
GUILLOTINAR A LOS JACOBINOS
- Manuel Beltran
- 25 feb 2023
- 4 Min. de lectura
Siempre se ha comparado la Revolución Francesa con el mito en que Saturno devora a sus hijos. Con esto se pretende explicar de manera simplista las diferentes etapas y golpes de Estado que se dieron durante aquel momento histórico. En especial, esta asociación se hace para explicar la caída de los jacobinos y el inicio de la contrarrevolución. Sin embargo, se queda corta, pues no percibe que detrás de este proceso hubo una estrategia para volver el descontento popular y la turbulencia de cualquier proceso revolucionario contra la vanguardia de aquella transformación social. Los jacobinos fueron los que consolidaron la República con la caída definitiva de la corona de los Borbones y la implementación de varias medidas que favorecieron al pueblo. Pero los enemigos de aquellos cambios se las idearon para ponerlos en la guillotina y reversar los avances populares. Algo similar ocurre en Colombia con la estrategia de explosión controlada de la oligarquía. Pretende adueñarse del proceso de cambio, descabezar a los líderes y retornar a su paraíso perdido y de injusticia. No en vano hace unos días llegaban al extremo absurdo de comparar a Petro con Robespierre. En realidad estaban confesándose, quieren sacar a Petro del camino y retornar aplaudidos por sus víctimas humildes de toda la vida.
El trámite de la reforma a la salud ha puesto en evidencia estos planes para deformar y acabar con la voluntad popular de cambio social, político y económico. Como era de esperarse, aquellos representantes de la politiquería de siempre, que llegaron cortejados por el seguro triunfo de Petro, han destapado sus cartas y se han quitado parcialmente las caretas. Siguen hablando de apoyar el cambio y las reformas estructurales, pero sus acciones van encaminadas a sabotear las políticas del gobierno y su propio funcionamiento. Una oposición interna, que busca ponerle trabas a todas las iniciativas del gobierno, ya sea por cálculos partidistas o intereses personales, como es el caso de los que han sido financiados por las EPS y ahora las defienden a capa y espada. No sienten vergüenza al atacar a la ministra Corcho con mentiras que ya han sido controvertidas una y otra vez. Tampoco les importa mentir sobre el funcionamiento de las EPS. Ahora desean engañar a los ciudadanos con el cuento de que estas son las que pagan con sus recursos los tratamientos de los pacientes, cuando la verdad es que todo se trata de un negocio privado a costa de dineros públicos y de un derecho fundamental que se ha mercantilizado.
El partido creado en estos días, para adueñarse del proceso de cambio y sabotearlo, pertenece a la oligarquía. Ha sido concebido por sus agentes políticos y promocionado por sus medios de comunicación. Los mismos que llevaron a Colombia a la debacle neoliberal se han agrupado en un movimiento que no tiene nada que envidiarle a la extrema derecha más corrupta. Pretenden camuflarse con los ropajes de la paz, para mantener la injusticia social que ha provocado sistemáticamente la guerra en el país. Es el partido de los nobles, de los que gobernaron siempre y hoy se sienten despechados de poder. De hecho, llegan al punto de menospreciar la victoria del pueblo en 2022 y se presentan como los únicos responsables del triunfo del Pacto Histórico. Perdieron en la urnas, pero intentan robarse el proceso por el camino, lo cual es un acto propio de mafiosos. Esa oligarquía que nunca fue capaz de reformarse busca adueñarse de las reformas, quedarse con todo el crédito y desbaratar cualquier atisbo de gobierno popular. Ven la presidencia de Petro como una anomalía que deben transitar y no como el mandato expresado en las urnas.
Sin embargo, este paso significa ponerse afuera del gobierno, tarde o temprano. Esto, por supuesto, debilita la posición de los que son contrarios al proceso de cambio. Necesitan operar adentro del gobierno para desmoronarlo desde el interior. Su principal arma es el engaño, aunque sus movimientos han sido anunciados con bastante antelación. Salta a la vista que algunos ocupan ministerios y otros cargos para ponerle palos a las ruedas del cambio, en vez de contribuir. También es notorio que pretenden dinamitar el gobierno y crearle una crisis por medio de los chismes y la desinformación de los medios. Mientras presentan a estos opositores internos como los referentes del gobierno, los medios lapidan a cualquier persona que pertenezca a la base popular del Pacto Histórico. Se disfrazan de demócratas para burlar la voluntad popular. Alzan la bandera de la deliberación, pero lo que buscan es manipular y engañar al ciudadano, para que este crea que las reformas son innecesarias o perjudiciales. Al mismo tiempo, los más leales al proceso de transformación son ridiculizados o presentados como dañinos y que actúan en prejuicio del presidente.
Permanecer adentro del gobierno es indispensable para ellos. Afuera serían parte de la oposición extremista y desprestigiada. Se encuentran, entonces, en un callejón sin salida. Pero, como desprecian al pueblo, también lo subestiman. Creen que nadie se percata de sus planes y acciones. Pero todo esto estaba cantado desde las elecciones. Ellos mismos revelaron en medios masivos sus planes en caso de que Petro llegara a la presidencia. Por esta razón el gobierno no debe desgastarse sacando a estos personajes. Ellos mismos se pondrán en evidencia y tendrán que destapar su juego. De hecho, lo que ha pasado en las últimas dos semanas demuestra un tanto de desesperación y han tenido que abrir sus cartas, ante el avance de las reformas y la fortaleza del ejecutivo. No podrán descabezar al movimiento con campañas de acoso mediático. En cambio tendrán que ponerse en evidencia. Su estrategia necesita arrastrar a sectores del Pacto Histórico y generar división en la coalición de gobierno. Hasta ahora no lo han conseguido. Por eso se ve a unos cuantos desesperados que no han conseguido más que desprestigiarse a sí mismos. Es la lucha por el verdadero cambio que eligió el pueblo, frente al cambio de mentiras para que todo siga igual.
Manuel Beltrán.
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