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EL IMPERIO CONTRA LA HISTORIA

  • Foto del escritor: Manuel Beltran
    Manuel Beltran
  • 14 abr
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 15 abr

Introducción


El imperio destruye el comercio internacional, forjado por él mismo, con tal de mantener, al precio que sea, su hegemonía. Lo mismo hace la oligarquía en Colombia. Es capaz de intentar destruir la figura presidencial, con el único fin de acabar con el proceso de cambio; la censura a los consejos de ministros y la pretendida eliminación de las alocuciones lo confirman. Eso sí, es un arma de doble filo: destruir el sistema para mantenerlo a flote; un cambio para volver al pasado; lo llaman, en su soberbia, explosión controlada. Puede salirse de las manos y tal vez ya lo hizo. Puede que el imperio o la élite criolla no sobrevivan a la quimioterapia auto inducida. Tanto a nivel global como nacional, se trata de una época de cambio o decadencia; depende de los protagonistas. El pueblo colombiano no debe desperdiciar la ocasión para avanzar históricamente.


***


Los videos presentados por diferentes miembros de la diplomacia china, en los que se ve trabajando con muchas dificultades a estadounidenses, en fábricas y campos, han sido un éxito propagandístico. La razón es que exponen de manera sutil, pero con gran fortaleza, la verdad de EEUU: un imperio que ya no volverá a ser lo que fue, por más que el emperador de turno se encargue de pregonarlo. El mayor enemigo del imperio es él mismo; es decir, el paso del tiempo, la historia. Esos supuestos trabajadores estadounidenses, creados a partir de inteligencia artificial, dan cuenta de un "sueño americano" entrado en decadencia. La obesidad mórbida, producto de la comida chatarra; la desidia evidente en sus rostros, fruto del nihilismo de una nación agotada y consumida; su torpeza, señal de una sociedad que ya no sabe trabajar, mientras discrimina a los migrantes que sí lo hacen, y sus ojeras, rasgos de una innegable degeneración, son el resultado de una pretendida "Pax Americana" y de la supuesta victoria sobre el comunismo, con su "final de la historia" incluído. Hoy, EEUU ha entrado en guerra contra su propia globalización y sus valores liberales. Comienza su autodestrucción, que es una negación del tiempo, derivada de la incapacidad para competir con los nuevos actores geopolíticos. Ya no solo se pretende negar el devenir de la historia, sino que la meta es llevarlo al pasado, al mercantilismo más salvaje. Si les queda posible, incluso, hasta el mismo esclavismo, como con los migrantes sometidos a trabajos forzados en El Salvador.


Todos los imperios intentan contener el devenir de la historia, suspender a la humanidad en una suerte de presente absoluto. El futuro es anulado y la vida puesta a merced de la extinción, de una nación o de la misma humanidad. Todos los imperios apelan al fascismo abyecto para imponer un supremacismo casi siempre genocida, con tal de mantener un orden geopolítico que, en realidad, ya está muerto. EEUU no va a perder contra China; EEUU ya perdió contra China y, especialmente, frente a la historia. En Washington pueden "imponer" los aranceles que quieran, eso solo acelera su caída. La respuesta contundente del gigante asiático, en comparación con las dudas del imperio estadounidense, han dejado claro el resultado final de esta guerra económica. Por supuesto, no hay que ser cándidos. Este solo es el inicio; la idea de toda guerra comercial es ser la apertura de una guerra a sangre y fuego. Ese es el verdadero plan del imperio; una guerra de tal escala, que detenga el paso de la humanidad. Ya veremos si lo consigue o cae primero. El mundo, todos los días, hace sus apuestas en las bolsas hundidas, que anuncian una crisis sin precedentes.


No obstante, EEUU no se puede comparar con cualquier imperio. Habría que hacerlo con Roma y no por ese complejo de todos los fascistas de querer imitar a los romanos. En realidad es porque no estamos ante un simple recambio de imperios; estamos ante la posibilidad de un cambio más profundo, de edad, de época, de era, cualquiera de ellas. La primera razón consiste en que el mayor desafío que representa China es el económico. Frente a China, lo que está en disputa es el sistema económico, la continuidad del capitalismo o el giro hacia el socialismo, en este caso con características chinas, como suelen decir. Una de las razones que precipitó la caída de Roma fue el colapso del sistema esclavista y el advenimiento del sistema feudal. Otra razón es que, en vez de asumir el fracaso del sistema económico, se culpa a los extranjeros, a los bárbaros; que son perseguidos, pese a ser la base de esas sociedades. Así como en EEUU se persigue a los migrantes trabajadores, en Roma se persiguió a los bárbaros, incluso cuando la mayoría del ejército romano ya estaba conformada por ellos. La tercera razón da cuenta de un declive moral y cultural, hasta el punto de poner en duda la razón de ser de dichas sociedades. El esclavismo y el imperio no solo colapsaron por razones económicas y las luchas a lo Espartaco, también lo hicieron por razones morales e ideológicas. Como señala Montanelli en su historia sobre Roma, gracias al cristianismo la cultura grecolatina perduró, ya que renovó un mundo, que estaba muerto, al mezclarse con él. El mejor ejemplo es la Minerva renombrada como la Virgen María. Tal vez tengan razón los que dicen que EEUU solo puede subsistir si imita a China, en vez de intentar destruirla; es decir, si el mismo imperio da el giro al socialismo.


Todo indica, por el contrario, que el imperio continuará con su inquisición contra el socialismo, aquella herejía que propone una evolución frente al capitalismo. Bien dicen en China, de la mano de Marx, que el capitalismo siempre acaba en socialismo. Pero ahí está de nuevo el imperio; intenta con todas sus fuerzas contener el curso de la historia. La única diferencia es que en el siglo XXI tiene un rival más poderoso que el del siglo pasado, al tiempo que su propio poder (y esto es lo más grave para sus intereses) ha entrado en evidente declive. Este es el fracaso de los que pregonaban el fin de la historia. Nunca imaginaron que un nuevo Estado de corte socialista volviera a competir por la cabeza del mundo. Este hecho se hace más importante, si se tiene en cuenta el avance comercial, industrial, de capitalización, tecnológico y científico de China frente a la historia, es decir, respecto a su predecesor. China es la verdadera heredera de la URSS. Y ha ido más allá, con base en un punto fundamental para el mundo. Se ha transitado por el capitalismo sin que la revolución se hunda; al contrario, esta sigue en pie. Cuando se evidenció que la historia no había terminado, entonces se negó que China fuera socialista y se afirmó simplemente que era capitalista. Pero esto es falso. No hay socialismo sin un capitalismo previo, la URSS lo demostró al intentar obviar este periodo, que más adelante se adueñó de todo; del mismo partido nació la burguesía actual. En cambio China no ha negado la existencia de capitalistas, los ha dejado ser, pero bajo el control de la democracia del proletariado. Esa es su bandera. Es un proceso más científico que ideológico. Ese es el gran salto. De allí que China hoy defienda la integración de los pueblos y su comercio. China no le teme al reto económico, ese es su fortaleza y su plan. Esta es la razón por la que China, sin traicionar el socialismo, reivindica los aportes históricos y benéficos que trajo el liberalismo, mientras EEUU intenta destruirlos.


En cuanto a la oligarquía colombiana, estos cambios a gran escala en el planeta agudizan la inestabilidad del antiguo régimen y potencian la necesidad del establecimiento de uno nuevo. Su dependencia frente a la oligarquía estadounidenses, lleva a la oligarquía criolla a una suerte de callejón sin salida. Si respalda ciegamente a EEUU, corre el riesgo de ser sacrificada por un imperio que ya no tiene reparos en inmolar a sus supuestos aliados. Pero si se acerca a China, corre el riesgo de perder su hegemonía frente al nuevo régimen, más cercano a los principios del nuevo mundo. Esta realidad empuja a la oligarquía a retomar el poder político con el único objetivo de arrodillarse aún más ante el imperio e imitar sus pasos, con tal de mantener el estatus quo. Intenta destruir el sistema, la constitución y el mismo modelo presidencialista para atajar la posibilidad de cambio. Ahora se le ve a la oligarquía hablar, hipócritamente, de descentralización, Estado de derecho y separación de poderes; aspectos que siempre ha despreciado. Lo hace con el claro propósito de patear el tablero, destruir el juego que va perdiendo e imponer otro a la fuerza, en el que prevalezca. Es el mismo método del imperio, el mismo método usado en la guerra fría del siglo XX. Puede ser que en el XXI no funcione. Otra referencia a Roma. Aquel imperio pudo contener las primeras olas de bárbaros y a los primeros cristianos, pero terminó cediendo ante una marea perenne, la historia implacable.


Manuel Beltrán.

 
 
 

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