
ACABAR EL CICLO PROGRESISTA
- Manuel Beltran
- 18 feb 2024
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 4 mar 2024
¿Por qué se retoma una y otra vez un texto como Las Venas abiertas de Latinoamérica, de Galeano? Porque es un texto que contiene verdades de nuestra región que trascienden su tiempo; hablan del pasado y llegan hasta el presente. Hablemos de una de ellas: los diferentes ciclos progresistas, que se ven reemplazados por ciclos reaccionarios. El caso que nos interesa es el del presidente Lázaro Cárdenas en México. Galeano menciona que fue un buen presidente, que se preocupó realmente por mejorar la vida tangible de los mexicanos. Sin embargo, Galeano explica que el no haber dado el paso hacia el socialismo, significaba el retorno de la derecha, que se termina aprovechando de las mejoras del Estado, la economía y del desarrollo en general. Más allá de cuestiones meramente ideológicas, lo importante es que un proceso de cambio que llega a un límite tiende a extinguirse, a caer bajo un ciclo retrógrado y a postergar sus deberes para futuras generaciones.
Analicemos esto en los ciclos progresistas de este siglo. A principio de esta centuria, la región se pintó de rojo, con gobiernos claramente de izquierda, como nunca había sucedido en la historia. Sin embargo, no todos tenían los mismos objetivos ni la misma ideología. Algunos querían un cambio más profundo, como Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador. Otros querían un cambio moderado; el caso de Brasil, Argentina y Chile. Este último país, de hecho, proponía un discurso progresista, pero una realidad enteramente neoliberal. Sin embargo, Galeano tuvo razón; en el momento en que varios de nuestros países dieron el paso al socialismo, la historia cambió. Tanto así, que la posibilidad de la reunificación se hizo palpable en la UNASUR, CELAC, etc. Pero las divisiones y la arremetida imperial trajeron una nuevo ciclo reaccionario dispuesto a destruir todos los avances de la llamada década ganada.
A la derecha, sin embargo, le pasó lo mismo que a la izquierda; no todos los gobiernos que llegaron pensaban lo mismo ni obedecían a los mismos intereses. La derecha estaba en tránsito; alguna parte de ella seguía repitiendo el mismo discurso del fin de la historia y de las ideas de la posguerra de la Guerra Fría, es decir, la creencia de que el sistema solo puede perfeccionarse, la desaparición de la amenaza socialista y la unión sin fracturas de conservadores y liberales. Mientras tanto, emerge otra derecha aún más reaccionaria, que retoma todo el discurso de la Guerra Fría, en consecuencia, anticomunista, que pretende entablar una síntesis entre lo liberal y lo conservador; en otras palabras, una nacionalismo supremacista, adornado con ropajes de libertad, pues buscan una capitalismos aún más salvaje.
Esa división, hizo fracasar al primer ciclo reaccionario, especialmente, porque esta disputa regional había llegado a los mismos EEUU, lo cual constituye otro momento de inflexión histórica para nuestro continente. Estados Unidos siempre ha liderado los ciclos reaccionarios en la región, pero esta vez no lo hacía al unísono. La aparición de Trump fue la concreción de una proceso de fractura entre conservadores y liberales, en medio de la crisis del capitalismo y del modelo neoliberal. Aquí es cuando emerge esa derecha abiertamente fascista, que se oculta tras los discursos de "libertad". En Brasil sucedió lo mismo y encontraron apoyó en la parapolítica colombiana, fascistas de toda la vida. Sin embargo, otra parte de la derecha seguía fiel a eso que se denomina el globalismo, es decir, el sector neoliberal del partido Demócrata, que puja por continuar el proyecto que emergió con la caída del bloque soviético. Esto, sumado a los desastrosos gobiernos de la derecha, que provocaron nuevamente la movilización masiva y popular, produjo el arribo de un nuevo ciclo progresista.
El segundo ciclo progresista permitió que llegaran por primera vez gobiernos de izquierda a varios países que nunca los habían tenido, como es el caso de Colombia o Guatemala. La extensión de territorio que abarcan los gobiernos de izquierda nunca fue tan grande; en Sudamérica la derecha llegó a estar reducida a Ecuador, Uruguay y Paraguay, los países más pequeños. Pero el segundo ciclo progresista está fracasando porque se basó en mantener la misma división del primero, de hecho, la profundiza. Por una lado se ve al bloque de países socialistas, que emergió del primer ciclo progresista, y, por el otro, se ve a los nuevos gobiernos de izquierda, más moderados y que tienden más al modelo de Estado de bienestar que al socialismo. Hasta ahora el equilibrio se mantiene por el papel que desempeña el gobierno popular en Colombia, que se ha consolidado como la vanguardia que aglutina a todo el sector progresista. EEUU, por su parte, fomenta la división. Margina a los gobiernos socialistas, al tiempo que es más suave con los moderados. La división, no obstante, también es real. Hay países como Chile, con un gobierno de supuesta izquierda que está completamente subordinado a los intereses de EEUU.
En unos casos existen los matices y en otros se intentan borrar. Para Colombia este ciclo progresista significa un cambio real, pues jamás había podido salir de las cavernas de la premodernidad y de un pensamiento ultra conservador, que la hundió en el atraso y la guerra. Para Chile, se trata de una farsa, se está reeditando otra falsa transición para que siga el modelo pinochetista y su constitución neoliberal, eso sí, con mucho más maquillaje. Por el lado de la derecha, en cambio, se intenta borrar esos matices que llevaron al fracaso al primer ciclo reaccionario. Ahora la derecha pretende repetir un solo discurso, el más salvaje de los capitalismos, con la vuelta al Estado de sitio para que nadie se rebele; todo en nombre de la "libertad".
Ahora la derecha no esconde sus ademanes fascistas. Esta nueva derecha no oculta su racismo, incentiva el odio contra el migrante, no disimula su desprecio por el pueblo trabajador, se ufana de aplastar a pequeños peces mientras pacta con los grandes capos. Esta derecha aplaude los tiempos de las dictaduras y desconoce de forma canalla todos los crímenes cometidos por estas. Esta derecha reprime hasta la muerte y se burla en los derechos humanos; ya no le interesa usarlos como bandera. Esta derecha espera la llegada de Trump, el jefe del eje El Salvador, Argentina, Ecuador, para que esta vez lidere sin contradicción alguna. No son nacionalistas ni les importa la moral cristiana. Son falsos profetas, entregados al ala más extremista del imperio. Mientras tanto, la derecha tradicional se ha quedado tan pasmada como el gobierno de Biden. En Colombia todo esto se parece a una historia conocida, a la nuestra; como si esa Colombia abyecta del pasado fuese el modelo elegido por esa nueva derecha fascista, que tiene el objetivo claro de acabar el segundo ciclo progresista.
Es evidente que la izquierda latinoamericana se encuentra en una encrucijada, o se adapta y se vuelve sumisa al estilo chileno o sigue con un cambio verdadero. También se tendrá que resolver esa diferencia entre las distintas izquierdas o tramitarla de una forma que no sea débil. Por ejemplo, la unidad de Colombia y Venezuela aún no es tan fuerte porque se hace desde una postura débil; se evita más el debate que el darlo. Siempre hay que recordar que el fin de un ciclo político en nuestra región es el inicio de otro por venir. Además, la radicalización de la derecha provocará mayor tensión en esta lucha de contrarios que sigue, en medio de los fracasos y los triunfos, consolidando la unidad de la nación latinoamericana y su identidad política y económica propias.
Manuel Beltrán.
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