
LA TELARAÑA
- Manuel Beltran
- 29 abr 2023
- 4 Min. de lectura
La explosión controlada que planeó la oligarquía para sabotear y adueñarse del proceso de cambio que vive el país ha fracasado. Los infiltrados han sido expulsados del gobierno popular. Han caído en su propia trampa o, mejor dicho, se han puesto en evidencia con sus propias acciones. El teatro y la hipocresía han fallado. Podríamos decir que terminaron atrapados en otra estrategia que se desplegó desde el sector popular y que yo llamaría “La Telaraña”. Entraron al primer gobierno popular, pero no pudieron salir sin ponerse en evidencia o “pelar el cobre”, como suele decirse coloquialmente en Colombia.
El exministro de educación demostró estar del lado de las EPS. Quedó claro que su presencia al interior del gabinete no tenía otro objetivo que torpedear la reforma a la salud propuesta. En cuanto a su cartera, no hizo nada. No hubo ninguna idea para reformar la educación (cuestión que tanto necesita el país para avanzar en su transformación y progreso). Los esfuerzos del exministro se enfocaron en promover ataques mediáticos contra la posibilidad de cambiar el modelo de salud. Para este propósito perverso contaba con la colaboración de otros ministros. Planearon ser expulsados en bloque para generar una crisis ministerial, cosa que habría propiciado problemas serios en el ejecutivo, pues para ese entonces los ministros de hacienda y agricultura no habían destapado su juego. El presidente decidió ser paciente y dejar que el tiempo pusiera todo en su lugar para que no se presentara la historia como la de un mandatario autoritario que no llega consensos.
La exministra de agricultura fue más hábil; tenía mejor manejo de las comunicaciones y siempre se había mostrado como una política alternativa. Pero el manejo de la cartera demostró todo lo contrario. Sus acciones no iban encaminadas a promover el cambio, sino a obstaculizarlo. Fue evidente con los nombramientos de agentes de extrema derecha en puestos del ministerio. Luego, validó todo el discurso reaccionario alrededor de las invasiones a predios que se dieron al inicio del gobierno y que tenían todo para ser operaciones de sabotaje promovidas por los mismos terratenientes. Después vino el parsimonioso acuerdo con Fedegán, que no ha servido para gestionar la reforma agraria, pues los ganaderos no han ofrecido tierras fértiles. Pero el colmo de esta actitud se dio con el hundimiento de los artículos del Plan Nacional de Desarrollo que permitían la compra voluntaria de tierras. Así se obliga al gobierno a expropiar y a enfrentarse al fantasma de Venezuela. La ministra se quedó de brazos cruzados; por eso el presidente le reclamó de forma pública en Zarzal.
Por su parte, el exministro del interior había decepcionado con la manera indolente en que se permitió el hundimiento de la reforma política, que vino a comprobar el poco o nulo interés de la clase política tradicional por reformarse. El exministro no defendió la reforma a cabalidad. No impidió la introducción de artículos indefendibles, que buscaban hundir las iniciativas provechosas. Después sucedió lo que todos ya conocemos. El saliente presidente del congreso (otro de los agentes de esta conspiración) se dio el gusto de hacer trizas la reforma política. El exministro no hizo nada para impedirlo. De hecho, parecía muy tranquilo con lo sucedido, como quien ha cumplido su objetivo.
Hay que decir que esta artimaña tenía un líder y no era otro que el que manejaba el dinero. El ex ministro de hacienda fue el más hábil para ocultar sus intenciones. Se presentó como un liberal que quería ser parte del primer gobierno de izquierda, pero sus acciones no estuvieron encaminadas a que ese proyecto tomara vuelo, sino que pretendió ponerle grilletes y cadenas para que no pudiera avanzar. El presidente se cansó de pedir el fin de la política de intereses altos, que tanto atenta contra el crecimiento y progreso del país. El ministro saliente no hizo nada al respecto. Es más, validó en todo momento las acciones de la junta uribista en el Banco de la República. Tampoco propuso un plan crediticio, impulsado por el gobierno, para paliar esta situación. En cuanto a las reformas, mostró poco entusiasmo para defenderlas fiscalmente. Pero el colmo fue la jugada sucia en la Federación de Cafeteros, donde ayudó a elegir a un enemigo declarado del jefe de Estado.
En contraste, podemos ver a la exministra de salud, Carolina Corcho, que se va con todo el reconocimiento y aplausos de las bases populares. La diferencia es que ella sí apostó por el cambio de verdad y fue leal al mandato de transformación expresado en las urnas. Otra diferencia la podemos ver en el comportamiento de los medios. Con los ministro de la política tradicional, los medios eran más que laxos, rayaban en la propaganda pura y dura. En cambio, con la saliente ministra de salud se ensañaron de forma ruin. Crearon todo tipo de noticias falsas y rumores para intentar destruirla. Pero no lo lograron. Ella se va con el trabajo cumplido. Deja la reforma diseñada y viva para su aprobación en el congreso. No permitió que el establecimiento la destruyera e impidiera su radicación. Además, esta reforma a la salud cumplió la función de acabar con la estrategia de explosión controlada por medio de la cual la oligarquía pretendía “moderar” el proceso de cambio.
Hoy el país tiene un gabinete ministerial que representa con mayor cabalidad el
cambio que eligió el pueblo. Queda claro que este es un desarrollo por etapas. Primero, la izquierda consiguió impedir que se robaran las elecciones. Ahora, ha sacado a la política tradicional del poder. Algunos nunca comprendieron por qué Petro hizo acuerdos con dichos representantes del viejo régimen. La respuesta está clara, el primer gobierno de izquierda debía consolidarse y tener la estabilidad suficiente para la actual renovación que estamos atravesando. Sin embargo, hay que advertir que no será la última que veremos. La batalla ahora es por las bancadas. El gobierno de cambio ha conseguido llevar a su lado varios congresistas de los partidos tradicionales, que se han rebelado contra los jefes politiqueros de toda la vida. Así avanza la estrategia para tener mayorías propias. La reforma a la salud no solo vino a transformar el sistema sanitario del país, también ha resultado ser una medicina contra el juego sucio y la politiquería tradicional. Lo mejor de todo (valga decirlo) es que esto se da en medio de la conmemoración del segundo aniversario del Paro Nacional que lo cambió todo. El pueblo sigue avanzando.
Manuel Beltrán.
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