
EL MEJOR DE LOS PAÍSES POSIBLES
- Manuel Beltran
- 1 jul 2023
- 4 Min. de lectura
Leibniz, filósofo alemán, planteó en la primera parte del siglo XVIII su teoría en la que afirmaba que el moribundo régimen feudal era el mejor de los mundos posibles, debido a que Dios no podría disponer más que la mejor de las opciones al ser él mismo perfecto. Esta mirada teológica de la realidad fue controvertida e ironizada por Voltaire (una de las cabezas del período de la Ilustración) mediante su obra Cándido o El Optimismo. En ella, el protagonista cree a su mentor filósofo que efectivamente vive en el mejor de los mundos posibles, creencia que es fuertemente desmentida una y otra vez por los innumerables hechos de dolor, fracaso y crueldad que debe sufrir el personaje. Con esto, Voltaire rompe con cualquier mirada idealista y habla desde un realismo racional y objetivo, que denuncia los horrores de su tiempo. Esa afirmación de que se vive en el mejor de los escenarios posibles es de lo más conservador y retardatario que pueda existir. Como esa oligarquía que habla del mejor de los sistemas de salud, en el mejor de los países posibles, engañando a Cándidos que repiten sus mentiras, mientras sufren los desmanes de un régimen moribundo. Como esa oligarquía que habla de coaliciones de corruptos y opresores, que aseguran que no hay necesidad de ninguna reforma.
La manera que eligió Voltaire para desmentir la teoría de Leibniz fue mediante viajes de los protagonistas, en los que vivían toda suerte de desgracias. Por ejemplo, el viaje a América, en el que Cándido encuentra El Dorado (una tierra donde no hay dolores ni víctimas), se hace rico, pero luego es robado al salir de ese país, el mejor de todos los posibles. A Voltaire le bastó con denunciar la crueldad del mundo colonial para desmontar el idealismo. Basta con dejar de ser cándidos para desmontar las mentiras de los enemigos del cambio hoy en Colombia. Tal como lo dijo el presidente en su alocución, con un gobierno popular que actúe y use la razón al mismo tiempo. Entonces la gira por la Guajira y el traslado del gobierno a este departamento tiene todo el sentido. Hay que ir por cada rincón del país, con ganas de cambiar y actitud crítica, para descubrir y relatar que no vivimos en el mejor de los países posibles, que a este Dorado lo tienen saqueado, como siempre. En consecuencia, la mejor forma de enfrentar las amenazas de los que dicen que hundirán todas la reformas es con un gobierno popular que esté del lado del pueblo a lo largo y ancho de la geografía nacional, para solucionar los problemas reales y cambiar al país en la práctica.
Pero ya que hablamos de la Guajira y del traslado del gobierno popular a ese departamento, podemos mencionar otra obra: 4 años a bordo de mí mismo del bogotano Eduardo Zalamea. Publicada hace casi un siglo, esta novela de iniciación y autobiográfica cuenta la historia de un joven bogotano de diecisiete años que viaja a la Guajira para convertirse en hombre con todas las experiencias por las que debe pasar para sobrevivir. En el trascurso de la narración, se puede ver un departamento que no ha cambiado mucho y sigue sufriendo los mismo problemas. En la novela de Lezama es la sal la que se explota, hoy es el carbón, pero el resultado es el mismo: miseria, hambre y sed, más la discriminación a los indígenas para quitarles lo que les pertenece. Ahora bien, el gobierno popular ha viajado para iniciar su camino de la mano del pueblo. Fue a escuchar los problemas y encontró que son enormes. Pero ha empezado con lo fundamental: la protección del agua, de la niñez y el acceso a la educación y a la salud. Se creará un instituto para cuidar el agua, una universidad y un hospital en la Alta Guajira. Lo más importante, sin embargo, ha llevado la propuesta de una alternativa económica para salir de la miseria estructural, la cual consiste en cambiar la extracción de carbón por energías limpias. La idea es que en este nuevo modelo, el pueblo sea el protagonista.
Esta experiencia de cambio ha sido tan exitosa, que debe replicarse en otras zonas como el Catatumbo, Buenaventura, La Amazonía, etc. La persistencia del pueblo por defender los cambios elegidos en las urnas ha logrado encontrar un método efectivo para cumplir esos objetivos. Como mencionamos en la columna anterior, el pueblo no puede quedarse pasivo, debe actuar para poder triunfar. Y el gobierno no debe limitarse por el chantaje y sabotaje de los partidos tradicionales en el congreso. En este viaje a la Guajira se lograron más cambios en una semana, que lo que se puede hacer en el legislativo a paso de tortuga. Por otro lado, es la manera indicada para enfrentar las amenazas de los jefes de los pilitiqueros que anuncian coalición de corruptos para frenar los cambios. El pueblo organizado y activo, junto al gobierno que actúa, piensa y realiza las transformaciones es una coalición más poderosa que los puede vencer y aumentar la rebelión de las bancadas a favor de las reformas. La realidad no se cambia sobre el papel, sino en el territorio. Que el poder resida en los ciudadanos.
Las elecciones que vienen se presentan como el escenario que definirá está disputa entre las fuerzas del cambio y las del pasado. Por eso es tan importante ganar la lucha comunicacional. Hay que lograr que el país sea consciente de la necesidad de los cambios y esto solo se conseguirá viajando al territorio para poner de manifiesto las dificultades que vive el pueblo y las soluciones propicias para dejar atrás el subdesarrollo y el abandono estatal. Por tanto es imprescindible vencer en las elecciones de octubre. La multitudinaria manifestación en Rioacha demostró que las encuestas de la derecha mienten con fines electorales. Tal y como pasó en las elecciones pasadas, la plaza llena tumba la manipulación mediática. Hay que sacar al gobierno de la Casa de Nariño para que el pueblo se movilice y dé la estocada final a los corruptos de siempre. El pueblo podrá vencer al mismo tiempo a todos los corruptos, si vota masivamente por los candidatos y listas del Pacto Histórico en estos comicios regionales.
Manuel Beltrán.
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