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GUERRA FRÍA: TERCERA ETAPA

  • Foto del escritor: Manuel Beltran
    Manuel Beltran
  • 1 oct 2023
  • 7 Min. de lectura

Introducción (guerra contra un fantasma)


¿Cómo se continúa con una guerra ideológica, si el adversario se da por muerto y se ha declarado su no existencia? La guerra se lleva a cabo contra un fantasma que, de vez en cuando, toma cuerpo. Pero la condición fantasmagórica del comunismo no es propia de nuestro tiempo. De hecho, el manifiesto de Marx y Engels empieza con esta metáfora, como si la vida hubiese vuelto a barajar las cartas y a reiniciar la partida. El fin de la historia acabó en un reinicio, de imperios capitalistas en guerra por repartirse el planeta, mientras a la clase obrera se le arrebatan sus derechos y se vuelve a hundir en la esclavitud. Los nacionalismos vuelven a gestar el odio de pueblos, en vez de enarbolar banderas de nuevas patrias que luchen por la verdadera libertad. Los países estorban a la élite mundial, a la que irrita la mínima restricción o control gubernamental. El Estado es mirado de reojo e hipócritamente, la burguesía habla de desaparecerlo, solo para lo que beneficie al pueblo, pero mantenerlo para respaldar los privilegios de la clase dominante. Los enemigos de la humanidad prefieren volver al mundo feudal de pocos señores y muchos esclavos, antes de que el poder del Estado caiga en manos de la clase trabajadora. Sin embargo, esta vuelta al inicio también es una nueva oportunidad. De nuevo, la humanidad tendrá la opción de construir un mundo alternativo frente a la realidad presente, que nunca eligió. De allí que los problemas para ese imperio y su inquisición nunca terminarán, primero se termina su hegemonia. El mismo sistema que dice defender este gamonal, armado hasta los dientes, es la causa que empuja al ser humano a construir otra realidad. Por ello, mientras el imperio celebraba el fin del socialismo en el este de Europa, en Latinoamérica comenzó otra revolución, que no ha parado hasta nuestros en días en toda la región. Y ahora, para colmo de los males imperiales, China (el país que tiene todo para desplazar a EEUU a la cabeza del mundo) anuncia que retoma la vía al socialismo. Al parecer los fantasmas ya no solo sirven para asustar a incautos y nostálgicos de la Guerra Fría, también están siendo cada vez más tangibles. En el mismo imperio la palabra socialismo toma más aceptación. La herejía quizá nunca desapareció y siga creciendo en silencio, en las raíces, en los pilares, tan sigilosa, que cualquiera tacharía de paranoico al que lo mencione.


"Acabar el Estado"


Una de las ofertas de los enemigos de la humanidad consiste en "acabar con el Estado", aunque en la realidad esta propuesta consiste en otra cosa, en reducirlo hasta volverlo a dejar como al principio de su creación: como una fuerza capaz de asegurar, por la fuerza y con la violencia necesaria, los privilegios de los elegidos por el destino para ser la clase dominante. Más que acabar con el Estado, lo que buscan es expulsar al pueblo de la vida política y, de paso, terminar con todas las conquistas sociales que han costado siglos de lucha. Sin embargo, la historia se ha encargado de demostrar la debacle que esto significa para la humanidad. Aquella tragedia fue lo que se vivió en Rusia después del fin de la URSS y con el festín neoliberal que se brindaron algunos oligarcas. Literalmente, se hicieron viciosamente poderosos sobre la miseria de niños y viejos inocentes. Mientras las empresas y activos públicos de una de las potencias más grandes de la historia eran rematados como en una rifa demencial, los inocentes morían de hambre en las calles. Aquel poderoso Estado había sido despedazado para que algunos pocos señores escalaran al grado de oligarca. Nunca se vio tanta desigualdad en un país que había sido el ejemplo de equidad durante un siglo. Para la prensa era muy fácil culpar al socialismo desplazado, pero la única causa había sido la política ultra neoliberal que se aplicó, en medio de una terrible corrupción.


Rusia no tuvo más opción que reinventarse para no fragmentarse. Llegó a una síntesis bastante particular. De su pasado comunista hizo un estandarte nacionalista y se convirtió en el promotor de la visión a favor de la fortaleza de los Estados. Al principio, en Occidente estás acciones fueron vistas con buenos ojos. Se veía a Rusia como otro socio del club de los poderosos y se le invitó a participar en el G8. Pero Rusia no quiso un lugar secundario y comenzó el choque entre las grandes potencias, aupado en gran parte por la gran crisis del 2008. Esta confrontación es la que llega hasta nuestros días en Ucrania. No deja de ser curioso para nuestro tema que, pese a la lejanía de sus objetivos actuales, la fortaleza de la Rusia de hoy provenga de su herencia soviética. Digamos que, por ahora, en el país eslavo el socialismo sigue siendo un fantasma, que reside en monumentos y conmemoraciones históricas. Sin embargo, a medida que avanza la guerra, es imposible no pensar en ese pasado al escuchar los lugares de batalla en la guerra de Ucrania; son los mismos de la Segunda Guerra Mundial, cuando los soviéticos echaron a los nazis. Mientras tanto, en Ucrania siguen cambiando monumentos comunistas por simbología nazi, a falta de próceres, siguen alabando a colaboracionistas de Hitler.


"Acabar la Nación"


Los enemigos de la humanidad también instrumentalizan el concepto de nación para alcanzar sus objetivos. Lo hacen en una suerte de doble vía. En algunos casos incentivan el nacionalismo más radical, para acabar procesos de corte izquierdista. En otras ocasiones, lo usan para destruir naciones que protegen sus intereses propios y no se someten a los del imperio. Ambos casos los podemos encontrar después del colapso del bloque socialista, con Yugoslavia e Irak, respectivamente. El primero vivió cómo las fuerzas nacionalistas destruyeron la revolución y luego el país. El segundo fue invadido y destruido después de presentarlo mediáticamente como una dictadura nacionalista que amenazaba a la humanidad. Así es, el fin de la historia significó el retorno a la política imperial más cínica, que retomó la invasión de cualquier país. Destruyeron Yugoslavia, Irak, Afganistán, Siria, Libia y, ahora, empujaron a Ucrania a convertirse en carne de cañón. Este es el resultado de los que prometían que la humanidad había alcanzado la cumbre con el modelo capitalista. Para mantener la línea de este ensayo, nos centraremos en el caso de Yugoslavia.


Una de las grandes ventajas que tuvo Occidente durante la Guerra Fría fue la división del bloque socialista. Dicha fragmentación no fue virtud de Occidente, aunque sí que supo aprovecharla. Las fracturas, en realidad, provenían en posturas ideológicas que chocaban y hacía que unos se sintieran "más socialistas" que los otros. Puede que así haya sido, el punto es que aquel dogamatismo dejó aisladas a las vertientes socialistas. Primero Yugoslavia con la URSS, luego China con la URSS, estos enfrentamientos no hicieron más que fortalecer al bando capitalista. En el caso de Yugoslavia, esta fue adoptando un modelo más amigable con Occidente, que supo posicionarse luego del choque entre Tito y Stalin. En el plano económico se adoptó el cooperativismo. Sin embargo, para las décadas de los 70 y ochenta, tras la muerte de Tito, en medio de estas cooperativas fue creciendo una burguesía que se adueñó del aparato político, los medios de producción y, luego, del país. Se comenzó a implantar medidas liberales y el cambio de sistema fue cuestión de tiempo, el socialismo había desaparecido y se había convertido en otra fantasmagoría a la que culpar por el desastre. Mientras tanto, esto fue dando origen a burguesías nacionalistas en las diferentes repúblicas que constituían la federación. Pronto, estás entraron en guerras separatistas, aupadas por Occidente, que terminó invadiendo y bombardeando al moribundo Estado que había sido capaz de derrotar a los nazis gracias a sus legendarios partisanos.


Esperanza vs Desesperanza


Al tiempo que esto sucedía en el este de Europa, en Latinoamérica, a las afueras del imperio, se gestaba otra revolución que retomaría las banderas del socialismo. El socialismo del siglo XXI despertó en Latinoamérica una consciencia que había sido bastante difusa a lo largo del siglo XX. Le dio una identidad a la lucha por la liberación de la nación latinoamericana y un enfoque de clase que permitió avances nunca antes visto. La gran mayoría de países que nunca tuvieron gobiernos de izquierda, los tuvieron por primera vez, se alcanzaron acuerdos e instituciones regionales que nunca se habían podido imaginar. Se alcanzó una voz común capaz de contradecir al imperio. Se vencieron y revirtieron golpes de Estado. Se redactaron constituciones populares. Los pueblos se levantaron contra el legado de las dictaduras: el neoliberalismo. Y aunque EEUU pensó que había derrotado aquel ciclo, surgió un segundo que sigue llevando la bandera por un mundo nuevo, un proyecto plurinacional y una alternativa al capitalismo. Esto toma una potencia inmensa, si se tiene en cuenta que China, la gran alternativa a la hegemonia estadounidense, ha retomado una vía similar. De allí el afán de impulsar la doctrina Monroe, destruir el ciclo progresista y promocionar a candidatos de extrema derecha que anuncian que no harán ningún trato con la República Popular de China.


La desesperanza, representada en las fuerzas que pretenden detener el avance de la humanidad, conspira contra la unidad latinoamericana y su consolidación como un polo de poder dentro del naciente mundo multipolar, proyecto que es defendido únicamente por las fuerzas más a la izquierda del espectro político. Como hace un siglo en Europa, pretenden doblegar al pueblo mediante la crisis. Argentina es el modelo, luego del renacimiento que había tenido a principio del siglo con el Kirchnerismo o peronismo de izquierda, que había restituido el peso del Estado y los derechos populares, además de unirse al proyecto de unidad latinoamericana. Pero el país fue hundido en una crisis por las fuerzas conservadores durante el gobierno de Macri, que endeudó al país por 100 años con el FMI, cuando la Argentina se habría librado de los fondos buitres con el kirchnerismo. La idea es hacer sufrir a los pueblos para fomentar el fascismo, como en la Alemania nazi. Así pretenden poner en las presidencias a títeres que repitan que no harán tratos comerciales con la China socialista, sino que se sometan al imperio estadounidense, hasta el punto de renunciar a su moneda nacional y adoptar el dólar, una manera muy servil de arrodillarse. Mientras el mundo multipolar y nuevo busca la desdolarización, el imperio quiere someter a la región para dolarizarla y extender su hegemonía a costa de su patio trasero. Lo mismo pasa con las materias primas, el comercio, los puertos, etc. Este nuevo episodio de la Guerra Fría apenas empieza y somos protagonistas de primer orden. De hecho es un tema en el que seguiremos profundizando en próximas oportunidades.


Manuel Beltrán.


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