
GOBIERNO POPULAR
- Manuel Beltran
- 10 jun 2023
- 4 Min. de lectura
El Paro Cívico de 1977 fue una demostración de organización y compromiso por parte de los trabajadores. También fue un acto de resistencia frente al naciente neoliberalismo que impulsaba contra-reformas desde el gobierno que amenazaban con volar todos los derechos sociales, como efectivamente sucedió. Medio siglo después, el pueblo volvió a salir a respaldar al ejecutivo que ese mismo pueblo eligió en las urnas y que, además, tiene origen en las movilizaciones sociales de 2019, 2020 y 2021. El pueblo ahora es el gobierno, pues resistió las conspiraciones para reversar inconstitucionalmente su decisión electoral, al igual que los intentos de algunos sectores de la oligarquía por adueñarse del proceso de cambio. Después de la multitudinaria manifestación del 7 de junio de 2023, no hay vuelta atrás. El gobierno de cambio se ha consolidado como un gobierno popular. Ya no es un simple gobierno reformista que gerencia el régimen de desigualdad absoluta y corrupción. Ahora se va a gobernar para el beneficio de los que nunca han gobernado. Y eso implica cambiar de raíz ese antigüo régimen de muerte.
En medio de la Revolución Francesa, los revolucionarios denominaban al período absolutista de los Borbones como el "Antigüo Régimen", como si realmente todo hubiese desaparecido con la caída de la corona. Realmente ese régimen monárquico quedó vivo, aunque hubiese perdido el poder. Residía en cientos de reaccionarios y estamentos sociales que organizaron la contrarrevolución y trajeron de vuelta nuevamente a los Borbones al poder, después del golpe de Estado y la dictadura de Napoleón. Lo mismo pasa en Colombia. Aunque tengamos al primer gobierno de izquierda, de cambio y popular, el antigüo régimen vive en las sombras y conspira contra el pueblo y el régimen naciente, que sueña con un nuevo país. Ese antigüo régimen de corrupción y desigualdad busca destruir, en plena gestación, ese nuevo Estado más equitativo, justo y en paz que permita el verdadero desarrollo económico. Como Herodes, busca acabar en la cuna ese proyecto nacional que lo desplazaría para siempre.
El país ha sufrido una de las peores conspiraciones de la historia, con el único objetivo de propiciar un golpe de Estado. Sin embargo, no dejó de ser una comedia mal armada y muy poco creíble. La pobre niñera chuzada, el borracho chantajista, la fiscalía que va a la cola de los medios. Un antigüo régimen que vuelve sobre sus paso y no es capaz de salir con otra cosa que no sean refritos. Desde hace mucho advertimos que venían preparando un remake del proceso 8000, es decir, un montaje recalentado. La imaginación ya no les da para más. En otros tiempos, está tramoya hubiese engañado a la mayoría de la población. Por allá en los noventa, cuando solo se veía la escasa televisión y la prensa era hegemónica, era muy fácil destruir a un gobierno con chismes de pasillo. Hoy en día es imposible. El antigüo régimen y sus defensores se quedaron en el pasado. El pueblo informado demostró que la patraña no logró su objetivo y desbordó las calles en repudio al golpismo de la derecha. Sin embargo, los conspiradores no van a desistir, entre otras, porque aún conservan mucho poder a través de ese antigüo orden que aún pervive en toda la sociedad.
Por más que los medios intentaron minimizar la marcha en apoyo a las reformas y al gobierno popular, la multitud fue tan grande, que desbordó la Plaza de Bolívar y llenó la Séptima hasta la Jiménez, mientras transitaba mucha gente por la Octava. Ni el mismo gobierno se esperaba tanta gente. De hecho, quedó clarísimo que armaron la tribuna en la Séptima, al costado del Palacio de Justicia, por temor a que en la foto se viera poca gente. Era lógico. Si se compara esta manifestación con la anteriores, aquellas fueron muy flojas. La gente no había salido decididamente a respaldar el cambio. Se notó la diferencia. La conspiración le recordó al pueblo que la democracia no se reduce a votar cada cuatro años, sino que el poder popular se ejerce día tras día. En este sentido, se puede decir que los planes golpistas y desestabilizadores, que pretendían detener las reformas y sacar al gobierno, se volvieron en contra de sus creadores. Es entendible porqué la poca participación en movilizaciones anteriores. El neoliberalismo destruyó la conciencia popular, dividió al pueblo y lo dejó sin capacidad de acción, como la del 77. Esto es lo que se está reconstruyendo como parte del cambio.
Si no pueden tumbar al gobierno, por los menos, intentarán no dejarlo gobernar. Lo han confesado abiertamente de todas las formas. Ya que el presidente no se quiso someter a los designios de los monopolios y de la oligarquía, lo atacarán de todas las formas posibles para intentar frenar sus iniciativas. Al final, el show de la pobre niñera solo buscaba frenar las reformas estructurales que se tramitan en el legislativo colombiano. No obstante, por más presión mediática que quisieron aplicar, las reformas siguieron avanzando. La reforma a la salud ya negó los impedimentos sin fin que la derecha presentó como forma de sabotaje. Por su cuenta, la reforma pensional avanzó comodamente en la comisión séptima del senado, lo cual es una maravillosa señal a futuro para la aprobación de los tres proyectos más importantes (salud, laboral y pensiones). Por su parte, la firma del cese bilateral con el ELN es un hito histórico para salvar muchas vidas. Y para rentar las dichas, los niños extraviados del Guaviare fueron hallados, por las comunidades indígenas y las FFMM, sanos y salvos. La impresionante multitud que salió a la calle el 7 de junio de 2023 no solo frenó la conspiración golpista. También fue capaz de mantener la agenda del cambio como la prioridad de nuestra nación.
Manuel Beltrán.
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