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DESMONTAR EL MODELO NEOLIBERAL

  • Foto del escritor: Manuel Beltran
    Manuel Beltran
  • 18 sept 2022
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 19 sept 2022


El neoliberalismo es un modelo económico y político que se basa en la mercantilización de servicios básicos y derechos fundamentales. Se plantea la disminución drástica del papel del Estado. Pero, en realidad, de lo que se trata es de entregar lo público para el beneficio económico de unos cuantos. El modelo neoliberal no tiene reparos en convertir el acceso básico a un servicio público en un monopolio privado que explota el agua o la generación de electricidad. Tampoco se abstiene de convertir la prestación de derechos fundamentales, como los servicios médicos, en negociados particulares, que lejos están de basarse en la idea de DDHH.


En la práctica, el neoliberalismo es una deformación de la realidad, donde se idealiza al mercado hasta el punto de concebirlo como una suerte de mundo natural, en el que los destinos y reglas son dictados por manos mágicas e invisibles. En verdad, no es otra cosa que la ley del más fuerte, la libertad de la selva. La pretendida defensa de valores "libertarios" por parte de los neoliberales no es más que una mentira que esconde un ejercicio de opresión. El hecho de convertir en un negocio privado los servicios básicos y los derechos fundamentales no da más libertad a la sociedad, sino que la condena a someterse a nuevos señores que ahora son dueños del aire y el agua, incluso de la vida y la salud.


Este dogma de fe económica ha demostrado su rotundo fracaso en un país como Colombia. Su aplicación ha significado la pérdida de derechos, de capacidades productivas y de libertades para los ciudadanos colombianos. En la presente columna de opinión se analiza algunos aspectos básicos de esta religión y cómo el nuevo gobierno ha empezado por fortuna a desmontarla. De una cosa se puede estar completamente seguro: el gobierno de Gustavo Petro significa el final del ciclo neoliberal en Colombia.


La ley de la selva.


Puede decirse que la primera gran decisión del nuevo gobierno para desmotar el modelo neoliberal consiste en la intervención de la CREG y la reducción en el precio de las facturas de electricidad. En Colombia, gracias a la puesta en marcha del neoliberalismo, los servicios públicos se fueron privatizando en su inmensa mayoría. El servicio de electricidad no ha sido la excepción. Con esto, este sector estratégico quedó en manos de unos cuantos monopolios que cobran a los usuarios sumas abusivas por un mal servicio, sin que el Estado fuese capaz de cumplir su misión reguladora. Al contrario, la CREG se mantenía del lado de los monopolios y nunca intervino, con la escusa de respetar las leyes del mercado. Las últimas actuaciones del gobierno de cambio demuestran que sí se podían tomar medidas al respecto, en favor de la ciudadanía.


Los gobiernos anteriores estaban determinados por el sesgo ideológico neoliberal. Si no actuaban era porque estaban siguiendo el modelo de reducción del Estado y privatización de los servicios básicos, que consiste en entregar lo que atañe a todos para que un grupúsculo haga negocio. Durante mucho tiempo no se trató de otra cosa que de la ley del más fuerte; la ley de la selva. Lo que ha hecho el nuevo gobierno, en cambio, tiene que ver con la racionalidad. El Estado cumple su deber y no permite que el pez pequeño sea devorado inmisericordemente por el más grande. En otras palabras, las corporaciones no podrán hacer lo que quieran con los ciudadanos.


La falsa libertad.


Otra ruta que ha emprendido el nuevo ejecutivo para desmontar el neoliberalismo es su propuesta pensional. Los ahorros de los cotizantes de fondos privados de pensiones no se tocarán, ni más faltaba. Lo que propone el presidente es el modelo de pilares, donde una base (digamos 2 salarios mínimos) se cotiza en el fondo público y de ahí en adelante está la opción de cotizar a un fondo privado. Así se consigue que la pensión sea un derecho garantizado por el Estado. Sin embargo, la derecha intenta mostrar que se trata de una estatización. Nada más lejano de la realidad. El gobierno, en verdad, está impulsando una competencia justa entre lo público y lo privado.

El neoliberalismo plantea que el Estado debe mantenerse al margen de cualquier competencia y que debe ser el mercado el que regule este hecho, bajo la la ley del más fuerte, a modo de una imitación de la naturaleza. Esto es pura demagogia. En realidad, lo que se busca es que el Estado quede supeditado a las corporaciones. El modelo pensional actual colombiano es el mejor ejemplo de una competencia desleal, en beneficio de unos cuantos particulares. El Estado, en representación de toda la sociedad, pierde porque se abstiene de actuar. La visión del nuevo gobierno es contraria, pues consiste en actuar y regular. Así consigue que un derecho como la pensión no sea simple mercancía.


La vida como negocio.


Un nuevo frente de batalla se ha abierto en esta batalla y consiste en el asunto trascendental de las EPS. La ministra de salud ya ha dicho que no se seguirá subsidiando a estas y no recibirán los mismos recursos por unos servicios que no prestan. Está muy bien que el gobierno intervenga en este sector de la salud y no lo deje a rienda suelta. Si las EPS no son capaces o no desean cumplir con los fines para los que supuestamente fueron creadas, deben quedarse en el pasado. No se puede permitir que hagan negocio a costa de las vida de los colombianos.


El modelo neoliberal abrió la puerta para que en el país se hiciera negocio con lo más esencial, incluso con la misma existencia. Todo este régimen de desigualdad se sostiene con base en la propaganda de una ideología que ya demostró su rotundo fracaso. El ser humano no vive en medio de una selva que no puede controlar. El mercado siempre estará determinado y limitado por unas reglas que benefician más a ciertos grupos que a otros. La esperanza actual es que al fin beneficie a la mayoría ignorada.


Manuel Beltrán.


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