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LA INDIGNACIÓN COMO NEGOCIO.

  • Foto del escritor: Manuel Beltran
    Manuel Beltran
  • 4 sept 2022
  • 3 Min. de lectura

El pueblo no puede cambiar a unos opresores por otros. No puede dejar de ser víctima de la manipulación de los medios, para caer en el oportunismo de algunos influencers de las redes sociales. Así como las corporaciones mediáticas operan en función de su propio beneficio, los famosos de las redes también aprovechan su reconocimiento para alcanzar sus ambiciones personales. Así como no se puede creer ciegamente en la imparcialidad de los primeros, sería una ingenuidad considerar que los segundos son totalmente independientes.


De hecho, los medios y los influencers tienen varios aspectos en común. En ambos casos se trata de una especie de élite de la comunicación, que tiende a creerse la dueña absoluta de la verdad y la racionalidad. Pero, quizá, el punto más importante tiene que ver con el manejo de las emociones de la opinión pública, especialmente del sentimiento de indignación. Nada genera más réditos que decirle a las persona qué deben repudiar y qué no.


Muchos periodistas se han hecho sumamente poderosos y reconocidos, con base en la "denuncia". Pero, ¿por qué usamos las comillas? Porque son denuncias para imponer una marca, no para que las cosas cambien. A ese tipo de comunicadores, donde se encuentran varios supuestos anti uribistas, nunca les ha interesado modificar el estatus quo. Solo quieren venderse como los adalides de la verdad y, con esto, trepar en la escala de poder. Muchos influencers actúan bajo el mismo patrón. Más allá del cambio de sociedad, les interesa los likes y las visitas que generan las ganancias.


Nada produce más likes que las poses de indignación. Es decir, nada produce más dinero que un influencer que se queja por todo. Este método lo aprendieron de los grandes medios y de los periodistas de la élite, a los que muchos de esos influyentes de las redes sociales suelen admirar con devoción. Antes del gobierno popular, esta actitud les caía como anillo al dedo a muchos personajes. La dictadura de Duque fue tan demencial, que había material de sobra para muchos oportunistas indignados. Ahora, una vez el cambio se ha producido, este negocio ya no es tan rentable.


En vista de que hay un gobierno de cambio, de una izquierda que jamás había llegado al poder, la sociedad en general tiende a bajar sus niveles de malestar. Las personas se llenan de esperenza y compromiso con el progreso del país. Hay poco para indignarse. Es decir, bajan las ganancias de los que viven de ese negocio. Entonces, ¿qué deciden hacer, en vista de esta situación y del hecho de que a muchos no les dieron las cuotas de poder que esperaban (cosa que ellos mismos han declarado públicamente)? Se convierten en cajas de resonancia de los chismes, noticias falsas y ataques de los grandes medios contra ese gobierno de cambio que ya los satisface.


Estos hechos ya venían germinando alrededor del Pacto Histórico. Hay que recordar todos los ataques internos y habladurías contra Petro por la lista al Congreso. Incluso, hay algunos que siguen en la pelea contra la lista cerrada. Algo similar también ocurrió para imponer a la vicepresidenta. Lo más dañino de estas actuaciones es que validan todo el discurso de los opositores al cambio, pues viene de gente que se ufana de haber sido "decisivos" en la victoria de Petro, cuando la verdad es que aquellos se hicieron famosos a costa del actual presidente.


La mejor forma para afrontar este escenario es la misma respecto a los medios tradicionales. Es decir, el pueblo debe convertirse en un protagonista activo de la información. No puede quedarse validando y repitiendo todo el discurso mediático de la derecha. Mucho menos debe permitir que lo conviertan en un pelele manipulado por sus propias emociones.

Está bien indignarse ante tantos problemas que tiene el país, pero dejarse manejar a voluntad de intereses particulares no es el camino. Se necesita una participación activa del pueblo, una comunicación popular donde los ciudadanos ejerzan su mayoría de edad, en medio de un proceso de democratización de la información.


Por estas razones, el presidente insiste en una política de 100% conectividad, en la que todo colombiano pueda participar de la vida pública. Además, estas circunstancias también explican porqué el ministerio de las TIC ha sido el más difícil de resolver en medio de las disputas políticas, hasta el punto que aún no hay una ministra posesioanda. El peso de la información y la importancia de las comunicaciones son aspectos centrales en un momento de cambio social como el que vive el país. Estos elementos no pueden seguir siendo propiedad privada de monopolios mediáticos ni de élites privilegiadas, así se llamen periodistas o influencers. La información y las comunicaciones deben ser democráticas y populares.


Manuel Beltrán.


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