
COLOMBIA ANTE EL MUNDO
- Manuel Beltran
- 25 sept 2022
- 5 Min. de lectura
Eduardo Galeano publicó su famoso libro Las venas abiertas de Latonoamérica en 1971. Transcurría entonces un año de la presidencia de Salvador Allende en Chile, en medio de toda la esperanza que trajo para la región. Es decir, mientras la CIA y la extrema derecha chilena preparaban el golpe de Estado, el pensador uruguayo reflexionaba sobre la opresión que había sufrido el continente a manos del imperialismo occidental. Así como Chile había sido víctima por el cobre, Galeano también mostraba cómo Brasil sufrió por el café, Venezuela por el petróleo, Guatemala por el algodón, Cuba por el azúcar, etc. Como se puede apreciar, este saqueo a Latonoamérica se basó en la explotación de un recurso natural al extremo de arrasar un país. Al escuchar el discurso del presidente Petro en la ONU, recordé esta triste historia regional. Colombia ha sufrido lo mismo con el caucho, el café y después la coca. La realidad de nuestro país ante el mundo es que el imperialismo occidental ha arrasado nuestra tierra por el negocio del narcotráfico.
Pero, ¿qué hay detrás de todo este expolio? Tal y como lo dijo el presidente, lo que está detrás de toda esta barbarie es el capitalismo sin ninguna regulación, salvaje, donde el más poderoso devora inmisericordemente a los débiles. No es coincidencia, Eduardo Galeano explica cómo este saqueo en el continente latinoamericano se tradujo en el desarrollo capitalista de Europa y luego EEUU. A Colombia la han exprimido por la planta de la coca y los que más dinero han hecho viven en las metrópolis occidentales. La voz del presidente Petro en la ONU fue la palabra de millones de colombianos que han sufrido en su vidas las consecuencias de estos negocios sin alma. El narcotráfico y el expolio de la coca es una de nuestras venas abiertas, por la que el país sigue desangrándose, mientras los culpables continúan lavando las sucias ganancias en el sistema financiero.
Esta es una realidad con causa y consecuencias. La causa es clara: el capitalismo sin regulación. No en vano, la gran solución al problema del narcotráfico siempre ha estado ligada a la legalización de estas economías. Tampoco es casualidad que este fenómeno tenga su mayor auge en la época del neoliberalismo, en el que impera la desregulación y la reducción del Estado. Si estas economías se legalizaran, las mejoras se notarían de inmediato. Ya no estaríamos hablando de un negocio envuelto en la ilegalidad. Los Estados al fin podrían controlarlo, hasta el punto de poder cobrar una tribitación que contribuya a la sociedad. El problema está en que si se mantiene en la ilegalidad, las ganancias aumentan de forma demencial. Es el capitalismo salvaje en toda su expresión, donde una casta de señores hacen lo que quieren, sin dios ni ley. Matan, roban, extorsionan y cada día obtienen más. Así como ocurría en la época del caucho, que tan bién retrató José Eustasio Rivera con su novela La Vorágine, en la que se esclavizaba a cientos de personas para extraer la leche de látex de los árboles. Sin Estado ni regulación, se puede exprimir al ser humano con mayor crueldad y beneficio.
Ahora, hablemos de las consecuencias. El presidente mencionó varias en su discurso. La primera de ellas es que en uno de los países más hermosos del mundo, las víctimas de la violencia y la guerra se cuentan por cientos de millares. La guerra en Colombia no consiste en acabar con el narcotráfico, sino en permitirlo. Hacen la guerra para poder estar al margen de la ley y ganar aún más dinero, a costa de la vida de los colombianos. Por esto, uno de los llamados del discurso de Colombia en la ONU consiste en exigirle al mundo que se regule este sector de la economía, pues su ilegalidad le cuesta al país la vida de sus connacionales. Este es un requisito fundamental y taxativo para alcanzar la Paz Total. Pero, para esto, no sólo será necesario acabar con la espiral del conflicto. También hay que romper con los incentivos económicos que estimulan esta catástrofe nacional.
Otra de las consecuencias es el subdesarrollo económico. Colombia recibe muy poco del dinero que se produce a cuenta de la cocaína. La mayoría se queda en paraísos fiscales o en el sistema financiero internacional. Otra gran parte se va en lavado que no le trae ningún beneficio al país. Peor aún, esta situación ha creado la deformación del aparato productivo. No es casual que el boom del narcotráfico se dé al mismo tiempo que la desindustraliazación del país o del acaparamiento de tierras para el cultivo de la coca. Al final, tenemos una nación sumida en la violencia y el atraso, tal y como lo analiza Eduardo Galeano en distintos puntos de la región latinoamericana, con cada materia prima que parecía traer una gran bonanza, como con el cacao, el tabaco o la palma de cera. Al final, estas regiones son agotadas; hasta la última gota se aprovecha. Luego quedan en el abandono y sin posibilidades de diversificar sus economías, una vez ha pasado el furor del monocultivo de turno.
En materia ambiental, el panorama no es más alentador. Este capitalismo sin regulación ha provocado una castatrofe de tierra arrasada, donde miles de hectáreas de selva son devastadas y las fuentes hídricas, envenenadas. Todo esta locura sucede para que unos cuantos acumulen incontables ganancias manchadas de sangre y destrucción. De allí surge el llamado del presidente de la República a parar la hipocresía de la guerra contra la drogas. No se puede tolerar que envenenven al país con glifosato y, además, lo vendan como la solución al narcotráfico, cuando sólo hace parte del negocio. Solo quieren acumular ganancias por punta y punta, aunque desforesten para sembrar y a la vez envenenven ríos para "erradicar".
Esta es la verdad de Colombia ante el mundo, un país arrasado por el negocio del narcotráfico, en otro lamentable capítulo de la barbarie del capitalismo salvaje. Como jefe de Estado, Gustavo Petro la ha expresado con determinación valiente, así como Allende cuando quiso que el cobre de los chilenos fuera par el bienestar de ese pueblo y no de los Estados Unidos. El presidente Petro lo que propone es un nuevo país, donde se supere el flagelo del narcotráfico y pueda haber desarrollo con una economía regulada y racional, que privilegie el trabajo y el ingenio sobre el dinero fácil. Sin embargo, este acto valeroso lo pondrá en peligro. Lo más realista sería pensar que la extrema derecha colombiana (tan admiradora del pinochetismo) esté planeando varias formas de salir del presidente, antes de que concrete las transformaciones que está impulsando, así como pasó en Chile. La elección de Petro como presidente abre un mundo de posibilidades, así como Salvador Allende inspiró y esperanzó a muchos, incluido Eduardo Galeano. Pero también trae las amenazas del fascismo, como el golpismo o el magnicidio. Petro ha hecho una declaración de principios y está dispuesto a enfrentar los desafíos que trae un cambio real para el país. El pueblo lo debe acompañar. Esa es la conclusión. El desafío es enorme y los peligros son inmensos. Lo que está en juego es la vida. El pueblo y su presidente deben estar preparados.
Manuel Beltrán.
Comments