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EL SÍNDROME DEL PASTORCITO MENTIROSO

  • Foto del escritor: Manuel Beltran
    Manuel Beltran
  • 2 oct 2022
  • 4 Min. de lectura

La marcha de la extrema derecha, tan promocionada por todos los medios privados de comunicación, fue un rotundo fracaso. A los sectores más reaccionarios del país les pasó lo mismo que al Pastorcito Mentiroso en la famosa fábula de Esopo. La oposición ha dicho tantas mentiras en estas escasas semanas de gobierno, que ha perdido cualquier credibilidad ante la opinión pública. No es una oposición "inteligente", sino que se trata de una gavilla chismosa y promotora de noticias falsas, incluso de montajes como el de alterar un video para mostrar al presidente Petro como si estuviera borracho en la ONU, o decir que viene un ejército invisible de médicos y espías cubanos. Al igual que en el relato literario, en el que los pobladores se cansaban de los falsos llamados de ayuda del Pastorcito Mentiroso, la marcha contó con un reducido número de participantes. La inmensa mayoría de los colombianos comprendió que esos anuncios de que el lobo feroz venía al acecho eran mentiras para desestabilizar al gobierno de cambio.


Entonces, la marcha de la derecha solo contó con grupúsculos radicales, que expresaron todo su odio y fascismo de manera descarada. En vez de lanzar arengas en favor de las necesidades del pueblo, lo que se vio fue la apología al genocidio de comunistas y homenajes a las autodefensas paramilitares que tanto han desangrado al país. No se vieron consignas en favor de las comunidades más desfavorecidas del país, sino que se expresaron de manera burda todo tipo de insultos racistas. También se observó ataques de violencia extrema contra otros ciudadanos que paseaban por la ciudad y se encontraban con la exigua, pero extremista manifestación de la derecha. De igual modo, agredieron a periodistas en diferentes ciudades. En general, se puede decir que en la mayoría de zonas la poca asistencia era inversamente proporcional a la conducta violenta de sus participantes.


El papel de los medios privados de comunicación fue igual de lamentable. No les bastó con promocionar una marcha claramente partidista. Llegaron al extremo de lucir las camisetas de la manifestación, como una clara señal de suscribir todos los mensajes de odio expresados allí. La imparcialidad e independencia que debe tener el periodismo desaparecieron. Lo que se veía en las pantallas y se escuchaba en la radio era claramente los discursos de activistas políticos con disfraz de periodistas. No es un hecho que sorprenda. Los medios no solo cumplieron el rol de organizadores, también fueron los promotores, pues han sido partícipes de los chismes, tergiversaciones y noticias falsas contra el nuevo gobierno. Por ello, no era raro escuchar todo tipo de tonterías y absurdos como justificación de algunos para asistir a la desdichada marcha. Pese a que todos leían el mismo volante con las justificaciones, la verdad es que pocos sabían la razón por la que protestaban. En resumen, la movilización de los enemigos del cambio fue casi nula, violenta, llena de odio y desinformación.


Sin embargo, el pueblo no debe confiarse ni bajar la guardia. Lo sucedido el lunes pasado solo se trató de un primer ensayo de la derecha. Los más furibundos adversarios del nuevo ejecutivo nacional cuentan con todo el impulso mediático, como ya hemos visto, y el patrocinio financiero. Uno de los aspectos más llamativos en la manifestación fue que los asistentes iban uniformados con los mismos atuendos y contaban con los mismos elementos, como sombrillas y sombreros. Esto, claramente, no vale poco dinero. Y evidencia que no había espontaneidad en dichos actos, sino que se trataba de poderes económicos y políticos que quieren torpedear las políticas de cambio del gobierno. Se ha hecho notorio que está en construcción una oposición extremista, alienada de la realidad, dispuesta a tomar acciones al margen de la ley con fines partidistas. Si el pueblo no expresa su rechazo a esto y no manifiesta su apoyo al gobierno popular, le dejará la vía libre a la extrema derecha para que pase a cometer actos más graves, incluso un golpe de Estado.

Lo que estamos viendo no es algo nuevo bajo el sol. Una de las grandes ventajas de ser el último país en tener un gobierno de izquierda en la región es que se ha acumulado una importante experiencia indirecta al ver lo sucedido en otros países cercanos. Somos un continente donde han pululado los golpes de Estado para robar la voluntad popular expresada en las urnas. Las fuerzas reaccionarias, con ayuda de potencias extranjeras, han organizado toda suerte de asaltos sangrientos al poder legalmente constituido. En toda la región hemos visto cómo esos actos desestabilizadores comienzan con la violencia callejera. Luego aparecen los militares como salvadores, en medio de la anarquía achacada al gobierno progresista. Sucedió en el pasado con Salvador Allende y en el presente, con Evo Morales. Son los mismos sectores ideológicos, los mismos métodos fascistas y violentos, el mismo racismo y odio por el progreso social. Soldado advertido no muere en guerra.


La única solución ante esta seria amenaza es la puesta en práctica de un gobierno popular. La enseñanza de otros procesos latinoamericanos demuestra que solo un pueblo activo es capaz de contener o revertir un golpe de Estado. En Bolivia, a diferencia de Chile, el pueblo nunca dejó de pelear hasta derrotar a los golpistas. Gracias a eso, hoy tienen democracia y sigue activo el proceso de cambio. No se puede entregar la calle a la extrema derecha, porque la usará como pista de vuelo para el golpismo. Tampoco se trata de irse a los golpes con estos sectores. Un enfrentamiento directo sería un triunfo para ellos. Lo que sí debe suceder es que el pueblo rodee al gobierno del pueblo, que manifieste su apoyo a las reformas del cambio, que le enseñe a la extrema derecha que no se quedará de brazos cruzados. El gobierno de Petro ha demostrado de forma clara y contundente estar comprometido con la transformación del país. La reducción del precio de medicamentos, del servicio de la energía, la restitución de tierras, el retomar el proceso de paz, la reapertura de la frontera con Venezuela, la reforma tributaria enfocada en los más poderosos son solo algunas muestras de ello. Pero, para que este gobierno tenga éxito y pueda seguir cambiando la realidad, necesita que el pueblo actúe, luche, y no se quede dormido. Solo así, los cambio reales serán posibles.


Manuel Beltrán.


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