
GUERRA IMPERIALISTA; LIBERACIONES NACIONALES
- Manuel Beltran
- 26 ago 2023
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 1 sept 2023
Aquellos que afirman que la postura neutral de Latinoamérica, respecto a la guerra en Ucrania, es oportunista o que se basa en la ignorancia llevan a cabo un pobre análisis geopolítico y geoestratégico. No es una postura ignorante porque la región ha comprendido que este conflicto va más allá de dos países o dos bloques antagonistas; se trata de un cambio de época, en medio de la crisis del modelo económico, en este caso, el neoliberalismo. Latinoamérica no es neutral por que tenga un arrebato de nostalgia por la herencia de la URSS; la región sabe perfectamente que lo que está en juego es el nacimiento del mundo multipolar frente a la decadencia del mundo unipolar, encabezado por una sola superpotencia: EEUU. Por otra parte, la neutralidad de Latinoamérica no es oportunista porque está intentando proteger su propia integridad de cara al futuro. Estos conflictos, en medio de la crisis sistémica, se extenderán a lo largo y ancho del globo. El fin de la historia nos ha llevado de cara al siglo pasado. El capitalismo no fue la utopía prometida por los neoliberales. De hecho, se repitió lo que vislumbró Lenin hace un siglo: el capitalismo siempre acaba en la guerra imperialista de las potencias por el control de la áreas de influencia. Latinoamérica no será la excepción. Así que ella guarda neutralidad esperando no traer a su propio suelo el demencial derramamiento de sangre; no ser títere de las potencias ni carne de cañón para sus ambiciones. En muchas otras regiones del mundo intentan lo mismo. La guerra imperialista también desemboca en la lucha de las naciones por su libertad, así sucedió tras las dos guerra mundiales.
La guerra en Ucrania no comenzó hace dos años. En el Donbás, la guerra lleva casi una década, desde el 2014, con el golpe de Estado neonazi, promovido con la abierta intervención de Occidente, que luego deriva en guerra civil. Sin embargo, la causa del conflicto va más allá de la frontera entre Rusia y Ucrania. En realidad, los bandos en confrontación van más allá de estos dos. Ucrania no pelea por sí misma, lo hace en el nombre de Occidente; de hecho, el gobierno de ese país se califica a sí mismo como la primera línea de defensa del mundo occidental. La OTAN le ha declarado la guerra a Rusia por medio de un Estado vasallo, que perdió cualquier soberanía, incluso la de autoprotegerse y no convertirse en carne de cañón. Por su parte, Rusia no escapó al desafío; al contrario, se preparó por años antes de lanzarse al ataque. Solo basta ver a Rusia convertida en la quinta economía a nivel mundial para saber que no es el país que va perdiendo la guerra, como tanto repite la prensa del mal llamado "Mundo Libre". Rusia no quebró, estaba preparada para una guerra prolongada. El bloqueo a la economía rusa no dio los resultados esperados. Es más, para Rusia esta es la continuación de la rebelión que empezó hace unos años contra el orden liderado por EEUU, tras el colapso de la URSS. El de Ucrania es el episodio que sigue al de Siria. Por su parte, África parece el siguiente escenario. La guerra imperialista, los duelos encarnizados entre las potencias, avanza en medio de la crisis del modelo neoliberal a nivel mundial, al tiempo que muchos pueblos y naciones emprenden luchas por su liberación.
En Ucrania, la guerra se encuentra empantanada, con lo cual la humanidad se hunde más en el lodazal. La guerra no parece definirse en favor de alguno de los bandos, sino que tiende a presionar otros conflictos en otras regiones del planeta. Rusia ha conseguido mantener a raya a la OTAN, con la anexión del Donbás. A su vez, la OTAN ha extendido su presencia en otros países cercanos a la frontera rusa. Sin embargo, Occidente parece no estar preparado para lo que sucede en África, donde una serie de sublevaciones militares está haciendo temblar la hegemonía occidental en este continente. La presencia hegemónica de Occidente, encabezada por EEUU y Francia, ha sido fuertemente rechazada por estos movimientos nacionalistas. En cambio, los mismos han mostrado simpatía y cercanía con China y Rusia. Se ha visto a muchos africanos con banderas de estos países. Especialmente, los africanos buscan su cooperación en dos sentidos: una seguridad que realmente acabe el terrorismo yihadista y tratos comerciales de mutuo beneficio. Saben que eso jamás lo conseguirán con el Occidente que los ha expoliado por siglos. Sin embargo, tras el último alzamiento en Niger, las fuerzas occidentales amenazan con la guerra para mantener su dominio, a través de títeres regionales. África, entonces, se encuentra en la disyuntiva: se libera del yugo o se convierte en otra víctima sacrificada en medio de la guerra de las potencias. Hasta el momento, África da ejemplo y está encaminada a conquistar su soberanía. La guerra en África sería una paso más hacia la guerra total en el planeta.
Latinoamérica debe tomar atenta nota a lo que sucede en la África que ha decidido liberarse definitivamente. Así como la disputa de las potencias ha desatado los conflictos en el este de Europa y en el continente africano, las tensiones llegarán a nuestra región. Una parte del establecimiento estadounidense considera que es mejor para sus intereses que EEUU se repliegue, deje las guerras tan lejanas y se concentre en su zona de influencia, es decir, Latinoamérica y el Caribe. Esa visión imperialista, que se resigna a ceder espacios a otras potencias en ascenso, se convierte en una amenaza para nuestra región. Esa postura tiene posibilidades de ganar las elecciones en el país norteamericano, a través de la extrema derecha. Eso significaría el aumento de la presión de EEUU sobre Latinoamérica para imponer a placer su voluntad y a sus títeres. La doctrina Monroe, desempolvada hace unos años, buscará encadenar a los latinomaricanos y ya no importa quien gobierne en el imperio. El retroceso de su hegemonía hará que demócratas y republicanos piensen lo mismo: hay que doblegar al "patio trasero". Latinoamérica tiene dos caminos: la liberación, que se expresa en su postura soberana de neutralidad, o la sumisión al imperio de siempre. De allí la importancia que el segundo ciclo progresista avance y la extrema derecha, aliada del dominio gringo, se mantenga fuera del poder en nuestros países. Latinoamérica debe convertirse en un eje del naciente mundo multipolar. Hay que decir con orgullo que Colombia ha desempeñado un papel de liderazgo en dicho sentido, al defender la soberanía y los interés regionales, manteniéndose al margen de la guerra en Ucrania. Hemos sido ejemplo gracias a la postura soberana del gobierno popular, diametralmente opuesta al entreguismo de la oligarquía.
Manuel Beltrán.
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