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EFECTO DOMINÓ: ODEBRECHT

  • Foto del escritor: Manuel Beltran
    Manuel Beltran
  • 8 jul 2023
  • 4 Min. de lectura

La teoría geopolítica del efecto dominó o bola de nieve fue desarrollada por los EEUU en el marco de la Guerra Fría. Según esta, los bloques de países podían tomar cierto rumbo político y económico como una reacción en cadena. Los países se convertían al comunismo de uno en uno y dejaban de serlo del mismo modo. La teoría del dominó fue determinante para la Guerra de Vietnam, pues EEUU intervino para evitar que el socialismo llegara a toda la región. En el siglo XXI, el imperio la siguió usando, en contextos como la mal llamada Primavera Árabe, donde gobiernos de países del norte de África y del Medio Oriente fueron derrocados uno por uno. En nuestra región también ha sido importante y perfectamente visible. Los ciclos progresistas y neoliberales son un ejemplo, al igual que los diferentes ciclos revolucionarios y las respectivas dictaduras que se han provocado como en una suerte de contagio. El efecto dominó también se puede aplicar para el desmoronamiento de regímenes o de organizaciones mafiosas, en las que sus eslabones caen una ficha a la vez. Por ejemplo: en Colombia el caso Odebrecht no ha avanzado como en otros países latinoamericanos, sin embargo, tampoco se ha detenido y, en un ritmo bastante lento, ha ido tumbando piezas cada vez más grandes. De pequeños chivos expiatorios y mandaderos, el proceso ya alcanzó a los principales determinadores y podría llevarse por delante a los personajes más poderosos del país.


Tres expresidentes, Uribe, Santos y Duque, que abarcaron 20 años de gobierno (pues dos resultaron reelegidos) fueron involucrados en el escándalo de corrupción más grande de la historia del país. Los tres fueron señalados con fuertes pruebas de haber participado en sobornos para financiar campañas electorales a cambio de conseciones viales a lo largo y ancho de Colombia. Además, esos 20 años constituyeron en núcleo más duro del período neoliberal. Con esto, todo el régimen de extrema desigualdad y latrocinio entró en una profunda crisis, que coincidió con el proceso de cambio elegido por el pueblo. A esto se sumó que el hombre más poderoso del país y su grupo económico también participaron del reparto. Es decir, los últimos lustros para el país fueron sinónimo de corrupción, de actos delictivos. Todo lo que se hizo en ese periodo quedó marcado por la mancha de este delito imperdonable, que llevó a cometer otros delitos. No solo aceptaron dineros ilegales para las campañas, con lo que aquellos gobiernos fueron ilegítimos, sino que también llegaron al punto de quitarle la vida a varias personas que denunciaron estos hechos delictivos, como los Pizano. Hasta el momento lograron salir impunes manipulando a los medios y a los órganos de control, los entes investigativos, amenazando y comprando testigos. Sin embargo, ya no quedó nadie delante de ellos, sacrificaron a todos los chivos expiatorios y el efecto dominó siguió avanzando hasta llegar a sus nombres.


Odebrecht compró gobiernos por toda la región latinoamericana. Luego, EEUU utilizó este caso de corrupción con fines geopolíticos. Procuró utilizar este mega caso de corrupción para deshacerse del primer ciclo progresista del siglo XXI. La operación Lava Jato sirvió para derrocar a Dilma en Brasil y encarcelar a Lula Da Silva, además de estigmatizar a toda la izquierda regional, lo que llevó a la pérdida de elecciones y derrocamientos de gobiernos legítimos. No obstante, las cosas no salieron como se planearon. En Brasil, la justicia demostró que todo había sido una trama para acabar con el PT. En Perú, cayeron todos los presidentes neoliberales y llegó el gobierno de Castillo, que estuvo a punto de acabar la constitución de Fujirmori. En Colombia todo parecía haber sido controlado. Como siempre, daba la impresión que todo había sido conjurado por las prácticas de toda la vida. Sin embargo, el caso ha revivido. Para el proceso de cambio se convierte en una oportunidad. Todas las denuncias que se hicieron en el pasado se comprobaron, Colombia vivía bajo un régimen mafioso, que debe ser desmantelado por completo.


El efecto dominó también sirvió para teorías de causalidad que se aplican en campos como el laboral. Se buscó controlar la reacción en cadena que tienen los accidentes laborales, al procurar eliminar las piezas que replican la caída y empujan a las siguientes. Algo similar intentaron los mafiosos vinculados a Odebrecht en Colombia, quisieron sacrificar a los segundones para dejar impunes a los peces gordos que se beneficiaron de todo. Por ejemplo, sacrificaron a directivos de entidades bancarias, a jefes de campaña, a congresistas, con las esperanza de que al fin la bola de viene se detuviera y la opinión pública se conformara, mientras en otros países cayeron presidentes en pleno ejercicio de sus cargos. Sin embargo, fracasaron. La caída de las piezas del dominó de Odebrecht ya alcanzó directamente a los candidatos de la elección de 2014. Después de esto, con el sacrificio de Zuluaga, la situación ha quedado a un paso de golpear directamente a los expresidentes y de ahí, al banquero más poderoso. Solo basta una declaración de algún implicado para que estas piezas principales se hundan, junto al viejo régimen. Por fortuna, todo esto sucede en medio del proceso de cambio. La caída del sistema de desigualdad absoluta no caerá en el vacío ni podrá reinventarse. Colombia tiene la oportunidad de refundarse desde la raíz y empezar un nuevo tiempo. Como repite el guión de la película francesa La Haine (El Odio): "Esta es la historia de un sistema que se hunde y que mientras se hunde, no para de decirse: hasta ahora todo va bien, hasta ahora todo va bien. Pero lo importante no es la caída, sino el aterrizaje".


Manuel Beltrán.


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