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LA INQUISICIÓN OLIGÁRQUICA

  • Foto del escritor: Manuel Beltran
    Manuel Beltran
  • 2 dic 2024
  • 7 Min. de lectura

La inmensa mayoría del país se cuestiona sobre los últimos movimientos que ha tomado el gobierno, especialmente lo que se refiere al círculo de la Casa de Nariño. Aquí se plantea una visión alternativa a la de los medios opositores. La primera pregunta sería: ¿cómo salvar al Pacto Histórico, antes de que sea despedazado desde adentro? Es una pregunta extraña porque se supone que el Pacto Histórico está en un proceso de unificación de los movimientos que lo componen en un solo partido de cara al 2026. Pero no todos tienen esa idea en mente y el presidente lo sabe. Es consciente de que una gran parte de su gabinete y supuestos aliados, pertenecientes a la derecha o a la izquierda tradicional, están a punto de salir a integrar otras campañas, especialmente la del mal llamado centro. Su plan consiste en dejar descuartizado y divido al Pacto Histórico y llevarse una parte del botín. En el fondo se trata de unos infiltrados que siempre han esperado el momento de destruir el proceso de cambio y llevarse los restos. Se creen dueños de la coalición en el congreso y actúan, con total impunidad, desde las sombras de palacio. Ese santismo y esos agentes de la oligarquía, bajo cualquier montaje usado como pretexto, saldrán a decir que están desilusionados del cambio, que este nunca se dio, que el país jamás debió ir a la izquierda, que es mejor la moderación y la tecnocracia. Dividirán el voto del pueblo y se unirán a la derecha para volver al antiguo régimen algo descafeinado. Pero el presidente se les ha adelantado con el nombramiento de Benedetti. Esos agentes ya no son tan necesarios. Su salida ya no va a destruir al PH. Esos ministros candidatos, esos agentes de la oligarquía ya están fuera del gobierno. Su salida solo será un tramite. El gobierno no será aislado y a la quinta columna que apoyó a Claudia López en 2019 le quedará más difícil su jugada. La coalición no está muerta.


Ahora bien, en el fondo la trama apunta a que la oligarquía jamás ha renunciado a su fantasía de la explosión controlada; es decir, dominar el gobierno como siempre, sin importar el primer triunfo popular y de izquierda en la historia. En las columnas de El Latinoamericano se ha abordado este tema en varias oportunidades. Las columnas de El Latinoamericano son una crónica histórica sobre este tiempo inedito para los colombianos, cuando al fin se produjo un cambio, otra historia y otra posible realidad. Las columnas de El Latinoamericano también recogen el legado de todas las luchas que trajeron al pueblo colombiano hasta la posibilidad de construir otro país. Las columnas de El Latinoamericano son un testimonio para el futuro, para que en los momentos históricos por venir aprendan de nuestros errores y aciertos. Las columnas de El Latinoamericano pretende ser el pasado, el presente y el futuro de este proceso de transformación. Por eso se han abordado temas como el de la denominada explosión controlada, una idea que pretendía cooptar, por medio de la burocracia y ministros tradicionales, el gobierno desde adentro y hacer que los cambios fueran cosméticos y no de fondo. También se ha planteado que esa estrategia fracasó con el primer remezón ministerial, que sacó a esos ministros oligárquicos que pretendían estar por encima del presidente (Gaviria, Ocampo y López). A esto se le dio el concepto de Telaraña en las columnas de El Latinoamericano, para explicar que los infiltrados entraron, pero quedaron atrapados y en evidencia. Ahora bien, lo que se ve actualmente es la respuesta de la oligarquía ante este primer fracaso: el devenir de lo que nombramos como la explosión descontrolada; en otras palabras, el sometimiento a la fuerza del gobierno por medio del montaje o complot de la UNGRD, allí la oligarquía reinició su juego para frenar el cambio.


El movimiento a la izquierda del gobierno popular fue contenido mediante una cacería de brujas que se originó también desde infiltrados en el gobierno. A medida que pasa el tiempo, va siendo claro que no hay pruebas del montaje que armó la derecha y sus medios alrededor del caso de la UNGRD. No hay pruebas de la participación de ministros o del mismo presidente. Hasta ahora solo se tiene las delaciones de esos infiltrados que, muy orondos, se auto incriminaron y ensuciaron a otros sin pruebas, mientras presionaban mediáticamente a la justicia para recibir beneficios de todo tipo. Nadie puede decir que no hayan recibido o vayan a recibir beneficios económicos por su actuación. Lo seguro es que apuntaron hacia los altos funcionarios que se habían mostrado leales al presidente y consigueron derribar a más de uno y retomar esos lugares para la oligarquía. Por aquel entonces se dio el encuentro con los más ricos del país o cacaos, como suele decir la prensa adulona. Sarabia volvió al DAPRE y el gobierno popular, paradójicamente, se llenó de ministros santistas. La emergencia económica para la Guajira fue hundida y rápidamente se creó una tal misión Guajira, pagada por el Grupo Aval y promocionada por medios españoles del Grupo Prisa. El Estado volvía a quedar en manos de la oligarquía, de la mafia Odebrecht, no importa lo que haya votado el pueblo o las masivas movilizaciones en apoyo al presidente de la República. El gobierno quedó cercado, volvió el cuento del juicio político o golpe de Estado y las filtraciones a los medios opositores volvieron a ser el pan de cada día. Hasta Canal 1 terminó en garras del Grupo Prisa. Todo lo cambió la aprobación de la reforma pensional. El fracaso de la derecha, al no poderla detener, supuso que la explosión se saliera de control y quedara expuesta.


El complot de la UNGRD es como un armable que se adapta a la situación requerida. Por ejemplo, si se quiere frenar la reforma pensional, se dice que el dinero fue para comprar la mesa directiva del congreso; si se quiere frenar la ley de financiamiento, se plantea que fue para comprar las comisiones económicas; si se quiere frenar la capacidad crediticia del gobierno, se afirma que fue para la comisión de crédito público, etc. Pero, ante todo, el montaje de la UNGRD es una mala copia de la operación Lava Jato. Otra vez llegamos a Brasil, a Odebrecht. Es que los protagonistas son los mismos, Grupo Aval y el santismo. Los mismos que quieren destruir el gobierno para irse a la campaña de los tibios, llevándose los votos de los cándidos que les crean. La operación Lava Jato fue presentada durante mucho tiempo como un modelo a seguir en la lucha contra la corrupción; hoy en día se sabe que fue un inmenso montaje judicial, que sirvió para derrocar a Dilma Rousseff y encarcelar a Lula. El método usado fue el de las "delaciones premiadas", por medio de las cuales se incriminó a muchas personas inocentes solo por la autoincriminación de un corrupto que jamás presentó pruebas. Las evidencias nunca importaron porque se trataba de un linchamiento mediático, de un juicio politiquero. Hoy en día son múltiples los fallos del Supremo brasilero que han tumbado todas esas sentencias espurias que se usaron como armas políticas. De este modo Brasil fue desviado de su rumbo y llevado a la extrema derecha. Lo mismo se busca en Colombia con las delaciones, entre lágrimas y sin pruebas, del complot de la UNGRD. Si bien no ha derribado al gobierno, si funcionó para volverlo constreñir.


Por supuesto, este modelo de guerra extrajudicial viene de más lejos, desde la misma Inquisición, cuando se alentaba a los vecinos a delatar a los supuestos herejes a cambio de quedarse con sus bienes o salvarse a sí mismos de la condena. El simple hecho de ser denunciado era casi lo mismo que ser sentenciado como culpable. El Estado de derecho no importa ni las más elementales garantías de un juicio justo. Los medios son los que dictan la sentencia: culpable por trabajar lealmente a favor del cambio o culpable por ser incapaz de frenar el cambio (depende de la circunstancia del señalado). El objetivo mayor es que el pueblo se hunda nuevamente en un pensamiento pre moderno, fácil de manipular con todas estas tramoyas y fácil de dominar mediante sus sentencias. El problema para ellos es que el montaje se ha venido desgastando al no aparecer las pruebas contundentes; lo único que se ha visto son los beneficios para esos corruptos que se autoincriminan, ensucian a los demás y no presentan pruebas. Por otro lado, los agentes de la explosión descontrolada van quedando en evidencia. Las filtraciones a los medios y las entrevistas que han dado a los mismos medios de la oligarquía, como El Tiempo, han sido casi que una confesión. Intentaron presentar a los ministros leales al presidente como una camarilla de insubordinados. Cuando se supo que estos pedían en realidad la salida de la directora del DAPRE, entonces se les trató como a un jardín infantil. La jefe de la oposición no estaba en Semana; estaba en la Casa de Nariño. Por su parte, los ministros santistas pueden renunciar cuando quieran, el presidente ya se les adelantó; el gobierno no va a colapsar ni a perder margen de maniobra en el legislativo. En cambio, todo el país sabe desde ya que siempre buscaron destruir el gobierno desde adentro para irse a la campaña de los tibios.


Posdata:


Justo en estos días, Noticias Caracol le ofreció el combo completo a Santos: entrevista para hablar mal de Petro y encuesta con sus candidatos en los primeros lugares. El país no debería olvidar aquella celebración de homenaje que los embajadores santistas en Francia y Reino Unido quisieron hacerle a la directora del DAPRE y al canciller Murillo. ¿Qué celebraban? ¿Que habían retomado el gobierno? ¿Que le iban imponer al pueblo el candidato para 2026? ¿De ahí salió el cuento de que solo puede ganar un santista con una fórmula disfrazada de izquierda? ¿O solo se trata de llevarle los votos de izquierda a Claudia López y Fajardo, mientras Vargas Lleras hace lo mismo con los de derecha?


Manuel Beltrán.

 
 
 

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