
INTRODUCCIÓN AL EXTERMINIO: EL EJE TRUMPISTA
- Manuel Beltran
- 25 feb 2024
- 6 Min. de lectura
Si algo puede resumir la historia de Colombia después del Bogotazo, aquello no es más ni menos que el Estado de sitio: una medida extraordinaria que, utilizada de manera sistemática, se convierte en la normalidad impuesta, que no es otra cosa que una aberración. Esa anormalidad, disfrazada como lo lógico por ese matiz constitucional propio de esta medida, pues la misma Constitución la valida, permite camuflar una dictadura como democracia. De allí que, durante tantas décadas, los peores tiranos en Colombia se ufanaran de tener la democracia más antigua de la región. La realidad era otra, esa democracia cometió sin ningún reparo o sanción tal cantidad de crímenes, que las peores dictaduras formales del continente se quedan cortas. Esa supuesta democracia contaba desaparecidos y desplazados por millones y esto era el pan de cada día. El pueblo aprendió a callar por el temor; tantos hijos acribillados y presentados como subversivos era suficiente motivo para querer mirar a otra parte. El Estado de sitio no solo habilita la opresión formal en la calle y vida pública. El Estado de sitio también oprime la mentalidad del individuo, hasta convertirlo en un sirviente más de esa dictadura camuflada. No es raro entonces que Colombia sea uno de los países más conservadores de la región, incluso más que muchos de los que tuvieron tantas dictaduras. El Estado de sitio no fue una respuesta a la guerra; el Estado de sitio fomentó la guerra porque era el marco perfecto para su existencia. Bajo este manto, los fascista podían cometer cualquier crimen y dedicarse a cualquier negocio criminal; la justicia jamás los tocaría. En un país sometido al más bárbaro de los capitalismo sin control, como lo es el narcotráfico, los agentes que buscaban hacer justicia fueron perseguidos, asesinados o exiliados; tal como es el caso de Amelia Pérez, aspirante a fiscal general, postulada por el gobierno popular, y que investigó varias masacres paramilitares, que tuvo que verse exiliada por las mismas; o su esposo Gregorio Oviedo, otro héroe que descubrió y denunció a los financiadores de Carlos Castaño. Fue expulsado de la fiscalía y luego exiliado por estas actuaciones. Mientras tanto, los paramilitares se tomaban el poder del Estado ante la vista de los mismos medios que pretenden usar los trinos del señor Oviedo para menoscabar la legitimidad de la señora Amalia Pérez para ser fiscal general, en un claro acto de revanchismo y una dosis brutal de machismo. No es raro entonces que esa Colombia del pasado, la del antiguo régimen, sea el modelo a seguir de los reaccionarios que EEUU ha reclutado en la región y que aquí denominamos amablemente como el eje trumpista.
Lo más seguro es que Trump gane las elecciones en EEUU, pues Biden parece su mejor jefe de campaña. Sin embargo, de ganar Biden, poca diferencia habrá para Latinoamérica. El eje trumpista, en el que incluimos a los gobiernos de países como El Salvador, Argentina, Uruguay, Ecuador y los golpistas de Perú, estará al servicio del que gane las elecciones en EEUU porque no son más que títeres del imperio. Por su parte, una vez superada la amenaza trumpista, Biden y el establecimiento estadounidense volverán a tomar dominio de la situación y a moverse a la derecha para recoger a gran parte del votante trumpista. De nuevo EEUU será la cabeza del ciclo reaccionario en la región, no importa si el partido que gobierna es el demócrata o el republicano. La condescendencia del actual gobierno de EEUU con los gobiernos de izquierda más moderada de la región se acabará y empezará a promover cambios de gobierno como el de Perú, que no es otra cosa que golpes de Estado. Las evidencias están a la luz del día; mientras Milei va a la convención de la extrema derecha de EEUU a ponerse de rodillas ante Trump, el secretario de Estado de Biden, Blinken, fue hasta la Argentina a darle su apoyo a el gobierno neonazi. Al igual que en El Salvador, en Argentina se pretende recurrir a medidas extraordinarias para doblegar al pueblo e impedir que este se rebele ante el brutal paquetazo de medidas ultra neoliberales de Milei. Los argentinos pasan hambre y se les quiere dominar mediante una Estado de sitio o similar para que se doblegue y acepte mansamente pagar la deuda que adquirió de forma miserable la extrema derecha con el FMI. De allí que el fascista Milei o Bukele o el mismo Trump hayan lanzado insultos contra el presidente Petro. Son nostálgicos de aquella Colombia del pasado que lideraba al fascismo regional, con ropajes democráticos y las manos manchadas de sangre. Como hemos dicho, la nueva Colombia es la muralla contra el fascismo porque ha sido víctima del mismo y lleva décadas luchando por liberarse de la barbarie. Aquellos nuevos tiranos, creados por las redes sociales y los medios masivos de comunicación, quieren hundir a sus países en esa barbarie, en una nueva operación cóndor que se da desde el lawfare y la manipulación mediática para llegar al poder mediante elecciones amañadas.
La verdadera peste es el fascismo, como dejó claro Albert Camus en su obra de teatro Estado de sitio de 1948. En aquella pieza, el escritor francés lleva a cabo una trama en la que describe cómo una dictadura de corte fascista se apodera del poder y emprende una maquinaria de represión y muerte, que asola a toda una población. Aquel fascismo se origina en un pensamiento premoderno, representado por un eclipse previo a toda la barbarie desatada por la peste, un joven y carismático dictador que impone un régimen de terror perfectamente burocratizado. A propósito de esta obra, se desató cierta polémica por estar ubicada en España. Algunos críticos cuestionaron a Camus por no ubicarla en el bloque soviético. Camus no tuvo reparos en responder a estos señalamientos en una artículo titulado ¿Por qué España? En este, Camus expone a la España franquista como el primer modelo de un Estado totalitario, que se originó en los albores de El Eje, la alianza fascista que llevó al mundo a la Segunda Guerra Mundial. Camus recuerda que fue Guernica donde se dio el primer bombardeo indiscriminado contra civiles, por parte de la alianza de la Alemania nazi, la Italia fascista y la España franquista; solo faltaba el Japón imperial. Esta misma historia se asemeja a la nuestra. Colombia es el ejemplo de aquel fascismo camuflado como democracia, que empezó en el Frente Nacional y aún se niega a soltar con sus tentáculos las instituciones del Estado e impide las reformas y cambios que el pueblo luchó en la calle y eligió en las urnas. Esa Colombia del pasado es el modelo perfecto por su servilismo ciego frente al imperio norteamericano. El eje trumpista es igual de servil y aún más lo será con el sionismo que bombardea indiscriminadamente a la población palestina desde hace meses. Milei fue a llorar a Israel y a arrodillarse; Bukele, pese a ser de origen palestino, justifica a Israel; por su parte, Trump reconoció ilegalmente a Jerusalén como capital sionista. No cabe duda de que buscarán importar esa barbarie a nuestro continente. Con el eje trumpista también revive la amenaza real y tangible de una guerra regional, por medio de una invasión; como en tiempos de esa Colombia que bombardeó a Ecuador sin escrúpulos.
La respuesta ante esta arremetida imperial y reaccionaria no debe ser otra que la unidad. La forma más inteligente para enfrentar a este eje fascista y títere del imperio es mediante un bloque antifascista que luche por la soberanía de nuestros países. Brasil, México, Venezuela, Colombia, Bolivia, Cuba y otros deben conformar un bloque capaz de hacerle frente a las amenazas que se extienden en el horizonte. Ya se vislumbró en estos días, en el momento que estos gobiernos salieron en respaldo de Lula ante los ataques de Israel por haber denunciado que en Gaza no hay guerra sino un genocidio. Para esto es importante ganar las elecciones en Uruguay, Panamá, México y Venezuela en este año. En todo este escenario es evidente que Colombia juega un rol fundamental. Debe ser el articulador de la síntesis que permita la unidad entre las dos vertientes de izquierda que hay en el continente, papel que ya está desempeñando. Pero, para llevar a cabo esta importante labor, debe dar el ejemplo en casa. No se podrá contribuir en la derrota del fascismo en la región, sino se hace lo mismo en el hogar. Para ello, la elección de una nueva fiscalía es vital. Solo si se impone la justicia sobre la impunidad se podrá borrar el genocidio sistemático al que ha sido expuesto todo un pueblo. Solo si los verdaderos culpables de los mayores crímenes son llevados a los tribunales, en vez de que sus denunciantes sean exiliados, asesinados o desaparecidos, se podrá pensar en cumplir a cabalidad el papel que tenemos en la geopolítica regional. Al ser víctimas de esa maquinaria de muerte y opresión, estamos llamados a contribuir en la construcción de un mundo realmente libre y humano.
Manuel Beltrán
Comentarios