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LA REBELIÓN DE LAS BANCADAS

  • Foto del escritor: Manuel Beltran
    Manuel Beltran
  • 20 may 2023
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 21 may 2023

En la historia de Colombia es más fácil transitar de la "izquierda" hacia la extrema derecha. Podemos hablar de dos ejemplos paradigmáticos: Rafael Núñez y Álvaro Uribe. Ambos salieron del Partido Liberal y terminaron como jefes de la derecha más reaccionaria. Esto también lo podemos ver en la actualidad con los llamados tibios. Son personas que se eligieron bajo el discurso alternativo de la centro izquierda y hoy encabezan la oposición contra el cambio que eligió a una coalición de centro izquierda en el gobierno. Sin embargo, la transformación del país va tan en serio, que ahora se puede ver a politicos transitar de la derecha hacia la centro izquierda. Es un hecho casi que insólito en Colombia. Esta situación se presenta al interior de los partidos y se ha denominado como la rebelión de las bancadas. Congresistas, que vienen de corrientes distintas al gobierno, han decidido apoyar las reformas, pese a las amenazas de sus jefes de partido y a toda la presión de los grandes medios. En esta columna, trataremos de explicar en qué consiste esta rebelión y cómo puede ser un hecho realmente trascendental para un nuevo país.


La política tradicional, es decir, la derecha, ha demostrado ser enemiga de los cambios reales para Colombia. Esto se comprueba con la negativa de este sector a debatir las reformas en el legislativo. El sabotaje a la radicación de las iniciativas así lo comprueba. La derecha se contradice. Afirma defender la democracia representativa, pero impide el trámite parlamentario. Peor aún, amenaza con sancionar y perseguir a sus propios congresistas que decidan firmar una ponencia, dar el debate en el congreso o votar positivamente algún artículo propuesto por el gobierno. Las cabezas de estos partidos de siempre actúan como verdaderos dictadorzuelos, aunque pretendan presentarse como demócratas. Su objetivo es burlar la voluntad popular que eligió a esos congresistas e imponer los intereses particulares de grupos de poder por los que nadie votó. Además, se pretende establecer una disputa dogmática, donde la derecha se opone a todo por venir de la izquierda. Pero toda esta estrategia antidemocrática se ha estrellado contra la pared de una realidad: en el Partido Liberal, de La U y en el Partido Conservador hay congresistas dispuestos a respaldar las reformas que propone el primer gobierno de izquierda, pues son aspectos que van más allá de la ideología y convienen a toda la nación.


Los medios de comunicación en este tema han servido como arma de criminalización. Han buscado instaurar la matriz de opinión en la que estos congresistas que apoyan las reformas, sin ser de izquierdas, se han vendido a cambio de prebendas y burocracia. Pero no han mostrado ninguna prueba; solo repiten calumnias. Llegan al descaro de comparar el caso con aquellos que compraron la reelección de Uribe mediante notarías y hoy están en la cárcel. La verdad es mucho más profunda. Si estos congresistas de derecha han apoyado las reformas es porque plantean soluciones para problemas estructurales del país, como es el caso del moribundo sistema de salud actual, de la especulación de los fondos privados que no pensionan a nadie o los derechos laborales eliminados por el neoliberalismo. Estos son asuntos de Estado, de supervivencia para nuestra sociedad. Por eso van más allá de cuestiones ideológicas y/o clientelistas. En el caso particular de la Cámara de Representantes, los congresistas han apoyado con mayor fervor las reformas porque todas benefician a las regiones que eligieron a esos legisladores. Cuando apoyan la reforma a la salud, lo hacen para tener algún logro real que llevar a sus comunidades y ese es el deber ser de las cosas.


Lo que en verdad preocupa a los voceros del unanimismo extremista es que la derecha se está bifurcando. Por un lado se encuentra una derecha extrema, reaccionaria y golpista. Por otro lado, va surgiendo una nueva derecha que acepta las transformaciones y no busca una vía inconstitucional. Aunque esto no signifique que los congresistas que apoyan las reformas se hayan convertido en petristas, para la derecha más radical es suficiente para tacharlos como traidores y perseguirlos como en una suerte de inquisición totalitaria. Se demuestra así que esa derecha rancia, que tanto ha acusado al gobierno de ser dictatorial, es la que aborrece los valores democráticos, envía a la hoguera al que piense distinto y violenta la voluntad popular que eligió a esos congresistas. Cuando le quitan la voz y el voto a un representante en el parlamento, le están quitando la voz y el voto al pueblo que votó por él.


Todo este episodio demuestra que en el proceso de cambio no hay que creer en las palabras, sino en las acciones de cada quien. No hay que caer en prejuicios ideológicos. En medio de las transformaciones estructurales, la disputa entre la izquierda y la derecha va pasando a una entre revolucionarios y contrarrevolucionarios. A medida que esto transcurre el pueblo se llevará muchas decepciones a causa de los falsos alternativos, pero también se llevará gratas sorpresas de personas a las que no se les veía un compromiso real y hoy en día han demostrado todo lo contrario. Lo mejor que puede hacer el pueblo es juzgar las acciones de cada quien frente al cambio. Los que impulsen medidas a favor del pueblo son la bancada del cambio. Los que atacan las reformas conforman la bancada del pasado. El de Colombia no solo es un cambio de gobierno y orientación ideológica, es un cambio de época; un nuevo país.


Manuel Beltrán.

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