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ALMAS MUERTAS

  • Foto del escritor: Manuel Beltran
    Manuel Beltran
  • 30 mar
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 4 abr

La novela inconclusa de Gógol, Almas Muertas, trata sobre una estafa diseñada por el protagonista, Pável Chichikov, en la cual este está dispuesto a comprar las almas de aquellos siervos muertos y que aún le generan gastos fiscales a los terratenientes que los poseen, en plena Rusia feudal del siglo XIX. ¿Qué espera ganar con semejante empresa tan absurda? Simple, cobrar los subsidios y beneficios que el Estado brinda a los señores feudales, especialmente la entrega de tierras; es decir, la acumulación de tierra poco productiva que reproduce hasta el infinito el antiguo régimen. Cualquier parecido con lo que pasa hoy en Colombia va más allá de una simple coincidencia. ¿Qué diferencia hay entre estos terratenientes que trafican con vidas humanas y los explotadores que hoy niegan los mínimos derechos laborales a los colombianos? ¿Cómo es posible que se haya llegado al punto de hundir la reforma laboral sin debate y con la excusa de que es "por el bien" de los mismos trabajadores? ¿Por qué la propaganda de la derecha, siempre reaccionaria, llega al extremo de amenazar -con total descaro- con despidos masivos a trabajadores que vayan a una marcha o la negación simple y llana de la misma consulta popular?


Como se menciona en columnas anteriores de El Latinoamericano, la reforma laboral resulta ser la más difícil de aprobar, mientras perviva el antiguo régimen y no sea superado por completo. Es utópico pensar que esta oligarquía, que pudo arrebatar los mínimos derechos laborales a principio de siglo, vaya a devolverlos mediante la acción legislativa de un congreso tan conservador. Pero lo que sí ha hecho la reforma laboral es poner en duda el sistema. Que a los trabajadores se les niegue el pago completo de sus horas extras y dominicales, revela, tan claro como el agua, que el sistema es completamente injusto y debe ser reformado más a fondo. Entonces, el gobierno plantea entregarle la capacidad decisoria al pueblo, como debe ser en una democracia, pero la oligarquía dice que no, que su antiguo régimen no conoce otra forma que la imposición. Un mundo inviable, como el de Almas muertas. Aquel recorrido de Chichikov por medio de las haciendas terratenientes demuestra lo espectral de un mundo que ya está muerto, por más que intente negarlo. Aquellas formas y costumbres ya eran tan absurdas e irreales, como la misma empresa de comerciar la posesión de siervos difuntos. Los terratenientes aceptaban la propuesta de Chichikov por la ambición de evadir impuestos, su mínima responsabilidad social, como aquellos patrones que amenazan con despidos masivos, solo para negarse a reconocer las horas extras o los dominicales. La servidumbre se convierte en algo inviable, luego de las Guerras Napoleónicas y acaba con la liberación de los siervos. Luego del acuerdo de paz, el modelo neoliberal también se ha vuelto inviable.


En este punto habría que preguntarse por el desarrollo del capitalismo en Colombia y encontráremos semejanzas con aquella historia de ficción. Pável Chichikov no era un noble terrateniente, más bien era un burgués y un oportunista. Pero, en especial, es un trepador en la escala social, que está dispuesto a cualquier cosa, sin escrúpulos, con tal de cumplir su ambición; hasta el punto de convertirse en un traficante de la muerte. Todo esto sucede porque en aquel contexto no existe la economía productiva que permita ese ascenso social, sino que se está en un mundo moribundo, que se ahoga en su propia inmovilidad. Sin embargo, habría que preguntarse si esta no es la verdadera naturaleza del capitalismo. Su desarrollo en Colombia tampoco responde a ese idealismo de hombres trabajadores y ahorradores que forjaron capital, sino más bien está vinculado a trepadores sociales de todos los pelambres. No son muy decentes las historias de los oligarcas de este país. Su fortuna se ha basado en el contrabando, el despojo cafetero, la estafa bancaria, el narcotráfico, etc. También podemos recordar cómo esta oligarquía pasó de esclavista a empresaria, mientras cobraba una "indemnización" por la liberación de los esclavos. Esta oligarquía tiene el alma muerta desde siempre.


Todo esto debe conducir a la reflexión sobre nuestra actualidad. ¿Es correcta la idealización que suele hacerse del sistema económico? Se nos suele pintar que el problema de Colombia no es el capitalismo, sino la falta de este. Ante todo, es una estratagema para evadir el debate sobre un cambio de sistema. ¿No será acaso que esa idealización es contraria a las mismas aspiraciones de cambio? El proceso histórico del capitalismo debe transitarse, pero no para estancarse en él. El hecho de que el sistema sea incapaz de reformarse debe llevar al cuestionamiento de ese supuesto capitalismo bueno, en el que admiramos lo que tienen otros países más desarrollados, sin tener en cuenta que aquello se basa muchas veces en nuestro despojo y el de otros pueblos. Es muy difícil pensar en utopías de este tipo, cuando al frente está una oligarquía a la que no le interesa la equidad ni la solidaridad. Tiene el alma muerta. Prefiere acumular riqueza por encima de los colombianos, negando sus derechos fundamentales, es decir, su humanidad. Para ella, los trabajadores son entes, almas intercambiables; se requiere un sistema donde los trabajadores sean humanos de derecho. Queda claro que no somos todos iguales ante la ley.


Manuel Beltrán




 
 
 

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