
LA TRIBUTARIA DEL PUEBLO.
- Manuel Beltran
- 11 sept 2022
- 5 Min. de lectura
Colombia vivió en 2019 y 2021 dos estallidos populares, en los que se puede hallar como causa común las reformas tributarias de Iván Duque. De allí que la reforma impositiva del gobierno popular de Gustavo Petro sea la primera en llevarse a cabo en este periodo. Es decir, este proyecto de ley se traduce en la concreción de la victoria electoral del pueblo sobre la oligarquía. De hecho, el pueblo se ganó en la calle el derecho a poner sobre la mesa cuáles son los impuestos que se deben cobrar y cuáles no. Después de 200 años, la élite de siempre no será la que determine estos aspectos. Esta vez no podrá poner a pagar a los humildes; la carga deberá caer de manera justa sobre los privilegiados.
Que marchen los pudientes.
El desgobierno de Iván Duque aumentó la desigualdad social como ningún otro. La inmensa mayoría de medidas que adoptó estuvieron encaminadas a exprimir al pueblo hasta la última gota de su esfuerzo vital. La pobreza y el desempleo aumentaron de manera histórica. Incluso, se llegó a la infamia de cobrarle impuestos a la comida de los humildes, a través del IVA a la canasta familiar. Esta política perversa se complementó con toda clase de exenciones a los más privilegiados, con el cuento trillado de la teoría del goteo, donde los más poderosos dejan caer limosnas sobre el pueblo trabajador. En realidad, solo se aumentó la brecha que separa al ciudadano del común de esas élites conformadas por escasas familias acostumbradas a dictar los destinos del país.
Toda esta injusticia social fue la que llevó al pueblo a la calle para manifestar su descontento y rechazo. Se jugó la vida para tratar de revertir esta nefasta situación y alcanzó, con muchos sacrificios, la posibilidad de escribir una nueva historia. También demostró que es el único capaz de transformar la realidad por medio de su acción organizada. La oligarquía tiene todo el poder económico y mediático, pero jamás tendrá la capacidad de movilización en la calle que tiene el pueblo. No se verá marchando a los banqueros o industriales bajo el sol o la lluvia, de cara a las fuerzas del Estado.
El pueblo es el único capaz de cambiar la historia por medio de su acción directa. A la oligarquía le toca engañar al pueblo para ponerlo a marchar en favor de los intereses de los privilegiados. Es por esta razón que los enemigos de la reforma tributaria han buscado en balde poner a la población en contra de la reforma tributaria del presidente Petro. Se han estrellado contra un proyecto de ley bastante sólido y coherente. El presidente ha cumplido su palabra y la reforma va encaminada a que el 1% de la población (que acumula la mayor cantidad de riqueza y ganancias) sea el que al fin tenga que asumir su responsabilidad con el resto de la sociedad. Así que marchen los privilegiados. Apuesto a que no son capaces de llenar ni una esquina de la Plaza de Bolívar.
Que paguen los monopolios.
Una de las patrañas más usadas por los enemigos de la reforma consiste en presentar los impuestos a las bebidas azucaradas y alimentos ultra procesados como parte de un castigo a la canasta familiar. Con esta deformación de la realidad, pretenden igualar la reforma de Petro a lo que hizo Duque, para poner al pueblo en contra. Sin embargo, han fracasado. La inmensa mayoría de la población ha comprendido la trampa que albergan estas mentiras redomadas.
Como hemos visto, la importancia de la reforma tributaria no se limita a temas económicos. También es una lucha por la concepción política que debe regir al país. Los monopolios que producen las bebidas azucaradas y alimentos ultra procesados han tenido todo tipo de privilegios, que los han convertido en intocables, más allá de la ley y el orden. Es decir, la reforma del presidente Petro es un ejercicio por medio del cual se busca que el Estado al fin cumpla su función reguladora y no suceda lo contrario, donde queda a merced de los monopolios alimenticios. La apuesta es evidente: o tenemos un Estado en función del pueblo o al servicio de las corporaciones.
No solo se busca la equidad en materia impositiva. También se estaría abriendo la posibilidad a una economía más incluyente, en la que se retoma la competencia. Los impuestos a las bebidas azucaradas y alimentos ultra procesados permiten que otros productos, de otras empresas, tengan mejores condiciones para competir. Los tenderos no tienen que seguir siendo prisioneros de los mismos monopolios. Los alimentos que produce el campesino podrán ser más atractivos al no costar más que la comida chatarra. Esta es la democrarización de la que hablaba el jefe de Estado en campaña.
Viva la producción; abajo el modelo feudal.
Otro de los aspectos centrales de la reforma tributaria del gobierno Petro consiste en promover la producción sobre la economía improductiva. Muchas veces ha repetido el mandatario que la economía colombiana debe basarse en el trabajo. De allí surge la necesidad de los impuestos al patrimonio, a las ganancias ocasionales o la tenencia de la tierra. El trabajo genera riqueza y esta debe emplearse para generar más trabajo. Este es el círculo virtuoso que permite distribuir la riqueza y combatir la desigualdad.
El impuesto al patrimonio abre la posibilidad que los que más tienen contribuyan más. Permite que no existan grandes capitales improductivos, sin ninguna contribución a la sociedad. En cuanto al impuesto a las ganancias ocasionales (como las herencias o la lotería) va en la misa dirección, pues busca que un beneficio que no requirió esfuerzo ni trabajo también contribuya al desarrollo de la nación. En este mismo sentido, va dirigido los impuestos a la tenencia de la tierra. Si Colombia quiere tener soberanía alimentaria, debe poner a producir sus campos y demás terrenos. Los lotes de engorde y latifundios improductivos se tienen que acabar.
¿Cómo puede desarrollarse un país, mientras unos pocos tienen todo y el resto no tiene nada? Esta pregunta debería retumbar en cada análisis político y económico que se haga de la realidad colombiana. Más aún, cuando es toda la sociedad la que produce la riqueza con su trabajo, pues esta no es producto de las mentes ilumnidas de una élite indolente y llena de ambición.
La aristocracia del 1%.
En resumidas cuentas, la reforma tributaria afecta al 1% de la población con mayores ingresos y patrimonios. Es el pago de una deuda histórica acumulada por 200 años de desigualdad y subdesarrollo. Allí radica la razón por la que a la oligarquía le ha sido casi imposible poner al pueblo en contra de la iniciativa del nuevo gobierno. Veamos un ejemplo más para concluir: el impuesto a las pensiones privilegiadas por encima de los diez millones de pesos al mes.
La manipulación mediática de los enemigos de la reforma ha consistido en presentar el proyecto ley como un mecanismo que castiga a todos los pensionados. Esto es completamente falso. Colombia es un país donde casi nadie se pensiona y, de conseguirse la pensión, el monto suele ser más bien bajo. La propuesta del gobierno pretende solo cobrar impuesto a las pensiones de más de 10 millones de pesos, una suma que no recibe sino un porcentaje ínfimo y privilegiado del país. Así que, en realidad, estamos frente a un impuesto justo y que contribuye a mitigar la desigualdad.
En conclusión, la reforma tributaria del presidente Gustavo Petro es la reforma del pueblo. Es la concreción del gobierno popular, pues las reglas del juego ya no las va a establecer la oligarquía. Es a ella a la que le toca pagar en esta ocasión. Esto implica un compromiso decidido y una conciencia superior por parte de la ciudadanía. No puede dejarse engañar por aquellos que hace un año querían ponerle impuestos al pan, los huevos y la leche que consumen los más humildes. Es hora de que los privilegiados paguen lo justo a la sociedad que les ayudó a construir su riqueza. La reforma tributaria del presidente Petro es justicia social.
Manuel Beltrán
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