
EL CAMBIO ES REAL, POR ESO CONSPIRAN
- Manuel Beltran
- 9 dic 2024
- 4 Min. de lectura
La derecha colombiana presenta la reforma judicial en México como un golpe a la democracia, al mismo tiempo que pretende derrocar al presidente Petro mediante una guerra jurídica. No es una contradicción, por más que pueda parecerlo. Se trata de la defensa a ultranza de una visión cerrada de la democracia, que prioriza los intereses de las élites por encima de la voluntad popular. No les gusta la reforma judicial en México porque plantea que los jueces sean elegidos mediante sufragio universal, es decir, que se aclare el rol político de la justicia y no se dé simplemente una burda repartición burocrática entre las ramas del poder. La derecha en Colombia defiende que los poderosos elijan a sus propios jueces, como si se tratara de una secta cerrada, que está por encima de la soberanía popular. En consecuencia, la juramentación de un magistrado de la Corte Suprema, que desconoció abiertamente la autoridad del presidente como jefe de Estado, es una escena más del guión golpista contra la voluntad popular. Antes de que el proceso de cambio avance como en México, buscan deformar el Estado de derecho (alejado siempre de la cotidianidad colombiana) en leguleyadas para dar un golpe de Estado. Lo mismo pasa con el CNE y el Consejo de Estado, que pretende avalar el enjuiciamiento inconstitucional del presidente; o validar que la Procuraduría pueda quitar derechos políticos a personas electas por el pueblo.
El golpe de Estado en Colombia no se ha detenido ni ha dejado de estar ahí; lo que pasa es que su marcha es lenta para que el pueblo no reaccione a tiempo. El golpe de Estado en Colombia sigue su curso porque el cambio sigue avanzando, por más que hayan intentado frenarlo de todas las formas. El golpe de Estado sigue como una sombra sobre Colombia porque la derecha teme llegar a las elecciones del 26 sin haber descarrilado el proceso popular. Aún no se explican porqué razón no han podido más que contener algunas iniciativas, pero no el trasfondo de la transformación que vive el país. La explicación para el pueblo sigue siendo la misma. Aquellos que no tienen ningún poder solo pueden vencer a los que lo tienen todo, si logran utilizar esa fuerza contra sus propios verdugos. Si la oposición de extrema derecha está deslegitimada (reflejado en la última marcha fracasada), es porque ha utilizado su poder para engañar, manipular y sabotear al país. Si nadie le cree a ese falso centro, es por su evidente hipocresía y clara complicidad. Si pocos confían en aquella "izquierda" acomodada, es porque más de una vez ha traicionado. Si muchos rechazan el golpe de Estado en marcha, no solo es porque defiendan al gobierno, es porque se trata de un atentado tan siniestro, que también los hundiría a ellos y a toda la República.
A medida que el cambio se profundiza, más amenazantes se muestran las fuerzas reaccionarias. Pero la única forma de contener el golpe es que el proceso avance. Detenerlo o contenerlo es otra forma del golpismo. La reforma pensional ya lo demostró. Ahora, con la reforma al sistema general de participación, que acaba en la práctica con el centralismo, la consecuencia parece ser la misma. Sin embargo, está vez llegaron muy tardes las aves de mal agüero que suele soltar la derecha para desprestigiar cualquier iniciativa de transformación. La verdad es que la jugada se les volvió en contra. Me explico. Como habíamos denunciado en columnas anteriores, la oligarquía se arropó con las banderas de un federalismo impostado con la única intención de sabotear al gobierno central, ya que había caído en manos del populacho. Llegaron al punto de hacer una vaca con el Clan del Golfo y hasta amenazaron con un referéndum para la autonomía presupuestal de los departamentos. El proyecto de reforma aprobado también tenía esa intención en un principio, por eso avanzó a paso ligero en el legislativo, sin recibir ataques en contra de parte de los sectores opositores. Se confiaron, entre otras, porque el gobierno se mostraba en contra del proyecto. Sin embargo, al asegurarse un porcentaje más racional para los municipios y una implementación posterior al actual gobierno, el ejecutivo se plegó a la iniciativa en los últimos debates, lo que dejó sin respuesta a la oposición. Esta reforma, sin duda, es una de las más importantes en los últimos tiempos.
Si conspiran, es porque el proceso de cambio es real. Esta es una sentencia tan verdadera como que el proceso de cambio necesita revisar y corregir varios aspectos, se debe hacer autocrítica y, si es necesario, una revolución dentro de la revolución. Por supuesto, aquí no vamos a validar ni a repetir los prejuicios y mentiras comunes de la derecha ni de los tibios ni de esa izquierda de panfleto que finge ser más revolucionaria que nadie para terminar aliada con la extrema derecha. No obstante, hay aspectos por corregir, como el caso de los infiltrados en el gobierno que se han dedicado a sabotear y crear montajes de corrupción. Es entendible que en dos años no se podía cambiar la burocracia heredada después de 200 años, pero ya es tiempo de empezar. Lo mismo pasa con los mecanismos más directos para ejercer el poder por parte del Estado en todos los territorios. Nunca se debió renunciar a las emergencias económicas como la de la Guajira, el Estado y el gobierno elegido por el pueblo no pueden renunciar ni conformarse en este aspecto. Muy bien que se haya extendido a Chocó, pero debe ser a todo el país. De hecho esta práctica es importante para enfrentar las arremetidas golpistas. Por ejemplo, el país no puede caer en un default inducido por la oposición en el congreso ni se puede tolerar la sedición. Para eso están la emergencia económica y la conmoción interior. El pueblo y su gobierno no pueden maniatarse. A propósito, otro aspecto que debe ser mejorado: el papel del Partido de gobierno. Si la Colombia Humana ya no es capaz de estar a la vanguardia del PH, otra fuerza revolucionaria debe pasar al frente, pero el proceso no puede detenerse, es la salvaguarda frente al golpe. Así mismo, existen otros aspectos que serán considerados en otra columna por venir.
Manuel Beltrán.
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