
LA CONSULTA DEL PUEBLO
- Manuel Beltran
- 4 may
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Tras la masiva manifestación del 1 de mayo de 2025, muy superior a la del año anterior, queda claro que la iniciativa y la ventaja la ha tomado el bando popular. A estas alturas del juego, según la explosión controlada y planeada por la oligarquía, el país debería estar sumido en un juicio político que desembocara en el derrocamiento del presidente Petro o en la derrota electoral de su movimiento en 2026. Ese era el plan de la oligarquía, tras el hundimiento de las reformas, el complot de la UNGRD, el bloqueo económico al gobierno, la arremetida trumpista y el linchamiento mediático al jefe de Estado. Sin embargo, el resultado ha sido el contrario. El pueblo ha tomado el camino de la consulta popular, que es una revitalización del proceso de cambio con miras a profundizarlo. El pueblo no está arrinconado, temeroso por una inminente caída del presidente que eligió en 2022; el pueblo está movilizado, con la moral alta tras haber resistido y superado tantas conspiraciones. Este nuevo escenario ha sido el producto del remezón ministerial, de los consejos de ministros, de la derrota de los acaparadores de medicamentos y, principalmente, del activismo del pueblo.
En consecuencia, la consulta popular se ha convertido en algo que va más allá de sí misma y es más poderoso que la reforma laboral. La consulta se ha constituído en un mecanismo capaz de poner en la palestra todo el sistema, no solo porque atañe el modelo económico y productivo; también porque es una herramienta concreta y tangible para hacerlo. Es muy fácil cuestionar el sistema desde la palabra, pero, como ya se ha comprobado a lo largo de este gobierno de cambio, modificar la realidad es más difícil, especialmente cuando se limita al juego preestablecido por la élite dominante. La virtud de la consulta es que ha hecho visible para todos la brutal y desigual lucha de clases en nuestra sociedad, por lo que la voluntad del pueblo por avanzar en sus conquistas sociales no puede ser manipulada ni rebajada con posturas supuestamente conciliadoras. Es la consulta del pueblo y para el pueblo.
Por su parte, a la oligarquía solo le gustan las consultas, referendos o plebiscitos en los que pueda manipular al pueblo para alcanzar sus objetivos y multiplicar sus privilegios. Por eso amenazan con impedir la consulta popular y hundirla en el senado, con tal de que el pueblo no se pueda pronunciar y no alcance semejante victoria histórica. Las doce preguntas presentadas para la consulta deja sin mayor margen de acción a los que quisieron ver muerto el proceso de cambio. Las preguntas recogen los puntos fundamentales de la reforma y, de manera determinante, demuestran que se trata de aprobar derechos tan básicos, que a cualquiera le parecería monstruoso un sistema que los haya eliminado por simple codicia. Por otro lado, no deja cabida para intentos de división del pueblo, pues la consulta también beneficia a trabajadores informales y pequeños propietarios. Ante su inminente derrota, los verdugos de la clase trabajadora prefieren amordazar al pueblo, con la idea de que el tiempo pase y la contrarrevolución avance. De allí viene la trampa de aplazar inconstitucionalmente la consulta para después de las elecciones, para que fracase del mismos modo que la llamada consulta anticorrupción de hace unos años.
Veamos la historia. Podríamos referirnos a la constituyente del 91 y cómo la oligarquía la aceptó y la impulsó una vez estuvo consumado el genocidio contra la Unión Patriótica y descabezado el movimiento 19 de abril. Pero al respecto, ya hemos planteado algunas reflexiones en columnas anteriores. Veamos otros casos. Por ejemplo, el plebiscito de 1957 que dio origen político al Frente Nacional y que suponía el fin de la dictadura militar. La verdad es que solo se pasaba de una dictadura a otra o, mejor dicho, se perfeccionaba aquella dictadura que se levantó para frenar al pueblo gaitanista. La asamblea nacional constituyente de Urdaneta, que luego siguió Laureano Gómez, sirvió como base "legal" para la dictadura de Rojas Pinilla y la posterior junta militar (en pleno contubernio con Mariano Ospina Pérez, que presidía la asamblea). Con el Frente Nacional, se devolvía el poder absoluto a los partidos políticos de la oligarquía de manos de los militares, una vez el país estuvo "pacificado". La supuesta participación del pueblo no era más que un acto de manipulación para darle una legitimación aparentemente democrática a un régimen de facto. La manipulación llegó a tal punto, que esa vez sí se incluyó el voto femenino (para que no quede duda de que la instrumentalización del feminismo por parte de la oligarquía no es nueva).
Veamos otro ejemplo, el plebiscito innecesario que sirvió para modificar lo firmado en La Habana y dio paso al sabotaje del acuerdo de paz. Lo único que hizo aquel plebiscito fue postergar la llegada al poder de las fuerzas populares y provocó la tragedia de padecer a Duque durante 4 años. De manera muy conveniente el NO pasó adelante en los últimos boletines y resultó "ganador" con un paupérrimo margen. La mano oscura del poder electoral siempre dejó la duda si hubo fraude o no; lo más seguro porque en 2018 se repitió. Los protagonistas son los mismos que llevaron a cabo por entonces el entramado de corrupción más grande la historia: Odebrecht; es decir, una oligarquía que usó el plebiscito como herramienta para torpedear la paz, impedir las reformas sociales que la hagan posible, justificar así la demencial desigualdad de sus privilegios y la impunidad para sus delitos. Los planes de la oligarquía no han cambiado mucho, pero sí la situación del país. La consulta, o el mecanismo de participación, no es una trampa; es una conquista, un triunfo en sí que ha despertado al pueblo del letargo de haber ganado la elección en 2022. El pueblo ya comprendió que la lucha es más profunda y a más largo plazo.
Manuel Beltrán.
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