
A CADA CONCILIACIÓN UNA NUEVA CONCILIACIÓN
- Manuel Beltran
- 10 sept 2023
- 5 Min. de lectura
En el ensayo reconocido como Manifiesto de Cartagena de 1812, Simón Bolívar expone una de su frases emblemáticas, que puede servir de ejemplo al proceso de cambio actual: "A cada conspiración le sigue un perdón y a cada perdón, una nueva conspiración". Se refiere a la debilidad del idealismo que hundió a la primera República venezolana en la reconquista española. Dicho Estado naciente no fue capaz de crear un gobierno sólido y revolucionario, sino uno utópico y tolerante con la contrarrevolución. Bolívar se queja especialmente de la falta de capacidad para castigar a los conspiradores realistas, encubierta bajo preceptos altruistas y superiores, que solo trajeron de vuelta la opresión y la ruina. El momento histórico de transformación que vivimos 200 años después debe aprender de estas lecciones, pues si existe algo que caracteriza a la oligarquía colombiana es su capacidad para fingir una postura conciliadora, mientras prepara la traición por la espalda. Al gobierno de cambio se le ha querido imponer una moral llena de quimeras y un idealismo exagerado y falso. Según algunos monjes improvisados, se debe comportar como una utopía que concilia cada paso que da; no falta el que quiera una conciliación de la conciliación. Lo que realmente buscan es sabotear el proceso de renovación nacional, como quedó constatado esta semana con la reforma a la salud. A los enemigos del cambio no les interesa honestamente una conciliación, su objetivo es ganar tiempo para imponer la sumisión del pasado y lo hacen a través de la traición, como siempre ha sido. Eso sí, en caso de conseguir volver al poder, estos voceros del diálogo y del entendimiento no van a conciliar ninguna de sus medidas retrógradas, las impondrán a sangre y fuego.
Por supuesto que toda sociedad debe tener un acuerdo de convivencia que le permita desarrollarse y prosperar, pero aquí de lo que hablamos es de otra cosa, de la capacidad infinita que tiene la oligarquía para traicionar. Lo ha hecho toda la vida, incluso antes de que existiera la posibilidad de una república. La oligarquía aprendió bien de sus mentores españoles, por ejemplo, cuando el movimiento de los comuneros fue aplastado y sus líderes acabaron ejecutados después de prometerse un proceso de entendimiento. Luego, la oligarquía traicionó al mismo Simón Bolívar, la conspiración nunca cesó. A lo largo de la historia se ha repetido este mismo modus operandi. A Rafael Uribe Uribe lo asesinaron a mansalva, después de terminar la guerra. De hecho, en todos los procesos de paz del siglo XX se exterminaron a los militantes que ya habían dejado las armas. Cuando se dijo que se acababa con el Frente Nacional, robaron las elecciones a la Anapo. Mientras se negociaba con los grupos guerrilleros, se exterminaba con sicarios a los miembros de la UP. Después del proceso de paz con las Farc, se implementó muy poco de lo firmado, en cambio, se han ejecutado a cientos de ex guerrilleros que dejaron sus fusiles. Ahora, se busca por todos los medios impedir las reformas que el gobierno popular planteó durante la campaña y con las cuales ganó las elecciones. Esto se da después de que fallara el intento por cooptar el ejecutivo desde adentro, conocido como "explosión controlada". El mismo presidente Petro ha reconocido su error histórico al haber creído sinceramente en un gobierno de acuerdo nacional, en primera instancia, que degeneró en los burdos intentos de algunos ministros derechistas por entorpecer las reformas. Sin embargo, estos intentos encubiertos por desviar al pueblo de sus metas no han cesado y siguen camuflándose con los ropajes de la falsa conciliación.
La primera versión del gobierno y la primera coalición del congreso fueron un error histórico porque permitió a los enemigos del cambio ganar tiempo y tomar posiciones, además de instalar narrativas contra las reformas y, especialmente, se desperdiciaba notablemente el impulso inicial de cualquier ejecutivo. Sin embargo, desde otra perspectiva, esto era necesario para conseguir que el primer gobierno de izquierda se pudiera instalar y estabilizar. Por otro lado, también ayudó a que el pueblo reconociera el verdadero cambio frente a la farsa del maquillaje para que no cambie nada, que era el propósito de los infiltrados. Aunque se desperdiciara aparentemente tiempo valioso, el pueblo comprendió que no debía conformarse con las palabras y salió a la calle, pese a ser gobierno. Hay que decirlo, el gobierno popular llegó de la mano de esta lucha contra la tal "explosión controlada", más allá de las urnas. No obstante, las jugadas contra el cambio no cesaron ni se acabarán. Una vez el gobierno se ha estabilizado y se ha apartado a la quinta columna de ministros de la oposición dentro del ejecutivo, el sabotaje de la falsa conciliación pasa al terreno de la auto victimización constante, en la que se presenta al gobierno como una dictadura si no concilia eternamente y cede en todo lo que la pobrecita oposición exija. Según los saboteadores, las reformas son tan importantes, que debemos debatirlas por los siglos de los siglos, pero nunca implementarlas. Cuando el gobierno ose a cumplir sus promesas de cambio, todos los medios saldrán a repetir por enésima vez la profecía autocumplida de que nos "volvimos como Venezuela".
Con ese cuento de que nos estamos convirtiendo en una dictadura de izquierda, nos quieren imponer la verdadera dictadura de los que perdieron las elecciones en 2022. Un país en guerra como Colombia necesita conciliación y reconciliación, mas no el chantaje de los buitres de la guerra ni el absurdo por el cual los débiles tengan que ceder lo poco que tienen ante los más poderosos. Uno de los aspectos fundamentales del ensayo de Bolívar es que supera el romanticismo y la inocencia en materia política; por ejemplo, reconoce y señala el juego doble de los colaboracionistas de la corona española, además, de la diferencia económica que favorece a los enemigos de la independencia. Es decir, Bolívar no cae en el absurdo de que todos los hombres son iguales ante la ley, hay diferencias que dependen del dinero y de la posición en la sociedad. Además, señala la enorme desigualdad del pueblo que no conoce lo que es la libertad, aunque la haya alcanzado, por lo que es manipulable por los sectores conservadores, partidarios siempre del antiguo régimen. Hoy en día tenemos un escenario similar: una oposición que pretende maquillar su actitud destructiva; con cada reforma, inventa una campaña de desinformación para intentar hundirla, mientras pide públicamente "diálogo y consensos". El relato de la oposición pretende sentar en una mesa de negociación al más débil para que se someta al más poderoso, mientras la propaganda mediática pregona que eso es igualdad. Si la reforma laboral pretende restituir derechos mínimos del trabajador, de inmediato empieza un corifeo de lamentos por el "pobre empresario sin nadita que comer". Esa falsa unidad nacional que promueve la derecha ignora el hecho que algunos pocos son opresores y muchos otros son oprimidos. Las reformas que eligió el pueblo en las urnas para construir un mejor país deben llevarse a cabo y no naufragar en medio de la jugadas sucias de los que atacan a traición. Las reformas deben priorizar a los sectores más vulnerables, es el deber del Estado y el camino para el progreso social. Las reformas deben ser defendidas y aprobadas antes que la maquinaria mediática las ahogue en la desinformación. Si el gobierno tiene las mayorías o la capacidad, debe actuar.
Manuel Beltrán.
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