el país. Esto se ve reflejado en muchos aspectos, como que el Canciller no proteste porque tiene el visto bueno del embajador gringo para ser candidato; que el ministro del interior tenga también su propia campaña, con el nombramiento de un sionista para los temas religiosos de la cartera y claro opositor al presidente. Queda claro que el gobierno (con el pleno uso del poder) aún está en disputa. Siempre se supo, la presidencia de 2022-2026 era el inicio de una batalla mayor. La disputa se dará de cara a las elecciones, pero el pueblo no puede dejar de movilizarse, en especial, ante los cuestionamientos de un registrador inhabilitado, pero protegido por el Consejo de Estado y la misma Procuraduría; además del vínculo de dicha entidad con Thomas Greg & Sons y el problema que hay con los datos personales de los colombianos. La apuesta de la derecha es recrudecer su postura fascista, normalizar Pegasus, justificarlo como justificaron los falsos positivos (criminalizar a las víctimas) y volver al gobierno para ejercer un poder aún más abyecto. El pueblo solo podrá garantizar su soberanía, derechos y libertades si reelige el proceso de cambio y no a Pegasus.
Manuel Beltrán.
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