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LA EXPLOSIÓN CONTROLADA COMO MÉTODO

  • Foto del escritor: Manuel Beltran
    Manuel Beltran
  • 8 oct 2022
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 9 oct 2022


La "explosión controlada" ha sido la expresión que han usado los representantes de la política tradicional al intento de atajar el proceso de transformación en Colombia, luego del triunfo por primera vez de la izquierda en las elecciones. No es una casualidad ni un caso en particular. Se trata de un método utilizado por la oligarquía colombiana para sostener su hegemonía a lo largo de la historia. Si bien las fuerzas del cambio nunca habían llegado tan lejos, hay otras ocasiones en las que se ha visto desplegar esta técnica de control social y político. En pocas palabras, la explosión controlada consiste en simular ciertos progresos superficiales, que al final de cuentas no transforman la realidad estructural de la sociedad. "Cambiar para que nada cambie", suele decirse en términos más coloquiales.


Veamos, ahora, algunos ejemplos históricos. El primero de ellos lo podemos encontrar antes de la República, con la Revuelta de los Comuneros de 1781. Como respuesta a las reformas borbónicas, el pueblo se moviliza rumbo a Santa Fe para para intentar tumbar los nuevos impuestos a la producción americana de tabaco y aguardiente, que pretenden impulsar estos productos de origen español. El movimiento toma tal fuerza, que las autoridades no tienen más opción que comprometerse con cierto número de transformaciones. Pero no son más que palabras vacías para desactivar la movilización que amenaza con volar el régimen colonial. Al final, este episodio acaba con la brutal ejecución de José Antonio Galán, descuartizado y exhibido a lo largo de Nueva Granada como escarmiento. El estado de cosas no cambia, aunque se siembran las semillas que dan el fruto de la independencia.



Otro caso, lo podemos hallar en la libertad de los esclavos de 1851, ya como república independiente. Si bien es una de los avances más grandes de la historia, la verdad es que sus motivaciones no son tan loables. Más que la libertad de los seres humanos, se buscaba empezar el camino hacia una economía de corte moderna, capitalista, donde hay personas libres que venden su fuerza de trabajo y carecen de la propiedad de medios de producción. De igual modo, hay que señalar que esto provenía de la metrópoli de Londres, ferviente por crear mercados donde vender sus productos. Al final, volvieron a ganar los señores, que eran los dueños del capital y los medios de producción, además de ser los intermediarios de las importaciones. El pueblo ya no era de esclavos, sino de desarrapados sin empleo.


También podemos hablar del período conocido como la Revolución en Marcha, ya en el siglo XX. Las élites del mismo Partido Liberal se oponen a las transformaciones impulsadas por el ex presidente Luis Alfonso Pumarejo, desde 1934. López impulsa una reforma agraria, impuestos para los más poderosos, la consolidación de una industria nacional y mejores condiciones de vida para el pueblo trabajador. No solo enfrentó la resistencia de los sectores conservadores. Su sucesor, Eduardo Santos, es el primero en frenar y suprimir las transformaciones, tanto así que su gobierno se conoce como el de la Gran Pausa. Ya en la segunda presidencia de López Pumarejo (1942), mucho más moderada, ni siquiera lo dejan terminar su período.


En el siglo XXI, el proceso de paz durante el gobierno de Juan Manuel Santos es el antecedente más cercano. La esperanza es que la paz no se limite al fin de la guerra, sino que se materialice en una serie de transformaciones estructurales de la realidad política y económica del país. Ese el trasfondo del acuerdo. Sin embargo, este otro Santos se saca un plebiscito de la manga, luego de permitir toda la campaña de mentiras de la extrema derecha. Pierde la paz y el acuerdo tiene que transformarse en una versión descafeinada, el conocido Acuerdo del Teatro Colón. Luego, todo es pantomima. El gobierno de Santos es el primero en no implementar lo pactado, además de permitir el sabotaje del uribismo en el congreso. Luego llega Duque y continúa con la guerra.


Sin embargo, el pueblo no baja los brazos en el propósito de alcanzar la paz y esas transformaciones estructurales. Le planta una oposición brillante y comprometida a Duque y logra ganar las elecciones en 2022. Ahora, el cambio se ha hecho poder. La oligarquía se da cuenta de que no tiene con quién ganar las elecciones y decide tomar la estrategia de "explosión controlada". Si no se puede frenar que Petro sea presidente, se procura que su paso por la presidencia no cambie el estatus quo, sino que le lave la cara, le dé un barniz "democrático". De ahora en adelante, nadie puede quejarse de que la izquierda no haya gobernado. Y la apuesta es que ese gobierno no solo fracase en alcanzar las transformaciones anheladas por el pueblo, sino que también sea repudiado por la población. Así, los mismos que gobernaron por dos siglos pueden volver al mando. La estrategia va en dos sentidos. Ponerle una camisa de fuerza al gobierno desde adentro para que no pueda cambiar nada y demolerlo a golpes desde afuera para que nadie vuelva a votar a esa izquierda que siempre resulta culpable de todo lo malo.


Veamos cómo funciona la estrategia de explosión controlada contra el actual gobierno de cambio.


Desde adentro:


El primer paso es impedir que Petro tenga un partido y se vea obligado a conformar una coalición muy amplia y hasta contradictoria para enfrentar las elecciones de 2022. Una vez en el gobierno, esto crea complicaciones, pues no todas las fuerzas apoyan las mimas propuestas ni enfocan sus esfuerzos en una sola dirección. Por otro lado, provoca que haya choques entre las distintas vertientes que conforman la dichosa coalición. Tanto así, que es muy probable que esas fuerzas se dispersen una vez que Petro ya no esté al frente del proceso. En consecuencia, este aspecto se convierte en un problema para implementar los cambios prometidos, incluso, para siquiera identificar cuáles son las transformaciones reales y cuáles no.


Otro punto es obligar a Petro a pactar con fuerzas de la política tradicional. Esto hace que los cambios se moderen aún más. Espacialmente, en el congreso va a provocar que las reformas planteadas por el gobierno sean contenidas en algunos temas para poder tener los apoyos necesarios en las votaciones. De hecho, a varios no les basta con tener una coalición tan amplia como el Pacto Histórico, ahora quieren extenderla a un frente amplio para las próximas elecciones. Es decir, en lugar de tener una sola fuerza completamente alineada con los propósitos confiados por el pueblo en las urnas, lo que termina surgiendo es una amalgama tan amplia y diversa, como débil y contradictoria.


Desde afuera:


Como hemos señalado en columnas anteriores, los medios privados de comunicación son los voceros de las oposición. Su propósito ha quedado claro en estos dos primeros meses de gobierno y es el de desprestigiar al nuevo ejecutivo para poner al pueblo en su contra. En estos escasos sesenta días no han parado de validar chismes, de crear noticias falsas y sembrar toda la clase de intrigas. Su ruin propósito es muy evidente. Quieren mostrar al gobierno de Petro como lo peor que pudo pasar; que Petro se vendió y no va a cambiar nada; que el presidente gasta más de lo apropiado por reponer los colchones que el desgobierno Duque se llevó; que va a quebrar al país por establecer impuestos justos enfocados en los más poderosos.


Por último, y quizá el más grave de todos los aspectos, consiste en la cooptación de instituciones del Estado por parte de la derecha para convertirlas en fortín de la oposición. Duque hizo todo lo posible por dejarle el camino minado a Petro, nombrando a fichas de la extrema derecha en entidades claves, como el Banco de la República, la CREG o Ecopetrol. Con esto, la oposición tiene poder real para sabotear las políticas de cambio llevadas a cabo por el gobierno y es lo que está pasando. La junta uribista de Ecopetrol se opone a la transición de energías limpias y la CREG se opone a que los usuarios tengan tarifas justas por el servicio básico de la electricidad. El caso más grave, empero, es el del Banco de la República, donde todos los miembros permanentes de la junta directiva son uribistas. No intervienen para controlar el precio del dólar, con lo cual la inflación aumenta por la importación de alimentos y se dan a sí mismos la excusa para seguir subiendo los intereses y ahogar la economía. Quieren dólar disparado, inflación por las nubes, intereses impagables y jaquear al gobierno por el descontento popular.


Esta estrategia de explosión controlada solo puede fracasar si los cambios reales se concretan y Petro mantiene el apoyo de la mayoría de colombianos. Afortunadamente, el gobierno ha sido hábil en impulsar a toda marcha transformaciones estructurales, como reactivar los procesos de paz, empezar a frenar la dependencia del petróleo, cambiar la política exterior, impulsar una reforma tributaria progresiva, empezar la reforma agraria, etc. Este es el camino. Solo así el pueblo mantendrá el apoyo al gobierno y combatirá por su propia cuenta el sabotaje interno y externo de los opositores al cambio. Se deben tomar medidas concretas, como impulsar los medios públicos e intervenir en esas instituciones estatales convertidas en trincheras de la oposición, pues esto es una amenaza real para el bienestar de los colombianos.


Manuel Beltrán.


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